Esos humanos predecibles
Opinión

Esos humanos predecibles

Tener hijos y reproducir la especie humana es la primera regla de predictibilidad que nos hace simiescos de tiempo completo

Por:
abril 15, 2016
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Cualquiera que llegue a este atormentado planeta y que venga de otra cultura alienígena —recuerden que desde la perspectiva de los extraterrestres también somos alienígenas— se dará cuenta en poco tiempo (nuestro tiempo lineal) que somos los seres más predecibles en muchas galaxias a la redonda.

Esclavos de un ritual plagado de formalismos y protocolos insulsos, nos pasamos buena parte de la vida rindiendo cuentas al prójimo desde que nos levantamos y a cuanto transeúnte nos topemos en las aceras y la calle, en la oficina al llegar a la venta de la fuerza de trabajo; y luego cerramos el ciclo con la despedida previa al descanso nocturno.

Quizá nuestros antepasados primates nos transmitieron buena parte de su sociabilidad y sentido de la comunidad y la convivencia bajo esos rituales de acicalamiento, ellos, en su esplendor de especie en tránsito haca la perdición o virtud evolutiva en otra superior; consideraron que la mejor manera de preservarse dentro de un cuerpo ajeno y bestial, erectos y pensantes; era por medio de esa ritualidad de comunes y que nos volvió en últimas tan predecibles.

Romper con esas actitudes predecibles nos condena a ser vistos como rara avis y a cargar el sambenito del menosprecio por no acatar las reglas de chimpancé que nos gobiernan en lo genético y en lo social. Por mucho que intentemos alejarnos de esa selva primitiva, más nos internamos en una espesa niebla de la soledad y el hastío.

Somos primates evolucionados y la soledad no es un premio
sino un castigo por romper las reglas de lo predecible

Somos primates evolucionados y la soledad no es un premio sino un castigo por romper las reglas de lo predecible. Es una ley de la selva.

Tener hijos y reproducir la especie humana es la primera regla de predictibilidad que nos hace simiescos de tiempo completo. Los estériles, los infértiles y los condenados a la sequía del vientre o a la insipidez seminal, se miran como malditos y hasta ellos mismos sienten la condena entre las piernas y el alma; por ello, acuden en su desespero a los rezos embrujadores de lo inexplicable y absurdo; a los milagros de santos en uso de buen retiro; a los científicos portadores de la verdad y a los tratamientos que hacen crecer pelos en una bola de billar.

A veces los compadezco porque en las cercanías de mi propia carne y de queridos amigos, se viven angustias infinitas por ese hijo anhelado y que representa la esperanza simiesca del esfuerzo como especie.

Creo con firme convicción que los hijos deberían llegar no tanto como predicción biológica sino como una oportunidad para mejorar el futuro de la especie, siempre y cuando sea necesaria mejorarla; y que la convivencia entre humanos, por vía de uniones maritales o de resistencia maratónica; sea más para compartir el reducido tiempo que nos tocó en la repartición del sentido cósmico de la pequeña vida que tenemos, antes que la simple reproducción por vía de los hijos que llegan —a veces sin preguntarlo o sin esperarlos— o de aquellos que se buscan en contra de los dados del destino cruel que te grita de manera ensordecedora que vivas tu tiempo, el ahora, compartiendo en otra dimensión de lo que es la familia, la comunidad, la cofradía o la tribu de turno.

Sin hijos.

En algún momento de la historia del futuro —cuando sea pasado— los hijos serán un recuerdo remoto de la manera simiesca como preservamos la especie.

La familia, tal y cual como se constituyó en la selva primitiva de los chimpancés cercanos, está en crisis y parece que se siente morir en sus propias contradicciones de valores, estimas y dilemas, por un lado; mientras que desde el flanco del puritanismo secular, se intenta darle respiración a un ser vivo al que no le quedan pulmones; a punta de ritos y pronunciamientos confesionales y de gritos y convulsiones de pastores con ovejas sin oídos.

De la crisis del modelo familiar actual intentamos acusar a muchos culpables sin rostros y que vemos aparecer por todos lados: el progreso, la igualdad, los derechos y sus sujetos de derechos, la pérdida del temor a Dios y el irrespeto de una generación de culi cagados irreverentes que nos superan en dominio tecnológico pero no en sentimientos y solidaridad.

No tener hijos se convertirá en poco tiempo, en la mejor compañía de uno mismo con quien quiera respirar el mismo aire del toldo del refugio apocalíptico que nos espera.

Coda: en el inmenso mar de aburrimiento de la televisión paga que sufrimos y navegamos, apareció en estos días la serie “La Historia de Dios” conducida con acierto por Morgan Freeman en el canal Nat Geo, vale la pena un rato creer en la historia de Dios como conquista cultural de esta humanidad de condenados. No es cuña alguna. Aclaro por Dios.

Sigue a Las2orillas.co en Google News
-.
0
No hay fiesta en el pueblo

No hay fiesta en el pueblo

Populismos mentales

Populismos mentales

Los comentarios son realizados por los usuarios del portal y no representan la opinión ni el pensamiento de Las2Orillas.CO
Lo invitamos a leer y a debatir de forma respetuosa.
-
comments powered by Disqus
--Publicidad--