"Este gobierno ha demostrado que derribará nuestra democracia si eso es lo que hace falta para ganar".
"El actual mandatario se ha aprovechado de su cargo para beneficiarse a sí mismo y a sus amigos y no ha mostrado ningún interés en tratar la presidencia como algo diferente a un reality show más, que puede usar para obtener la atención que ansía”.
“En este momento tenemos un presidente que convierte nuestras tragedias en armas políticas”.
“No ha crecido en el cargo porque no puede y las consecuencias de ese fracaso son graves”.
“Ellos entienden que en esta democracia el comandante en jefe no utiliza a los hombres y a las mujeres de nuestro Ejército, que están dispuestos a arriesgar todo para proteger a nuestra nación, como fichas políticas para desplegarlos en contra de manifestantes pacíficos en nuestro propio suelo”.
Estos entrecomillados no se refieren al gobierno bifronte: Uribe-Duque.
Son frases expresadas por Barack Obama durante la Convención del Partido Demócrata para oficializar la candidatura de Joe Biden y Pamela Harris a la presidencia y vicepresidencia de los Estados Unidos; mientras al día siguiente, en su discurso Biden, enfatizó que el gobierno de los Estados Unidos no seguiría de cómplice con dictadores como el ruso Putín, que interfirió en las pasadas elecciones para presidencia de los Estados Unidos. Y sin nombrarlos nos recordó la afinidad que Trump también ha mostrado con los Bolsonaro, Duterte de Filipinas y Uribe-Duque, todos partidarios de regímenes autoritarios que tienden a concentrar los poderes ejecutivo, legislativo, judicial, sustentarse en militares de ultraderecha y además desprestigian y buscan someter a la prensa libre, mientras despliegan por las redes sociales "bodegas" y cuentas falsas para bombardear a la opinión con noticias falsas.
Estas apreciaciones de los demócratas en su convención caen como anillo al dedo en Colombia, donde un expresidente que en la práctica sigue gobernando en cuerpo ajeno, a las buenas o a las malas, quiere ajustar el país y sus instituciones a su pensamiento y métodos autoritarios; y “combinando todas las formas de lucha”: legales e ilegales, como lo ha demostrado en casi 20 años que ha controlado la presidencia, con la utilización del DAS y la inteligencia militar para espiar a magistrados, periodistas, contradictores políticos, etc; más la repetitiva estrategia de ampararse en abogados de mostrar para presuntamente intentar comprar y manipular testigos con los que no ha funcionado el método de “plata o plomo” que puso de moda el imitado y superado Pablo Escobar, que a pesar de que soñó ser presidente de Colombia, solo alcanzó a llegar hasta la Cámara de Representantes.
Y es que la suerte de Estados Unidos en las elecciones de noviembre, está muy ligada al futuro de Colombia, pues si ganan los demócratas, como indican las encuestas, las condiciones favorables que ha tenido el binomio Duque-Uribe, para desplegar su política autoritaria y arrodillada a la errática política exterior agenciada por Trump, cambiarán; y también la vigilancia y control sobre la inversión de ayudas para las fuerzas armadas y programas acordados cuando se desmovilizaron las Farc, y los cuáles disimuladamente han sido desviados y boicoteados por el gobierno colombiano, con el freno a la Reforma Agraria Integral, el afán de desprestigiar a la JEP, desplegados durante dos años de este gobierno; el desprestigio a las cortes que investigan a Uribe, para crear una sola, mediante la convocatoria de una asamblea constituyente o un referendo, se complementarían con el dominio ejercido sobre la Fiscalía, y organismos de control que deberían estar contrapesados por la oposición, como en los casos de la Procuraduría, Defensoría del Pueblo y Contraloría, sobre los que, gracias a la mermelada que tanto criticaron a Santos, en el Congreso ya aseguraron sus fichas.
De repeso, para caminar rumbo a un régimen autoritario, el coronavirus, y la Virgen de Chiquinquirá y el Señor Caído de Monserrate, al binomio Uribe-Duque, le cayeron del cielo, para en cuarentena castrar el control del Congreso; y a punta de decretos, tomar medidas e implementar programas de emergencia manipulados apuntando a futuras elecciones; y además de engrosar las arcas de los bancos, disimuladamente favorecer la acción de diversos grupos guerrilleros y paramilitares ligados al narcotráfico y minería ilegal, cuya existencia justifica la progresiva militarización y restricciones sobre las comunidades, sin que cese la violencia y antes se incremente, aprovechando el río revuelto para descabezar líderes sociales, incómodos para desarrollar grandes proyectos minero-energéticos-industriales, en territorios hasta donde el Estado nunca ha llegado.
Trump, Bolsonaro y Uribe-Duque son hermanos carnales de la desvencijada ultraderecha neoliberal, que con el “lobo del socialismo”, quieren asustar a la población al ver en peligro su eternización en el poder; y además están dispuestos a arrasar con las instituciones, adecuándolas a las necesidades del partido de gobierno y de su máximo jefe urgido de evadir las investigaciones que le adelantan y como lo pedía una senadora del Centro Democrático llamando a la movilización de las reservas de las Fuerzas Armadas y de oficiales del ejército reclutados por el autócrata.
Con el posible ascenso de Biden y la posibilidad de que en Colombia frente a una amplia coalición progresista pierdan la presidencia ven en peligro quedarse sin la complicidad de la mayor potencia del mundo.
De ahí el afán de asegurar en lo que resta de 202, el control sobre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, también de las fuerzas armadas, además de importantes medios de comunicación que se matriculan con la defensa incondicional del investigado Uribe y las redes sociales, asustando a los ciudadanos sobre el “peligro del socialismo y castrochavismo” que ven en todos los que proponen cambios democráticos en beneficio de la mayoría de la población.
