Me tomó un tiempo saber cómo describir la actitud del viejo (no digo el nombre para no invocarlo), mas allá de sus payasadas frente al debate.
Nos da una idea del desparpajo, la falta de vergüenza, la insensatez, el cinismo de alguien que sabe que la ley solo habrá de servirle para pasársela por el fajo, como lo han hecho Duque y su séquito.
En mi concepto, el viejo está fuera de cualquier consideración de cordura. No mide el alcance de su tropelín mental, y lanza a diestra y siniestra disparos en ascensor que tarde que temprano darán de lleno en su desprestigiada imagen.
Sin embargo, más allá de lo desquiciado que aparece el anciano, a lo que se busca explicación es a la forma estoica como sus asesores y seguidores le aplauden sus graciosadas celebrando y alborotando el ego de este señor que pretende ser presidente.
Se juega con la vida de todos los colombianos en dónde el vejete también saldrá perdiendo, aunque no es mucho, porque ya él y los suyos disfrutaron.
¡Qué miedo!