Cruzar Soacha o salir de ella es, desde hace años, una tortura diaria que parece no tener final. Desde las 4 de la madrugada hasta las 11 de la noche, los trancones en la Autopista Sur son una constante que consume la paciencia de miles de trabajadores, estudiantes y familias que dependen de esta única vía de conexión con Bogotá.
La situación, ya de por sí caótica, se ha agravado con la construcción de la troncal de TransMilenio en Soacha, una obra necesaria en ejecución desde hace más de cuatro años, pero que se convirtió en un error de planeación al priorizarla sin haber realizado antes obras de soporte vial, como el puente de Tibanica y otras conexiones estratégicas.
El resultado: una obra que debía mejorar la movilidad terminó empeorando el panorama, en medio de un tráfico que ya estaba al límite antes de las obras.
A esta pesadilla se suman los retrasos en proyectos clave. El puente vehicular de Venecia y el de la avenida Bosa, fundamentales para el tránsito en el sur de Bogotá, siguen “en proceso lento”, con cronogramas que cambian más que los semáforos del sector. Entretanto, los ciudadanos se sienten abandonados en medio de un tráfico que paraliza la economía y afecta la calidad de vida.
Pero la lista de deudas es aún mayor. El puente de Tibanica, que debería conectar la avenida Ciudad de Cali en Bosa con Ciudad Verde en Soacha, estaba previsto para entrar a licitación a comienzos de 2025. Sin embargo, los plazos se han ido aplazando sin explicación clara. Se trata de una conexión estratégica que podría reducir considerablemente la presión sobre la Autopista Sur y darle a Soacha un respiro en materia de movilidad. Hoy, esa promesa sigue en el aire.
Lo más preocupante es que otros proyectos estratégicos ni siquiera se mencionan ya en la agenda pública. Tal es el caso de la avenida Las Torres, una alternativa vital que podría ayudar a descongestionar Soacha, pero que parece haber desaparecido del radar de las autoridades.
Igualmente, está el tramo ya construido de la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO), entre Indumil y Bosa Porvenir, levantado hace más de 20 años con recursos de la Nación y hoy totalmente abandonado. Esa vía podría habilitarse para desviar parte del tráfico que asfixia la Autopista Sur. No se trata de levantar un nuevo megaproyecto, sino de abrir lo que ya está construido y darle orden al tráfico, conectando esta avenida con la calle 63 sur, la avenida Tintal o Guayacanes y la avenida Bosa.
Sin embargo, en vez de soluciones inmediatas, lo que se escucha es que la ampliación de la ALO desde la calle 13 hasta Soacha está “en trámite de licencia”, un proceso que podría tardar una década más.
Mientras tanto, Soacha sigue embotellada, con más de un millón de habitantes que viven a diario un viacrucis de movilidad, y con Bogotá recibiendo la presión de una Autopista Sur colapsada sin horizonte claro.
La ciudadanía exige que el Gobierno Nacional, la Gobernación de Cundinamarca, el Distrito y la Alcaldía de Soacha dejen de aplazar las decisiones. No es posible que la única salida siga siendo esperar, mientras los trancones devoran tiempo, oportunidades y calidad de vida.
El clamor es uno solo: resultados ya, acciones inmediatas. Habilitar lo que ya existe, acelerar lo que está en obra y dar respuesta sobre lo que ha quedado en el olvido. Soacha no puede seguir siendo el cuello de botella del país.
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