Desde hace más de 50 años, Medellín sostiene una de las tradiciones decembrinas más importantes de su historia: el alumbrado navideño. Esa imponente decoración que hoy recorre el río Medellín y otros puntos emblemáticos de la ciudad nació de la mano de Empresas Públicas de Medellín, EPM, al punto de ser reconocida durante décadas como el Alumbrado EPM o el alumbrado navideño de Medellín. La empresa paisa, creada con el propósito de integrar y fortalecer los servicios públicos domiciliarios, terminó dejando una huella profunda también en la identidad cultural de la ciudad.
Uno de los personajes clave en la consolidación de esta empresa fue el ingeniero Lucio Chiquito Caicedo, quien formó profesionales de distintos sectores y sentó las bases técnicas que darían paso a la fundación oficial de EPM, el 6 de agosto de 1955. En sus primeros años, la empresa fue gerenciada por Óscar Baquero Pinillos, ingeniero civil y de minas de la Universidad Nacional, sede Medellín.

Su labor, junto con la del entonces alcalde Darío Londoño Villa, fue determinante para el establecimiento de la empresa en sus inicios. Paralelo al nacimiento de EPM, comenzó a tomar forma la tradición del alumbrado navideño. En sus primeras versiones, contó con aportes de empresas privadas, autoridades locales e incluso periodistas, un dato poco conocido que habla del carácter colectivo de la iniciativa. El primer punto que albergó estas luces fue la Avenida La Playa, un corredor tradicional del centro de la ciudad.
La evolución del alumbrado navideño de Medellín
Según relatos e investigaciones históricas, los primeros intentos de alumbrado en Medellín se remontan a 1858 en la Plaza Mayor o a 1898 en el Parque Bolívar, cuando grupos de ciudadanos se reunían para observar decoraciones luminosas improvisadas. Sin embargo, como ha documentado el diario El Colombiano, los primeros alumbrados oficiales datan de 1950.
En sus inicios, la propuesta era modesta: algunos pinos y pocas luminarias decorativas. Todo cambiaría con la llegada de EPM. Fue en 1967 cuando la empresa asumió oficialmente el diseño, el montaje y la financiación del alumbrado navideño, convirtiéndose desde entonces en la entidad encargada de su realización anual. Ese mismo año, Octavio Arístizabal Correa, también ingeniero civil y de minas de la Universidad Nacional, asumió la gerencia de la compañía.

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A partir de ese momento, la participación de EPM fue clave para que los alumbrados tomaran fuerza, crecieran en escala y se consolidaran como un símbolo de la Navidad en Medellín y en todo el Valle de Aburrá. Con el paso de los años, dejaron de ser una simple decoración para convertirse en un atractivo turístico y cultural de alcance nacional e internacional.
Los retos que enfrentó EPM para mantener vivos los alumbrados en medio de la crisis
Ese símbolo de la Navidad paisa también tuvo que enfrentar momentos difíciles. Uno de los más complejos ocurrió a comienzos de la década de los noventa. En 1992, Medellín, al igual que el resto del país, vivió una grave emergencia energética que derivó en racionamientos de electricidad. La situación obligó a suspender los tradicionales alumbrados navideños.

Lejos de renunciar a la tradición, EPM buscó alternativas para mantener vivo el espíritu decembrino. Diseñadores y técnicos de la empresa, fieles al ingenio paisa, reinventaron el concepto: las luces fueron reemplazadas por adornos y estructuras con fuego y otros materiales alternativos. Una solución creativa que se convirtió en símbolo de resiliencia, imaginación y capacidad de adaptación.
Pese a las múltiples dificultades que ha atravesado la ciudad —desde episodios de violencia hasta crisis económicas—, los alumbrados han logrado mantenerse en pie como un emblema colectivo. Por eso, en este 2025, Medellín decidió rendir homenaje a sus 350 años de fundación y a los 70 años de EPM, reafirmando la conexión entre ciudad, empresa y tradición.
Un reconocimiento que se suma a otro hito: hace más de una década, National Geographic destacó a Medellín como una de las mejores ciudades del mundo para ver alumbrados navideños. Un motivo más para entender por qué, cada diciembre, la ciudad se ilumina no solo con luces, sino también con memoria e identidad.
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