En este momento y desde una perspectiva estratégica puede decirse que la esta ganando Estados Unidos. Desde hace un par de décadas la estrategia política de la potencia del norte se marcó dos objetivos fundamentales. El primero desarmar y eventualmente desintegrar a Rusia y el segundo cercar a China para bloquear su impetuoso desarrollo económico hasta el punto de obligarla a someterse al orden político y económico dominado por Washington. El hecho mismo de que la guerra de Ucrania se haya producido ya es un gran logro de la estrategia de infringir una derrota estratégica a Rusia. Gracias a ella ha logrado la incorporación a la OTAN de Suecia y Finlandia (dos países con una larga historia de neutralidad), y la toma de partido a favor del régimen de Kiev de Suiza, un país neutral desde el Congreso de Viena de 1815. Y ha hecho mucho más. Ha cortado los lazos y dinamitado los múltiples que antes unían a la Rusia postsoviética con Europa central y occidental y ha conseguido lo que todavía mas importante: que la Unión Europea se comprometan firmemente a continuar la guerra de Ucrania hasta que el régimen de Kiev la gane y consiga recuperar todos los territorios hoy en manos rusas, incluida la muy estratégica península de Crimea. Objetivos que hoy, desde el punto de vista estrictamente militar parecen inviables, dadas las derrotas que cotidianamente las fuerzas armadas rusas infringen a las ucranianas, pero que se podrían lograr si se cumple el plan diseñado por Washington, y asumido plenamente por Gran Bretaña y la Unión Europea, de militarizar sus economías hasta el punto de poder contar en cinco años con unas fuerzas armadas lo suficientemente poderosas como para garantizar la victoria del régimen de Ucrania y la consiguiente derrota catastrófica de la Federación Rusa. Y su deseada disolución.
Un escenario que permitiría a Washington retirar fuerzas y recursos militares de Europa y concentrar esfuerzos económicos, políticos y diplomáticos consumar “el giro a Asia”, anunciado por la administración Obama, puesto en marcha por Trump en su primera presidencia y acelerado por él en su segundo mandato, como es público y notorio. El logro de estos dos objetivos estratégicos supondría, además de un cataclismo geopolítico, el triunfo póstumo de Zbigniew Brzezinski sobre el Henry Kissinger, quien proponía aliarse con Rusia para atacar o por lo menos aislar a China. Jugada estratégica de signo opuesto a la que él y el presidente Nixon habían protagonizado en 1972: aliarse con China para aislar a Rusia. Brzezinski siempre sostuvo que se podía atacar a ambas potencias simultáneamente siempre y cuando se incorporara a Europa a la lucha contra Rusia.
Y lo cierto es que se ha logrado. La Unión Europea ha aprobado invertir 800.000 millones de dólares en comprar armamento a Estados Unidos y en la expansión de su propia industria militar con el fin de “responder a la amenaza rusa”. O sea, a continuar la guerra con Rusia en los campos de batalla ucranianos. O en los que eventualmente se pueda abrir en Moldavia, en Azerbayan o en los países bálticos. Los compromisos políticos contraídos públicamente por Keir Starmer, Enmanuel Macron, Friedrich Merz y Úrsula von der Leyen parecen garantizar que estos planes se van a cumplir a cabalidad. Por lo cual los serios reveses que actualmente están experimentando las tropas ucranianas en los frentes de combate deben ser considerados como reveses pasajeros. Contingencias inevitables en cualquier guerra que no van a impedir la victoria final de Ucrania sobre Rusia.
Los serios reveses que actualmente están experimentando las tropas ucranianas en los frentes de combate deben ser considerados como reveses pasajeros
La objeción mas grave a estos cálculos optimistas la ponen las finanzas. Las potencias europeas se disponen a iniciar una guerra a gran escala contra Rusia cuando están tan endeudas como lo estaban Alemania, Gran Bretaña y Francia al final de la primera y la segunda guerra mundiales. El porcentaje del PIB de la deuda pública de Gran Bretaña es hoy el 96.4%, de Francia es del 115, 6%, el de Italia es el 135, 6 % y el de Estados Unidos es del 123%. Compárese con el 110% del PIB de Estados Unidos al concluir la muy costosa Segunda Guerra Mundial, para confirmar lo que he dicho: las potencias europeas se disponen a dar un salto monumental en su gasto militar cuando ya tienen unas deudas que lo convierten prácticamente en inviable. Trump piensa o cree que los aranceles que está imponiendo a diestra y siniestra le permitirán obtener recursos frescos, que, en el caso de obtenerse en monto suficiente, quedarán sin embargo anulados por las rebajas prometidas de impuestos a las corporaciones y a los mega millonarios. Por lo que la única salida es la reducción adicional del gasto social (ya muy mermado) y la emisión de deuda pública, que trae consigo la devaluación del dólar, la elevación de la tasa de interés y el incremento de la inflación. Razones esgrimidas por los parlamentarios demócratas para oponerse al “maravilloso” proyecto de presupuesto federal presentado por Trump, que ha tenido como consecuencia inmediata el “cierre del gobierno”. Es decir, el impago de los funcionarios de la administración federal. Dados estos hechos me atrevo a vaticinar que la deuda pública estadounidense no hará mas que crecer y que si Estados Unidos sigue por la senda de Guerra + endeudamiento, se puede encontrar en la situación en la que se encontró Gran Bretaña en 1945: ganó la guerra contra Alemania, pero perdió el Imperio. Era de tal magnitud la deuda contraída para financiar la guerra que tuvo más remedio que ceder la primacía mundial a Estados Unidos y permitir que el dólar sustituyera a la libra esterlina como moneda de referencia mundial.
Los países europeos se enfrentan a problemas semejantes si mantienen su decisión de continuar con la guerra en Ucrania. También tendrán que hacerlo mediante un incremento de su deuda, porque sus propios cálculos del gasto militar previsto, muestran que es insuficiente la apropiación de los activos rusos congelados en Bélgica. Por lo que tendrán que reducir el gasto social, achicar la administración pública y emitir más deuda con las consecuencias inevitables ya señaladas para el caso estadounidense: subida de las tasas de interés, aumento del costo del servicio de deuda, etcétera.
Concluyo trayendo a cuenta una muy posible consecuencia de la vía Guerra + endeudamiento: el descontento social que ya se está manifestando en Francia, en varios países europeos y en los propios Estados Unidos. Que podría adquirir el carácter de virulentos estadillos sociales, a juzgar por la cautelosa decisión del presidente Trump de militarizar las principales ciudades de su país. La criminalidad desbordada y necesidad de expulsar a los inmigrantes indocumentados no son mas que pretextos para proceder a una militarización que pretende anticiparse a estallidos sociales e incluso a insurrecciones urbanas. En un país que ya ha conocido muchas. También me resulta inevitable el surgimiento de un fuerte movimiento antibelicista y el desplazamiento a la izquierda de la opinión pública. De hecho, en Estados Unidos el socialismo ha vuelto a la escena política después de muchas décadas de ausencia. A la reivindicación del socialismo por el veterano senador Bernie Sander, hay que sumar la hecha por Zohran Mandami, candidato a la alcaldía de Nueva York. Son tantas sus posibilidades de éxito, que el mismismo Trump ha declarado públicamente que, si llegara a ganar, él se encargará de bloquear la transferencia de 100. 000 millones de dólares de fondos federales a la ciudad de Nueva York. Amanecerá y veremos, dijo el ciego.
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