El reciente fallo del Tribunal Superior de Bogotá, que ratifica la inocencia de Álvaro Uribe Vélez en el caso por soborno a testigos y fraude procesal, ha causado indignación en amplios sectores de la opinión pública. Para muchos, esta decisión no solo cuestiona la independencia de la justicia, sino que representa una vergüenza internacional en materia legislativa.
El caso de Uribe trasciende lo jurídico y se enmarca en una red política y económica de poder, donde confluyen intereses de la ultraderecha colombiana, sectores empresariales y actores internacionales. En esa lectura crítica, se insinúa la influencia de Estados Unidos y de organismos de inteligencia como la CIA, que históricamente han intervenido en países con gobiernos progresistas.
Golpes blandos y viejas recetas del imperio
La historia demuestra que los golpes de Estado no son hechos aislados. Desde Irán (1953) hasta Chile (1973), Estados Unidos ha promovido cambios de régimen bajo el argumento de combatir el comunismo.
Entre los ejemplos más recordados figuran:
- Irán (1953): la “Operación Ajax” derrocó al primer ministro Mohammad Mosaddegh.
- Guatemala (1954): la CIA apoyó la caída de Jacobo Árbenz.
- Chile (1973): el bombardeo al Palacio de La Moneda marcó el ascenso de Pinochet.
Estos antecedentes sirven para advertir que Colombia estaría ahora bajo la mira del intervencionismo estadounidense, especialmente desde la llegada del presidente Gustavo Petro al poder.
La amenaza al cambio social
Estos movimientos no son solo atacar al mandatario, sino impedir el avance de políticas sociales y mantener la estructura de poder económico tradicional. Se trata de “mantener al pueblo colombiano en la esclavitud y al servicio de las élites”, con la complicidad de figuras políticas, empresariales y mediáticas.
Así que defender la democracia y las reformas sociales frente a quienes, desde el poder o la desinformación, buscan debilitar al gobierno del cambio.
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