La tragedia que vive el Catatumbo, extendida a gran parte de Norte de Santander y al sur del Cesar, es el resultado de un clamor que nunca fue escuchado. Para muchos habitantes, la indiferencia del Estado se traduce en miedo, violencia y abandono.
La alerta ignorada
El 15 de noviembre de 2024, la Defensoría del Pueblo emitió la Alerta Temprana No. 026, advirtiendo sobre la crisis que se avecinaba. Sin embargo, quienes tenían la capacidad de actuar nada hicieron. Hoy la región vive entre el ruido de los fusiles y el silencio institucional.
El control de los grupos armados
Según denuncias ciudadanas, grupos ilegales circulan libremente por los territorios: instalan retenes, asesinan, secuestran, reclutan y lanzan explosivos desde drones, sin distinguir entre combatientes y población civil. Esto constituye una violación flagrante al derecho internacional humanitario.
La violencia se ha normalizado en imágenes que circulan en redes: carros incinerados, cuerpos en las carreteras y combates celebrados como trofeos de guerra. Ni siquiera la iglesia, que trabaja por mantener la fe y la esperanza, se libra de los señalamientos.
El vacío del Estado
En carreteras de Norte de Santander y del sur del Cesar, es más fácil encontrar ganado suelto que un puesto de control militar. Aunque el gobierno asegura haber desplegado 10.000 soldados en el Catatumbo, para la ciudadanía su presencia es un “espejismo”. Mientras tanto, los actores armados aprovechan el vacío para imponer control social y territorial.
Incertidumbre electoral
En este contexto, surge una pregunta inevitable: ¿habrá garantías para las elecciones de 2026?. Los ciudadanos dudan de que los candidatos puedan recorrer el territorio con seguridad, mientras sus electores continúan atrapados entre balas y abandono.
Nuevas advertencias
En junio de 2025, la Defensoría actualizó la alerta temprana AT 026-24, advirtiendo además sobre la posible incursión de grupos paramilitares en la región. La ciudadanía espera que esta vez las recomendaciones sean atendidas por el gobierno y que la respuesta institucional logre conjurar el miedo y la incertidumbre.
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