En diciembre, cuando el calendario se vuelve una excusa para comer mejor y más seguido, Pan Pa Ya encontró una respuesta inesperada a sus propios fantasmas. Mientras muchas marcas afinan promociones o bajan precios para atraer clientes, esta panadería bogotana hizo algo más elemental: volvió a lo que la gente reconoce como propio. Buñuelos. Amasijos. Masa caliente que huele a casa. Solo en ese mes, Fabio Cortés, uno de los dueños de la compañía, vio salir de los hornos cerca de tres millones de buñuelos. No es una cifra anecdótica: es la señal más clara de que la empresa no solo sobrevivió a sus peores años, sino que aprendió a leer mejor a su clientela.
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Pan Pa Ya no siempre estuvo en esta posición. Hubo un momento, no tan lejano, en el que cada cierre de un local se sentía como una amputación. Durante la pandemia, mientras Bogotá se vaciaba y el miedo ocupaba vitrinas y cajas registradoras, la empresa tuvo que bajar persianas una tras otra. Llegaron a tener casi 60 tiendas; cerraron 15. Intentaron mover empleados de un punto a otro para no despedirlos, renegociaron arriendos costosos y vieron cómo las ventas se desmoronaban. A eso se sumaron decisiones de inversión que no salieron como esperaban y que profundizaron el golpe.
Una de esas apuestas fue su entrada a los supermercados La 14, la histórica cadena caleña fundada en 1964 y que terminó cerrando definitivamente en 2022. Pan Pa Ya había invertido en 15 locales dentro de esos supermercados en el Valle del Cauca. La quiebra de La 14 arrastró también esa inversión. Fue una pérdida millonaria que los socios prefirieron no cuantificar públicamente, pero que marcó uno de los momentos más críticos de la empresa. Fueron años de números en rojo, de decisiones incómodas y de la sensación persistente de que el proyecto podía acabarse.
Hoy el panorama es otro. En 2023 cerraron con ventas por 96.000 millones de pesos. En estos días abren su cuarta tienda en Estados Unidos. Y en diciembre, cuando el consumo se vuelve emocional, encontraron en los buñuelos una fórmula sencilla y poderosa para reactivar la relación con sus clientes. No es solo un producto estrella: es un símbolo. Para muchos colombianos, dentro y fuera del país, el buñuelo es una forma de volver, aunque sea por un momento, a una mesa conocida.
La historia de Pan Pa Ya empieza lejos de los hornos industriales y de la expansión internacional. Empieza en 1986, cuando un grupo de amigos, ingenieros industriales de la Universidad de los Andes, decidió ahorrar juntos sin saber exactamente para qué. Cada uno guardaba una parte de su salario en un fondo común. Tres años después, cuando uno de ellos fue despedido, revisaron ese fondo y descubrieron que ya tenían un capital suficiente para intentar algo. Buscaron opciones, fallaron en varias —importar computadores, una tienda de ropa infantil— y terminaron mirando hacia un negocio mucho más cercano.
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En el barrio Pasadena, en el norte de Bogotá, un primo de Felipe Estrada estaba vendiendo una pequeña panadería. El local tenía 45 metros cuadrados y cuatro empleados. Ninguno de los socios sabía de panadería, tortas o café, pero vieron una oportunidad. Desde el primer día tuvieron una idea clara: no querían una sola panadería, querían una cadena. Empezaron ahí. Luego abrieron otra tienda en Puente Largo, después en Bella Suiza. El crecimiento fue gradual, sostenido, casi artesanal.
El gran salto llegó con la tecnología. A finales de los años noventa y comienzos del nuevo milenio, algunos de los socios viajaron a ferias internacionales del sector en Estados Unidos y Francia. Allí conocieron los sistemas de ultracongelación, una tecnología que permitía fabricar los productos en una sola planta y distribuirlos congelados a los puntos de venta, donde solo era necesario hornearlos. Pan Pa Ya fue la primera empresa en Colombia en adoptar ese modelo. La apuesta les permitió estandarizar calidad, reducir desperdicios y, sin saberlo entonces, abrir la puerta a la internacionalización.
La primera tienda fuera del país llegó en 2002, en el condado de Broward, en La Florida. La elección no fue casual: allí vive una de las comunidades colombianas más grandes de Estados Unidos. Después de años de aprendizaje del mercado estadounidense, abrieron una segunda tienda en Pembroke Pines en 2013 y una tercera en Doral en 2015. Hoy, con la cuarta en marcha, La Florida sigue siendo su base en Norteamérica.
La internacionalización representa cerca del 6 por ciento de los ingresos de la compañía. De los casi 100.000 millones de pesos vendidos en 2023, unos 6.000 millones provinieron de exportaciones. El 47 por ciento de esos productos llega a Estados Unidos, el 25 por ciento a España, el 22 por ciento a Canadá y el resto a Australia. En diciembre, los buñuelos ultracongelados se convierten en uno de los productos más solicitados por quienes quieren replicar una Navidad colombiana a miles de kilómetros de distancia.
Después de las crisis, Pan Pa Ya volvió a ser una empresa familiar sólida. Hoy tiene 45 locales en Colombia y una operación internacional que crece con cautela. No se presenta como una historia épica ni como un milagro empresarial. Es, más bien, el resultado de insistir, corregir errores y entender que el negocio no siempre está en lo nuevo, sino en lo que la gente reconoce como suyo. En Navidad, Pan Pa Ya no vendió solo buñuelos: vendió memoria, costumbre y una sensación de continuidad. Y en un país acostumbrado a ver caer empresas históricas, eso también cuenta como una victoria.
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