Víctimas sin jerarquía
Opinión

Víctimas sin jerarquía

Por:
agosto 12, 2014
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Empiezo con una recomendación: la película La mujer que cantaba, un retrato conmovedor de lo que genera la guerra: degradación y resiliencia, deshumanización y redención. Tragedias contemporáneas que sin embrago, se vuelven oportunidad para la dignificación y la reconciliación.

Creo de verdad-verdad, en el hondo significado de la frase “es la hora de las víctimas”. Creo que el país entero puede aprender de sus historias, de sus estrategias de sobrevivencia, de sus procesos de reconstrucción de la vida, de reconciliación, de liderazgo y organización.

Los adalides del país del odio y la polarización vociferan y escriben diatribas contra el proceso de paz y tratan de dividir y estratificar a las víctimas en “víctimas de bien” y “víctimas sospechosas”, según se hayan cruzado en su historia con un hecho de violencia de la guerrilla, o de los paramilitares. Ni qué decir de las víctimas del propio Estado, no reconocidas por el discurso antiterrorista que solo las ve como daños colaterales. Sin embargo, en un país con tantas décadas de solución violenta de los conflictos sociales y políticos, en un país en el que casi toda la producción de riqueza ha estado cruzada y abonada con sangre, no podemos caer en la tentación de pensar en víctimas de primera, segunda o tercera categoría.

Aún más: muchas de las víctimas lo han sido de todos los sectores armados, legales e ilegales, sin contar con la cantidad de casos en que los victimarios han sido víctimas primero, las miles de víctimas de víctimas de víctimas, como canta César López.

Así que, aunque los ilustres vociferantes traten de imponer su mirada jerárquica y vengativa, un vistazo a nuestra historia desvirtúa totalmente su lectura simplista.

Quiero enfatizar en aquellos procesos que, por el contrario, intentan encontrar caminos para desandar la barbarie y plantean encuentros en los que las palabras y no la fuerza sean los hilos del tejido de una nueva historia.

Un espacio fue el reciente Encuentro Nacional de Víctimas, en el que una vez más, las mujeres organizadas del país demostraron que, los años de reflexión, trabajo y producción intelectual les permiten hoy tener una lectura clara del país y los caminos para que la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición, permitan al tiempo de reconstruir al país, saldar las deudas que en materia de equidad se han acumulado por siglos con más de la mitad de la población, sus mujeres. A nombre de más de nueve organizaciones nacionales de mujeres, Claudia Mejía presentó una clara ponencia que termina así:

Para que la paz en Colombia sea una realidad sostenible y duradera debe pasar por el cuerpo de las mujeres. El acuerdo y el posacuerdo deben garantizar que los derechos de las mujeres víctimas estén en el centro de los derechos de las víctimas, deben comprometerse con la reivindicación de las mujeres de ser “pactantes y no pactadas” y en consecuencia, establecer la paridad para las mujeres en los escenarios y mecanismos que se adopten para la refrendación, las medidas de implementación y el fortalecimiento de la democracia.

Finalmente, las mujeres colombianas les hacemos responsables, a Uds. las partes que negocian en la Habana, del derecho que nos asiste a vivir en paz, les negamos el permiso a levantarse  de la Mesa hasta que firmen los acuerdos, les disuadimos de seguir destruyendo la obra de las mujeres porque las guerras devastan nuestra creación. Pero también les exhortamos  a un pacto inmediato del cese bilateral al fuego y en todo caso a sacar a la población civil de la confrontación armada para que crezca la confianza en el proceso de paz y para que no haya una Yurani más en la historia de Colombia.

Me uno al llamado urgente del cese bilateral del fuego y a las hostilidades de inmediato.

Pero aún quiero enfatizar en otros dos tipos de víctimas, que como las del conflicto armado, no son tampoco de tercera ni de cuarta.

Este fin de semana la cifra de mujeres asesinadas en Cali llegó a 60 en lo que va corrido del año. La mayoría de ellas a manos de sus parejas y exparejas. Algunos de los lectores se enfurecen cada vez que las mujeres “posamos” de víctimas. Pero la realidad es contundente: hay una cultura que sostiene y promueve la desvalorización de lo femenino y de las mujeresy el resultado es, entre otros, la facilidad con que los conflictos de pareja y las separaciones se resuelven con feminicidio. El otro resultado es que en lugar de solidaridad e indignación, estas mujeres son revictimizadas cuando se aduce que se lo buscaron o se les monta la sospecha de que “por algo sería”.

Finalmente, quiero solidarizarme con otras víctimas: la cultura, las artes y la investigación del Valle del Cauca están asfixiadas por la incompetencia, las obligaciones económicas incumplidas  y la falta de voluntad política del gobernador Ubeimar Delgado.

Un país que no aprende de su víctimas, un país en el que las mujeres siguen recibiendo el peso de las violencias de todo tipo, un país sin memoria, sin identidad y creatividad no puede salir del laberinto en el que lo han sumido décadas de conflictos mal resueltos. Creo que podemos, como propone Estanislao prepararnos para tener mejores conflictos. Este es un momento inmejorable para intentarlo.

 

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