Petro terminó de romper las relaciones con Estados Unidos por querer quedar bien con Maduro

La relación entre Colombia y Estados Unidos atraviesa su peor crisis en décadas tras choques diplomáticos, sanciones y decisiones que amenazan la economía del país

Por: Carlos Eduardo Lagos Campos
octubre 20, 2025
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Petro terminó de romper las relaciones con Estados Unidos por querer quedar bien con Maduro
Foto: Redes sociales

Entre julio y octubre de 2025 la relación entre Colombia y Estados Unidos pasó de la tensión a la confrontación directa. Lo que comenzó con un llamado a consultas recíproco —cuando Washington convocó a su encargado de negocios en Bogotá y el gobierno colombiano respondió llamando a su embajador—, se transformó en una escalada diplomática que hoy amenaza con fracturar uno de los vínculos más antiguos y determinantes para la economía y la estabilidad política del país.

De las maniobras militares a la ruptura política

El deterioro se aceleró después de que los presidentes Nicolás Maduro y Gustavo Petro anunciaran la posibilidad de operaciones conjuntas entre los ejércitos de Venezuela y Colombia en la frontera, un hecho sin precedentes que encendió todas las alarmas en Washington. A ello se sumaron las críticas de Petro a los operativos navales de Estados Unidos en el Caribe, particularmente los bombardeos a lanchas rápidas y un submarino en operaciones antinarcóticos.

Esos episodios fueron interpretados por la Casa Blanca como una toma de distancia abierta frente a la política de seguridad hemisférica. En respuesta, el presidente Donald Trump —quien busca proyectar una política exterior de fuerza— anunció la suspensión de ayudas financieras y el incremento de aranceles a productos colombianos, mientras calificaba al presidente Petro con términos de desprecio inusitados en la diplomacia moderna.

Las cifras de la ayuda estadounidense: mucho más que dinero

La ayuda económica de Estados Unidos a Colombia no se limita a transferencias. Incluye fondos del Departamento de Estado, el Congreso estadounidense y programas de la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID), además de cooperación militar, judicial, educativa y humanitaria.

De acuerdo con bases de datos oficiales y portales especializados —que varían según el año y el programa—, los montos globales alcanzan cifras cercanas a los cientos de millones de dólares anuales. La dispersión entre fuentes se explica porque parte de los recursos proviene del presupuesto del Congreso y otra de asignaciones específicas del Departamento de Estado, Defensa o programas antidrogas.

En los últimos años, una fracción importante de esa cooperación ha estado dirigida a financiar programas humanitarios para la atención de migrantes venezolanos residentes en Colombia, incluyendo salud, educación, alimentación, alojamiento y proyectos de inserción económica. Estados Unidos aporta una parte sustancial de esos fondos a través de USAID y organizaciones multilaterales; su eventual suspensión dejaría sin cobertura a decenas de miles de familias refugiadas, aumentando la presión sobre los municipios fronterizos y los departamentos receptores.

Impactos económicos directos: empresas, exportaciones y sectores productivos

La amenaza de nuevos aranceles golpea directamente el tejido productivo colombiano. Sectores como el floricultor, cafetero, bananero y textil, que dependen de preferencias arancelarias en el mercado estadounidense, verían reducida su competitividad de inmediato. Los márgenes de ganancia en esas exportaciones son mínimos y cualquier gravamen adicional puede hacer inviables contratos o reducir empleos.

El sector industrial y agroindustrial enfrenta además una dificultad estructural: no hay mercados alternativos capaces de absorber rápidamente los volúmenes que hoy compra Estados Unidos. Diversificar exportaciones en medio de la inestabilidad política y la devaluación del peso es casi imposible.

Las consecuencias se extenderán al sistema financiero, al flujo de divisas y al turismo internacional, todos sectores que dependen de la percepción de estabilidad y de las relaciones con el principal socio comercial del país.

Consecuencias sociales: migrantes, estudiantes y cooperación suspendida

La ruptura golpeará también a la sociedad civil, el sistema educativo y las comunidades migrantes. Si se suspenden los programas de becas, intercambios y cooperación educativa, cientos de estudiantes colombianos en universidades estadounidenses podrían perder su apoyo financiero o los beneficios derivados de acuerdos bilaterales.

En el ámbito migratorio, las tensiones políticas suelen traducirse en endurecimiento de políticas migratorias. Un clima hostil desde Washington podría significar más deportaciones, mayores exigencias de visado y restricciones a la movilidad laboral. En Colombia, los migrantes retornados o deportados enfrentarían el colapso de los programas de reinserción financiados en buena parte con recursos de USAID y agencias asociadas.

Petro y la responsabilidad política de una crisis evitable

El deterioro actual no fue un accidente ni una fatalidad geopolítica. El presidente Gustavo Petro utilizó una mezcla de decisiones y discursos destinados a consumo interno, buscando afirmar autonomía y cohesionar su base política, pero subestimó la magnitud de la reacción estadounidense. Esa combinación fue, además de imprudente, irresponsable: colocó en zozobra a sectores fundamentales de la economía nacional —el comercio exterior, la inversión, las divisas, el turismo, la cooperación académica y cultural—, y comprometió los equilibrios que garantizaban estabilidad y confianza en el país.

Colombia se ha quedado sin margen de maniobra diplomática, y la improvisación del Gobierno ha dejado a millones de ciudadanos —empresarios, estudiantes, trabajadores y migrantes— como víctimas colaterales de una política exterior errática y emocional.

Las dificultades de salida y la asimetría del daño

En el contexto actual, hablar de diversificación comercial o sustitución de mercados resulta ilusorio. El mercado estadounidense representa el eje de nuestras exportaciones no mineras, de nuestras inversiones más seguras y del turismo internacional de mayor gasto. Cualquier intento de reorientar esas relaciones hacia otras potencias —China, Rusia o incluso la Unión Europea— demandaría años de negociación y una infraestructura logística y diplomática de la que hoy Colombia carece.

En cambio, Estados Unidos apenas resentiría el impacto económico de esta crisis. Las exportaciones colombianas representan una fracción mínima de su comercio exterior, y la cooperación suspendida no afecta de manera significativa su presupuesto. El desequilibrio es total: mientras Colombia se empobrece, Estados Unidos apenas se incomoda.

La crisis, en suma, se le salió de las manos al presidente Petro. En su intento de proyectar independencia política y liderazgo regional, terminó aislando a Colombia, debilitando su economía y fracturando una relación histórica que había resistido incluso los años más difíciles de la guerra interna. La factura de ese error ya comenzó a llegar, y no la pagará el Gobierno: la pagará el país entero.

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