Se podrían evitar 12.000 muertes en 2015

Se podrían evitar 12.000 muertes en 2015

Por: Edmundo Herrera Flórez
abril 12, 2015
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

En contravía de la percepción que tienen algunas personas con las que he conversado sobre la consuetudinaria falta de respeto a las personas con las que no estamos de acuerdo en ideas u opiniones, creo que si iniciásemos un movimiento social en pro del derecho a la dignidad personal en todo el espectro de nuestra sociedad, podríamos evitar 12.000 muertes en 2015.

La percepción de que el matoneo, la intolerancia, la falta de respeto, la agresión verbal y física, la tortura psicológica son leves males sociales frente a los monstruos de la corrupción, el azote de la delincuencia, la inseguridad, la delincuencia misma, la ignorancia, la falta de oportunidades, el desempleo, los impuestos, la carencia de un adecuado nivel de vida, el "todo vale", la falta de ética, el dejar que ciertos políticos roben con tal de que hagan algo, esa percepción está acabando con el país de manera acelerada.

Preocupado con el hecho de que algunas personas crean que la intolerancia es parte de nuestra genética social, arraigada en la educación, la familia, la política, la vida social y la economía decidí consultar las estadísticas sobre muertes por causa de la intolerancia. Encontré que si bien entre el año 2013 y el 2014 hubo una disminución del 15 por ciento, si no se corrige la tendencia de resolver los problemas entre familias, vecinos, comunidades, relaciones en centros de educación, relaciones entre grupos como la barras del fútbol, la inconformidad con los sistemas de transporte, las dificultades de las grandes aglomeraciones de nuestras ciudades, poblaciones, localidades y comunas, tendremos a finales de 2015 más de 12.000 muertes que podríamos evitar.

Me rehúso a aceptar que la intolerancia es, quizá, el rasgo más relevante de la cultura colombiana, a decir de Elsa Blair (http://base.d-p-h.info/es/fiches/premierdph/fiche-premierdph-245.html) porque creo que hay rasgos muy importantes en la cultura colombiana que sí son relevantes y que se expresan y se sienten con orgullo en cada una de las regiones del país.

Sin embargo, sí vivimos con ese estigma de intolerancia y agresividad y, lo peor, nos hemos acostumbrado a ella hasta el punto de que ya parece ser normal ser intolerante y agresivo a morir.

Vacilo en continuar presentando mi opinión porque creo que es llover sobre mojado tratar de ilustrar con cifras o con ejemplos los casos en los que la intolerancia ha causado la muerte a tantas personas. Las publicaciones vespertinas de la prensa se han especializado en ese tipo de información de modo que no veo la razón por la que tenga que imitarlas. Basta con afirmar que no hay en nuestro país una sola persona que diga que no ha sufrido de manera directa o indirecta el oprobio de la intolerancia. Al igual creo que puedo afirmar que no hay persona que haya podido evitar escuchar o ver informaciones de hechos macabros de intolerancia.

Tampoco creo que valga la pena repetir la lista y la descripción de los ejemplos de intolerancia que hemos recibido de las autoridades encargadas de administrar justicia o de legislar o de ejecutar las normas ni hacernos a la idea de que no nos han tocado, no nos han herido, no nos han victimizado, porque es la verdad que la intolerancia manda y desmanda en Colombia.

La intolerancia se ha convertido en elemento instrumental en la vida diaria de la gente. La intolerancia se ha adueñado de la conciencia de la gente de tal suerte que para una cierta mayoría se la justifica, se la aúpa y se la usa para resolver conflictos graves y nimios. Y así hasta este día.

He leído con detenimiento y juicio la literatura que he podido recoger sobre la intolerancia en el país, sus posibles causas, sus diversas manifestaciones y el análisis que han hecho grandes expertos en asuntos sociales.

Con la humildad del que no sabe pero quiere aprender y estar bien informado, no encuentro ningún propósito en repetir, resumir o interpretar lo que los expertos han dicho porque creo que la realidad es más cruda y dolorosa.

Quisiera tener una solución que ofrecer para que pongamos fin a la tolerancia, pero no la tengo. Es más, he llegado a la conclusión de que no existe una la solución propuesta por un individuo. Creo que debe ser una solución colectiva, propuesta y acogida por los millones de personas que viven con la esperanza de una Colombia en paz, con respeto a la dignidad humana, con proyectos de vida que involucren el derecho a la salud, a la educación, al trabajo y a vivir sin temores.

Creo, tal vez en forma utópica, que la solución debe formularse desde el individuo que detesta la intolerancia y desde el individuo para quien la intolerancia haya sido su arma de preferencia y prosperidad, desde la familia que ha sido victimizada por la intolerancia y la familia victimaria, desde el centro educativo en donde la intolerancia se da entre quien quiere vivir en tolerancia y ha sido matoneado y entre el individuo que se ha aprovechado de su fortaleza física para matonear.

Y así creo que debe darse un movimiento social en donde el intolerante acepte que su manera de relacionarse con quienes están a su alrededor es incorrecta, falta de ética y falta de conciencia social, pero que ha llegado el momento de retornar a la vía de la tolerancia, el diálogo y la aceptación de las diferencias.

Debe darse un movimiento en el que las personas que tienen la responsabilidad de dirigir, desde la familia hasta los padres de la patria se resuelvan a dejar a un lado la intolerancia y empiecen a dialogar como seres con criterio y ética.

En Colombia existen todavía personas, comunidades, políticos, instituciones y entidades que sienten y saben que el aprendizaje de la tolerancia es el camino a seguir para lograr la paz. Les invito a que trabajemos solidariamente por hacerlo, por ese camino se evitaría la muerte de unas doce mil personas en el año en curso.

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