Quiero ser un niño profesional
Opinión

Quiero ser un niño profesional

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febrero 04, 2015
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Cuando Valter Rado era un niño se disfrazaba con cualquier trapo que encontraba en su casa. Imitaba el caminar de sus profesores, se mofaba de los adultos sin sentido del humor y hacía con torpeza arriesgados trucos de magia con los que deleitaba a sus familiares.

Hoy Valter Rado es un adulto feliz. Es actor y comediante. Baila sin ritmo y mucha gracia toda la música que le pongan, desde viejas polcas y mazurcas, pasando por  guarachas de Aníbal Velásquez o puyas de Pedro Ramayá hasta evolucionados ritmos caribeños como el merecumbé o la champeta.

Valter Rado (de pie) y Massimo Tuzza (sentado)

Valter Rado (de pie) y Massimo Tuzza (sentado)

Valter Rado llegó a Barranquilla para presentarse en el Carnaval Internacional de Artes 2015, un evento que tiene como propósito y premisa “La reflexión como espectáculo”. Más allá de las banalidades del éxito, o las estupideces de la fama efímera, los invitados al Carnaval de las Artes cuentan al público cómo conciben su obra, dialogan sobres sus procesos creativos y sus apuestas artísticas.

Durante la presentación de Tamburi Pazzi, compañía integrada por Valter Rado y Massimo Tuzza, el público gozó con sus ocurrencias a ritmo de tambor. Con la habilidad de Rado para convertirse en mosquito, que el público gritaba “chincunguña”;  y la plasticidad de Tuzza para hacer de sombra flaca y larga que se mimetiza sobre las cortinas del escenario y ayudaba a realizar los trucos de magia de Rado. El público agradecía con carcajadas.

Luego del primer acto, subió al escenario el escritor Efraim Medina. Dialogó con Rado sobre el origen de su arte. Rado habló sobre el ejercicio constante, las rutinas de malabares, la puesta en escena y la gratitud del pueblo asistente.

Luego de una pausa, Efraim preguntó si hacía lo mismo en la niñez. Rado dijo en italiano con acento alemán que “Desde niño hacía exactamente lo mismo”. Se disfrazaba. Imitaba a sus profesores, se reía de los adultos y hacía arriesgados trucos de magia. “¿Y ahora qué haces?”, preguntó Efraim.

Valter Rado (de pie) y Massimo Tuzza (sentado)

Valter Rado (de pie) y Massimo Tuzza (sentado)

Valter Rado se quedó un poco desconcertado, agitó una cola de vaca que tenía en sus manos y movió su cuello del que colgaba un cencerro. Levantó sus hombros y respondió: “Todo lo hacía desde niño, lo único es que ahora soy un niño profesional”. Bajó sus hombros.

El escritor Efraim Medina dio un paso atrás y presentó el siguiente acto de Tamburi Pazzi.

La frase de Valter Rado se diluyó entre aplausos y carcajadas que siguieron. Al finalizar la obra, varios niños comentaron que deseaban ser como él, que soñaban con montar una obra parecida en su colegio, que se colocarían un pitillo en la boca para convertirse en un mosquito, en sonarse las palmas contra el pecho para convertirse en un helicóptero o imitar las contorsiones de una tocineta que cae en un sartén caliente.

Al salir, encontré a un amigo tirado en un sofá en el foyer del teatro Amira de la Rosa. Lo asumí triste o por lo menos pensativo. Le pregunté si había gozado con las ocurrencias de Valter Rado y de Massimo Tuzza. Me miró a los ojos y apareció en su rostro una sonrisa de pesar: “Loco (como dicen los barranquilleros)… lo que pasa es que me acabo de dar cuenta que no soy un niño profesional”. Con su mirada aún en mis ojos, me apresuré a decir con certeza o torpeza que no esperara más y que en el próximo Carnaval se sacudiera de todos los malos recuerdos y se disfrazara de mico ojón peluo, de gorila emplumado, de loca arrebatada, de pichón de golero o coyongo morado, pero que buscara su niño profesional… En medio de su silencio y el mío, pensé que el carnaval es también una forma de encontrar a aquel niño que se le impuso o se dejó imponer un disfraz que no le gustaba.

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