Presidente Santos, "le deseo que duerma con la conciencia tranquila, si la tiene"

Presidente Santos, "le deseo que duerma con la conciencia tranquila, si la tiene"

Carta al actual mandatario, quien está a pocos meses de despedirse de su cargo

Por: Carlos Guevara A
mayo 22, 2018
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Presidente Santos,
Foto: Twitter @JuanManSantos

Ahora que usted termina su mandato quiero manifestarle, con la decepción trágica de un ciudadano corriente, la vergüenza que siento ante sus desatinados e insensatos actos al frente de este país. Entiendo la vergüenza como un vocablo aplicado a una situación en la que alguien en nuestra representación ante una comunidad tuerce a su amaño la rectitud y asume un papel contrario a lo que esperábamos como lo más justo, lo más pertinente o, al menos, lo más diplomático.

Pues bien, usted ha hecho que la gente éticamente honrada de este país se sonroje avergonzada en múltiples ocasiones. Por no alargarme, solo algunos casos:

1. Me da tanta vergüenza cuando, en su inconfesable tendencia a agradar a los poderosos, sus palabras y sus actos se pliegan a los deseos de formas de poder de quienes fungen como los amos de determinados intereses en el mundo. Usted se afana, con el celo de un mediocre, por satisfacer a la gran oligarquía internacional de occidente, a la que quiere con empeño pertenecer, pero cuyos miembros, soslayada o piadosamente, lo minusvaloran y apenas lo toleran como premio a los favores que usted les ha hecho desde las posiciones que ha ocupado como político. Tony Blair no le tiene sincero afecto a pesar del libraco que usted mandó escribir y publicar en nombre de los dos.

2. Usted no dijo una sola palabra por la reciente masacre que el gobierno sionista de Israel cometió contra decenas de indefensos hombres, mujeres y jóvenes que fueron arrasados y asesinados con disparos de armas poderosas ante las que se enfrentaban con piedras; solo pedían, con patriótico gesto, que se les devolvieran las tierras que les han estado robando durante décadas. Es insoportable su inmensa cobardía para decir una sola palabra por quienes sufren, lloran y mueren, víctimas de las cobardes agresiones de francotiradores asesinos que desde sus trincheras disparan a matar sin una pizca de piedad o de respeto por la vida ajena a pesar de sus supuestas sagradas escrituras que ordenan amar en lugar de matar.

3. Tampoco ha dicho nada a favor de la martirizada Siria, víctima durante diez años de la agresión norteamericana utilizando la mano ajena de terroristas internacionales. Yo entiendo que usted no se quiera indisponer con el gobierno norteamericano por ser un supuesto “amigo” de Colombia, pero usted sabe que ellos no tienen amigos: tienen esbirros y lacayos. El problema es que, al menos una vez en la vida, uno debe expresar a gritos esa verdad que lucha por salir de lo más hondo de nuestra alma; al menos una vez en la vida uno debe actuar con una dignidad de héroe y oponerse, con las mejores maneras, pero con la debida firmeza, a quienes atropellan a los débiles. Usted no tiene la clase de alma que se requiere para someter su miedo e indignarse ante el mal. Si lo hiciera, pasaría a la historia pero ese es un esfuerzo ciclópeo superior a su estatura espiritual.

4. Usted no dijo ni una palabra ante el atrevido robo de las elecciones en Honduras (cuyos resultados aún no se conocen después de tres meses) ni ante el golpe de estado en Brasil, ni ante el amañado y vulgar juicio a Lula (si Lula fuera venezolano y estuviera preso en ese país, seguro que usted clamaría por su libertad; pero ocurre que los bastardos que mandan en Brasil son sus amigos). Pero usted, que alardea de demócrata, sí se mete irrespetuosamente por encima de las más básicas reglas de la diplomacia a injuriar, injerir e intervenir con la más descarada insolencia en asuntos de Venezuela, un país que, si bien atraviesa inmensas dificultades, resultado del bloqueo y el intervencionismo grosero y criminal de los Estados Unidos, debe resolver sus problemas sin que, con el hipócrita discurso de la democracia y la crisis humanitaria, incompetentes como usted intenten darle lecciones de justicia social.

¿Quién carajos es usted para no reconocer las elecciones de otro país? A usted que afirma que allí no se cumplen los “estándares” internacionales, yo le pregunto: ¿quién declaró tales estándares y cuándo?  Y ¿acaso las consideraciones de un país tienen valor universal y es válido imponérselos a los demás? ¡Qué hipocresía! A mí me da vergüenza por todo ello. Yo no di mi voto por usted para que tomara absurdas e injustas decisiones en mi nombre. ¿Usted, que preside este país donde se mueren niños de hambre y cientos de pacientes en las puertas de los hospitales, este país en que se mata de manera macabra a cientos de líderes sociales, este país en que por robarse un teléfono o una bicicleta se mata a un joven o a una muchacha; usted, que no es ejemplo de demócrata y que nunca dijo —in illo tempore, cuando fungía como periodista— esta boca es mía, ante la feroz dictadura de Pinochet, sí se cree en cambio con autoridad para criticar y descalificar a un gobierno extranjero elegido por su gente? Al menos, aunque sea chapuceramente, debido a sus inmensas carencias diplomáticas, haga bien la tarea que le han encomendado sus patrones internacionales, la élite a la que usted nunca pertenecerá, el famoso club de Bilderberg, a cuyos miembros, cuando más, usted solo sirve para llevarles los maletines.

5. A mí me da pena que usted no asuma siquiera una posición tibia, al menos al estilo Macron o Merkel que se oponen a los caprichos del señor Trump y le critican sus intentos de echar abajo los tratados con Irán que tanto costó al mundo construir. Usted aquí no existe, o, le pregunto: ¿usted está de acuerdo con que se respete el convenio entre el grupo terrorista de la OTAN e Irán?, ¿está de acuerdo con que el país persa siga desarrollando armas de tipo nuclear, lo que acercaría cada vez más a la humanidad a su propia destrucción?, ¿esto no le inquieta? No creo, usted está preocupado por Venezuela que apenas es un país que quiere vivir en paz.

6. Finalmente, a mí me da vergüenza que un presidente tan cuestionado como usted por tantos casos de corrupción al interior de su gobierno (Odebrecht, la mermelada, etc.) exija comportamientos éticamente correctos a personas o gobiernos extranjeros. Más que vergüenza, usted, me da lástima.

Le deseo que duerma con la conciencia tranquila, si la tiene. Se supone que en una democracia, los ciudadanos podemos criticar, con el debido respeto, al presidente si este se sale del marco de lo correcto. Hago, respetuosamente, mío ese derecho.

 

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