Colombia se juega el futuro de 50 millones de personas en las elecciones del 2026 y el verdadero riesgo de perder la Democracia y la Libertad no está en manos del presidente Gustavo Petro, el verdadero riesgo está representado en los políticos y gobernantes que sucumban ante él, colocando sus intereses personales por encima del interés general.
La chequera del Estado y la promesa de ríos de dinero para desarrollar todo tipo de “proyectos” en las regiones, preferiblemente con entidades locales, están al orden del día, porque saben de las debilidades de mandatarios y asesores, que más que gobernar buscan hacer negocios e intercambio de favores presupuestales.
Estás en elecciones, como pocas en su historia, podrán a prueba la fortaleza de las convicciones y los principios, ya que muchos seguirán posando de demócratas en público mientras en privado se prestan para el juego del petrismo y su caterva de corruptos, que hoy recorren el país ofreciendo el oro y el moro.
Colombia no ha querido aprender de los errores de los vecinos y hoy corremos el riesgo de perder el país por unas monedas y las migajas de poder. En Venezuela otros también creyeron que se podía comer la “mermelada” sin arriesgar a toda una nación, su ambición y ceguera les generó un cuarto de siglo de dictadura.
Aquí todos hemos visto el deterioro de la salud, el deterioro del orden público y la seguridad, los vergonzosos escándalos de corrupción, los intentos de usurpar funciones del Congreso y las Cortes promoviendo además una constituyente, el errático manejo fiscal y sus ataques a la prensa, muestras inequívocas de autoritarismo. ¿Qué más necesitan para reaccionar y actuar con responsabilidad?
A esta debilidad de carácter y de principios de muchos de nuestros dirigentes se suman los peligrosos acercamientos del partido de Gobierno con estructuras criminales, convirtiendo a sanguinarios criminales en “almas nobles” que promueven La Paz.
Esas negociaciones al menudeo a lo largo y ancho del territorio nacional bajo el ropaje de la “paz total” y los “famosos gestores de paz” la sufren los ciudadanos que viven en carne propia el deterioro de la seguridad y el orden público en sus regiones, donde la presencia del Estado es reemplazada por actores criminales que se mueven a sus anchas.
En este peligroso cóctel nada se puede esperar de criminales que siempre han despreciado la legalidad y el Estado de derecho, pero uno sí albergaría la esperanza de que algo de sensatez, responsabilidad y decencia quede en los dirigentes que hoy tiene la suerte del país en sus manos.
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