Así vivió el horror un estudiante colombiano en París

Así vivió el horror un estudiante colombiano en París

'Es la primera vez que atacan directamente a la juventud, a mis amigos, a mis colegas'

Por: Camilo Leon
noviembre 17, 2015
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Así vivió el horror un estudiante colombiano en París
Foto: tomada de siete24.mx

“¿Y tus allegados, tu gente, todos están bien?” – Todo estudiante parisino escuchó esta frase al menos una vez este fin de semana. Es la primera vez que atacan directamente a la juventud, a mis amigos, a mis colegas. Por primera vez siento que no se pueden tomar “medidas de seguridad”. En Bogotá sabemos que a ciertas horas, en ciertas partes, es mejor no estar -“no hay que dar papaya- me decían mis padres. En París esta fórmula no aplica. Estudiantes, clase media, gente del común es objetivo de un “enemigo”, de un verdugo invisible, de un asesino incorpóreo.

Ese día yo salía hacia rue Bichat, lugar de la primera balacera. Fui invitado por una amiga a un restaurante que se encuentra a 100 metros de donde ocurrió la tragedia. La impotencia y la exaltación se abren paso en medio de miradas atónitas e incomprensivas de colegas y amigos. Todos pensamos en nuestra gente, en nuestra familia. WhatsApp nos reúne: nos enviamos mensajes de aliento y de tristeza. Pasar por Saint Lazare se vuelve un motivo de angustia, tomar el metro también. La gente se alienta mutuamente dejando rosas en el Bataclan, encendiendo velas, viendo cómo el viento va devorando las cenizas al exterior de las ventanas. El fin de semana nos quedamos con los allegados más cercanos, buscamos compañía en medio del desaliento.

Las llamadas no cesan, los mensajes tampoco. Facebook propone un servicio para confirmar que la gente en París esté bien. Las notificaciones no paran de llegar. Todo nos recuerda que los jóvenes somos el objetivo, ése día habría podido ser cualquiera de nosotros, es lo que nos decimos cuando nos vemos al día siguiente. El 10ème y 11ème arrondissement son los lugares más “jóvenes” de París: estudiantes, trabajadores, los jóvenes en general frecuentan bares a reventar; el alcohol, la música y la joie de vivre recorre las calles de Belleville y de République. Nos repetimos - “pude haber sido yo”.

La París de hoy en día es un lugar ecléctico, cosmopolita y salvaje, no tan lejano del mundo descrito por Cortazar hace medio siglo. Los estudiantes estamos ahí, con ganas de vivir, de crecer, de conocer. Mí París, nuestra París, la de los metros, la del ruido, la de los locos, la dispendiosa y enormísima ciudad que nos permite estar en lo más profundo de nuestros sueños parece hoy cansada y aturdida.

Escucho los discursos en la radio, solo se habla de guerra, de ser implacables, de estar preparados para aniquilar al enemigo, de prepararnos para nuevos ataques. Mientras escucho y veo esto, pienso en los discursos que hace unos años en Colombia fueron tan populares, los mismos que atizaron el odio y el falso “sentimiento de seguridad” que buscaba a toda costa aniquilar a un “enemigo de la patria”. Pienso a los discursos belicistas que tristemente se sobreponen al discurso democrático y pacifista que en algún momento fue el emblema de éste país.

La vulnerabilidad y el cansancio lo sentimos todos: las sirenas nos entristecen, los sonidos fuertes nos asustan, la paranoia nos toma desprevenidos y tendemos a mirar con desconfianza a nuestro vecino. Hoy me entristece saber que el sentimiento de vulnerabilidad – que bien conocemos en Colombia – vaya instalándose progresivamente en nosotros, los jóvenes de París. Me entristece saber que pensemos en términos de guerra, cuando lo que necesita éste país es hablar de paz y de reconciliación; me preocupa pensar en “la guerra” cuando la estigmatización parece - hoy más nunca -, excluir a una parte de la población de la “vida parisina” a la cuál muchos nos hemos acostumbrado.

En medio de la incertidumbre, de la tristeza y de la vulnerabilidad, pienso en los riesgos que implica pensar en términos belicistas. Temo que nos inviten a pensar en términos de “amigo-enemigo”, a que las generalizaciones nos conduzcan a estigmatizar al vecino, a crear un enemigo virtual que divida aún más a ésta sociedad, a ésta juventud que no conoce el conflicto armado. Lo temo porque vivo en ésta ciudad vivaz, porque me siento parte de una ciudad cronopiesca, porque la que quiero y la aprecio.

Tuvimos un minuto de silencio en mi universidad. Las caras lánguidas se mezclaron en un espacio triste y calmo. Todos nos miramos, nos tocamos, quizás para saber lo vivos que estamos, quizás para sentir compañía frente a la incertidumbre. Todo pasó rápidamente, volvimos a la vida parisina intentando regurgitar el sosiego. Volvimos a París, con angustia y con esperanza, creyendo en la solidaridad y en la paz, creyendo que hay algo más allá de la guerra.

 

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