Haciendo gala de una consabida injerencia en asuntos internos ajenos, el instituto nobel con su sede Noruega, en contravía a las pretensiones originales del creador de los premios nobeles, el inventor e industrial sueco Alfred Nobel, en lo que se refiere y supone era su objetivo principal, concerniente a incentivar el progreso humanitario hacia todas sus variadas actividades, acaba de pronunciarse y galardonar con un premio que desde hace tiempo viene procediendo de manera irregular y hasta cierto grado, insensata, cómo lo es el de la paz global, desde el cual no se cesa de hacer intervención dentro de países que el mundo occidental considera en rebeldía y hasta salidos del control y de la lógica del sistema capitalista, en esta ocasión le correspondió el turno a Venezuela.
Acabando de homenajear a la líder opositora en contra del régimen gobernante, la ingeniera industrial y política caraqueña María Corina Machado, buscando generar con su nombramiento un remezón social que pueda provocar los cambios internos que faciliten de nuevo el dominio sobre los ingentes recursos naturales de un país rico en petróleo, oro y muchos otros productos primarios, sin desconocer las falencias y posibles injusticias del actual partido en el poder, qué desde que el chavismo asumió el mando político e institucional en Venezuela, hizo varios cortes de los lazos que posibilitaban el aprovechamiento de ellos a partir de contratos y tratados comerciales con claros beneficios para las empresas y corporaciones estadunidenses y europeas.
Aunque se pueda insinuar que la selección de la actual ganadora del premio de paz, se pueda presentar y comparar como un paliativo al hecho de que no se le concedió al presidente estadunidense Donald Trump, personaje sui generis que lo viene afanosamente buscando, considerando que uno de sus mayores enemigos internos, el expresidente Barak Obama lo ganó ergo por qué no él.
Además de algunos absurdos pasados galardonados del mismo, casos cómo los correspondientes a varios dirigentes alrededor del mundo en representación de la oposición interna dentro de los países que occidente cataloga conflictivos hacia sus intereses, entonces se puede asegurar que este premio Nobel de la Paz es un procedimiento marcado y signado de índole política, ya en Colombia experimentamos sus efectos directos a raíz de la distinción que este le hizo al expresidente Juan Manuel Santos con la posterior reacción negativa de los movimientos políticos que respaldan al expresidente Uribe, pudiéndose entonces asegurar que sus verdaderos intereses rayan con las intenciones profundas de un premio de esta naturaleza.
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