Durante mucho tiempo, invertir en vivienda en Colombia fue una decisión guiada más por la intuición que por el análisis. Se compraba porque “era seguro”, porque el metro cuadrado siempre parecía subir o porque no había mejores refugios para el ahorro. Diez años después, el panorama es otro: el mercado inmobiliario colombiano es más maduro, más informado y menos propenso a las promesas fáciles.
En ese proceso de transformación, la llegada y consolidación de firmas internacionales como Engel & Völkers, que aterrizó en el país en 2013, marcó un punto de inflexión. Esta compañía, procedente de Alemania fue fundada por Dir Engel y en el 81 se unió Christian Völkers, con quien la compañía creció.
Su presencia coincidió con un cambio cultural: pasar de la transacción rápida al acompañamiento, del dato aislado a la lectura estratégica del mercado. Hoy, esa evolución se refleja en un sector que crece con mayor estabilidad y compradores que entienden mejor dónde y por qué invertir.
El balance reciente da cuenta de ese recorrido. Engel & Völkers proyecta cerrar 2025 con un crecimiento superior al 35%, manteniendo una trayectoria de expansión a doble dígito que ya completa más de una década. No se trata solo de volumen, sino de contexto: la vivienda usada en estratos medios y altos mantiene una rentabilidad anual entre el 6% y el 8%, con precios estables y sin señales de burbuja, incluso en un entorno económico retador.

Detrás de sus números se encuentra un egresado de Los Andes, quien empezó su recorrido en la empresa en 2013, hasta que en 2022 llegó a ocupar el cargo de Managing Director. Él ha sido clave para la expansión y crecimiento de la empresa europea en Colombia. Santiago Rico ha sido director de ventas de la compañía, fue el director de la sede en Bogotá y hoy en día está a frente de Colombia.
Un mercado que crece y que Engel & Völkers, empresa europea ha sabido aprovechar
Bogotá y Medellín siguen liderando la dinámica inmobiliaria. En el norte de la capital, zonas como Chicó Norte concentran operaciones de alto valor, con diferencias claras entre inmuebles antiguos, remodelados y nuevos. Medellín, por su parte, se ha consolidado como una de las ciudades más atractivas para el capital extranjero: el 44% de los compradores provienen de otros países, un dato que confirma la creciente internacionalización del mercado colombiano.
Parte de ese interés responde a un comprador más exigente. Tras la pandemia, crecieron las búsquedas de viviendas con terrazas, buena iluminación y zonas verdes, mientras áreas como Chía o Llanogrande se posicionaron como alternativas residenciales de alta calidad. Al mismo tiempo, el trabajo híbrido reactivó la demanda por oficinas bien ubicadas y espacios flexibles, y el comercio volvió a ganar valor en zonas con vida urbana.
En este contexto, la labor de Engel & Völkers ha sido la de ordenar la conversación inmobiliaria: estudios constantes, asesorías basadas en datos reales y una lectura más precisa del riesgo y la valorización. Su crecimiento —con nuevas aperturas proyectadas y una presencia cada vez más fuerte en varias ciudades— es también reflejo de un mercado que dejó atrás la improvisación.
Más que cifras, lo que se consolidó en esta década fue una nueva forma de entender la finca raíz: no como apuesta impulsiva, sino como una decisión de largo plazo. En un país acostumbrado a la volatilidad, esa madurez silenciosa ya es, en sí misma, una señal de cambio.
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