La eventual decisión del presidente Gustavo Petro de viajar a Nueva York para asistir a la Asamblea General de la ONU, aun sin visa para el ingreso a Estados Unidos, no es inédita y tampoco podría ser entendida como un desafío al gobierno de ese país.
Ya lo hizo, en circunstancias muy similares, el entonces presidente Ernesto Samper Pizano en 1996, dos meses después de haber sido despojado de su visa de turismo en plena cresta del proceso 8.000, en el que más tarde sería absuelto por el Congreso.
“Iré a Nueva york y si me antoja ir de compras también lo haré”, dijo en el preámbulo de aquel viaje Samper. Hoy, 29 años después, lo hace Petro. El jefe del Estado ha dicho coloquialmente que no le interesa ir a ver al Pato Donald en Disney World, pero formalmente sostiene que como Colombia tiene un asiento reservado en el Consejo de Naciones Unidas, él tiene derecho a asistir a las sesiones.
En septiembre de 1996, cuando Samper optó por asistir a la Asamblea en Nueva York, el Departamento de Estado decidió no aplicarle restricciones de movilización, como sí lo hizo con países que en esa época eran considerados “parias”, como Irán, Irak, Cuba, Corea del Norte y Libia.
A los jefes de estado de estos últimos países les impuso la condición de que no podrían moverse por fuera de los 42.5 kilómetros que conformaban el perímetro de Nueva York.
Los términos utilizados por el gobierno de Estados Unidos para despojar de la visa a Samper habían sido tanto o más duros que los empleados cuando se tomó la misma decisión contra Petro. "El presidente Samper participó a conciencia en negociaciones con el narcotráfico (…) hay certeza de que ingresaron dinero del narcotráfico en su campaña electoral (…) la sanción es personal, no contra el Gobierno colombiano", dijo el entonces portavoz del Departamento de Estado, Nicholas Burns.
Curiosamente, tampoco es nuevo que un presidente colombiano haya considerado la posibilidad de participar en una manifestación callejera en Nueva York el día que pidió a los militares de Estados Unidos no obedecer las órdenes de sumarse a los ataques de Israel contra la Franja de Gaza. Solo que en el caso de Samper difieren un tanto las circunstancias, ya que la manifestación fue organizada después de ya estaba sin visa.
En efecto, miembros de un comité liberal en Nueva York y varios colombianos residentes allí (en esa época el número de compatriotas registraba medio millón) quisieran invitar a Samper a una manifestar popular en un parque cercano a la sede de Naciones Unidas, pero finalmente el cónsul en Nueva York, el empresario del transporte Carlos Julio Gaitán, consideró que no era prudente hacerlo.
Tampoco prosperaron las manifestaciones contra Samper. Lo intentó Gonzalo Peñaranda, presidente del Directorio Conservador de Nueva York, pero su llamamiento a una concentración para protestar frente a la Misión de Colombia ante la ONU no tuvo acogida alguna.
También existen relativas similitudes en las razones y argumentos que los dos presidentes prepararon para sus intervenciones ante la ONU cuando ya estaban sin visa. Samper cuestionó el regreso al unilateralismo de la política exterior de Estados Unidos y dio que la descertificación y el retiro del visado representan una expresión de una “guerra unilateral”.
Petro mantiene una posición similar, aunque con algunos matices. Ha mencionado entre las razones de las determinaciones de la Casa Blanca en su contra su postura frente a los ataques a la Franja de Gaza y también el hecho de que su gobierno hubiese descartado una ofertad de Estados Unidos para la compra de una flota de aviones de guerra y hubiese optado por comprárselas a Suecia.
En los temas que consideraban en el escenario de la ONU también hay algunas similitudes. El tema de la crisis del Medio Oriente y los riesgos de guerras nucleares eran motivo de preocupación entonces y lo siguen siendo ahora.
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