Regresan las masacres al estilo paraco: ahora por cuenta de Los Caparrapos

Regresan las masacres al estilo paraco: ahora por cuenta de Los Caparrapos

“Al seminarista lo arrodillaron y lo mataron delante todo el pueblo”: el horror ha llegado a San José de Uré en el Sur de Cordoba donde el Clan del Golfo manda a plomo

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mayo 31, 2019
Regresan las masacres al estilo paraco: ahora por cuenta de Los Caparrapos

En febrero pasado a los habitantes de San José de Uré, al pie del Nudo del paramillo, el Bloque Virgilio Peralta Arenas de los Caparrapos les recordó a sus cinco mil habitantes que la guerra no se había terminado. Vestidos con uniforme del ejército, cubiertos los rostros con pasa montañas y cargando fusiles de asalto una veintena de hombres gritaban por las calles empolvadas que lo mejor sería que la gente se mantuviera en las casas, que ellos habían llegado para quedarse. Como si el ángel de la muerte rondara el pueblo la gente no salió hasta el otro día. Entonces encontraron letreros alusivos a los Caparrapos, doce familias desconsoladas porque se habían llevado a sus hijos para alistarlos en sus filas y cuatro muchachos asesinados que dejaron tirados a las afueras del pueblo. Dos de ellos eran los hermanos Samuel y Abel Ortega Díaz de 20 y 24 años que habían cometido un solo pecado: impulsar la erradicación manual de la coca, el caldo con el que se alimentan y se hacen millonarios los grupos armados que se pelean la zona.

Ese día Javier Pertúz, seminarista de la Dioscesis de Montelibano y Jader Polo, un humilde mototaxista ambos miembros del Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilicitos, algo que en ese pueblo es considerado un pecado, respiraron tranquilos. Desde hacía meses las amenazas de los Caparrapos, amos y señores de esa región del Sur de Córdoba, caían como un yugo terrible sobre ellos. No podían decir nada, nadie podía decir nada. El cerco que ha puesto esta banda criminal es infranqueable. Periodistas del departamento, jueces y políticos están vetados de divulgar cualquier información. Pero las cifras son aterradoras. En lo que va del 2019 han matado a noventa y dos personas, han sido desplazadas 243 familias y han reclutado a casi un centenar de muchachos.

San José de Uré es una zona de guerra, eso lo sabían los seminaristas. Sabían que los interminables cultivos de coca del lugar son disputados por los Caparrapos, el Clan del Golfo y disidencias de los frentes 18,58 y 5 de las FARC. Sin embargo ninguno de ellos son tan crueles como los Caparrapos.

La última incursión del grupo fue la más feroz de todas. La primera señal del horror fue la desaparición del joven Luis Velásquez en el vecino corregimiento de Batalito, que aparecería dos días después con un disparo en la frente y con los brazos partidos de tanto que lo habían golpeado. Después se desató la pesadilla. A las tres de la tarde del 23 de mayo, con lista en mano, diez hombres pertenecientes a los Caparrapos vestidos con uniformes del Ejército y con fusiles, obligaron a todo el pueblo a salir de sus casas, los congregaron en la plaza. Buscaban informantes de sus más encarnizados enemigos, el Clan del Golfo. Luego de un breve discurso, en donde les advertía que a los sapos que les advirtieran a los periodistas de lo que estuviera pasando los mataban, sacaron de dentro del público al seminarista Javier Pertúz y al mototaxista Jader Polo. Los mataron de un tiro en la cabeza delante de todos. Cuando se fueron volvieron a dejar las casas del pueblo pintadas con sus siglas.

Una semana después el miedo es lo que manda. Desde marzo el Gobierno de Iván Duque ha prometido reforzar la zona pero el número de asesinatos sigue creciendo hasta el punto de que en ninguna otra parte de Colombia matan a tanta gente como acá. En San José de Uré lo único que esperan es que Pertúz y Polo sean los últimos muertos.

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