El espiral violento que ha desatado una de las peores crisis humanitaria en la región del Catatumbo por el ataque armado llevado a cabo por el ELN, en contra de las disidencias de las Farc, deja ver la planificación que este grupo realizó en contra de sus enemigos. La simultaneidad en la ofensiva nos permite deducir, que tomaron todo el tiempo posible para conocer de cerca, los objetivos sobre los cuales dirigieron la ofensiva militar.
Las imágenes de terror son dantescas, cuerpos destrozados y esparcidos por todas partes, la zozobra por la confrontación armada que han tenido que vivir las comunidades quienes se han visto obligadas a desplazarse, hacia los cascos urbanos, refugios humanitarios en las escuelas de las veredas, y otros que han tenido que cruzar las fronteras con Venezuela, son el resultado de una tragedia anunciada hace muchos años en el Catatumbo a la que nadie quiso atender.
Hoy son muchos quienes se rasgan las vestiduras, buscando culpables, en medio de la crisis humanitaria que ha dejado esta confrontación armada, pero dentro de ese grupo de críticos, también están quienes se negaban y a la vez crucificaban a quienes nos atrevíamos a hablar sobre el conflicto armado que se avecinaba, entre el ELN y las disidencias de las Farc en la región.
Este nuevo, y horroroso conflicto en el Catatumbo, dejan al descubierto muchas cosas, entre las que contamos la insensibilidad ante la tragedia, personas que se hacen pasar como víctimas sin serlo, la capitalización sobre las desgracias ajenas, y primordialmente la desidia del Estado que no hizo absolutamente nada para prevenir la crisis, que a través de las Alertas Tempranas (AT), emitidas por la Defensoría del Pueblo, los medios de comunicación, anunciaron con tiempo de antelación.
La capacidad institucional para hacerle frente a la crisis está desbordada por el número de personas que claman por ayuda, a pesar de los esfuerzos de las administraciones locales, no se cuenta con la logística suficiente. Ahora los confinamientos, los secuestros, son uno de los problemas más graves que han tenido que padecer los pobladores del Catatumbo. La coordinación de las instituciones del Estado, para rescatar a las personas que enfrentan el peligro, no son suficientes por los obstáculos que se presentan, entre ellos la geografía, la extensión del territorio, y la cantidad de municipios en donde han tenido lugar los enfrentamientos, los confinamientos y las amenazas, sin contar con la fuerte presencia de las estructuras armadas que aún se mantienen en confrontación, lo que a la vez pondría en peligro el éxito de las misiones de rescate.
Desmentir la confrontación que avanzaba a pasos agigantados, ha quedado demostrado que no era la fórmula para evitar la tragedia. Hoy en plena crisis humanitaria en el Catatumbo, hay quienes insisten en responsabilizar a quienes de manera diligente alertaban sobre el conflicto entre el ELN, y las disidencias de las Farc, alertas que nos tomamos muy en serio hasta los columnistas y escritores de parcelas, pero que ignoraron los altos funcionarios de gobierno.
Lo que sí podemos asegurar con mucha tristeza y miedo, es que el conflicto no va terminar de la noche a la mañana, que los pronunciamientos vengan de donde vengan de nada van a servir para detener la guerra, y que las afectaciones psicosociales serán un lastre que arrastraremos por muchas décadas, terminando de romper el frágil tejido social que de manera paulatina empezaba a reponerse después de los años de la violencia paramilitar, las confrontaciones del 2018, entre el ELN, y el EPL, pero que con la crisis humanitaria del momento dejarán una marca indeleble en la memoria de los Catatumberos, ante la tragedia anunciada que nadie quiso atender.
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