En medio de la solemnidad de la ceremonia por el primer Premio Miguel Uribe Turbay —instituido por One Young World— el instante más conmovedor no estuvo en el estrado, sino cuando María Claudia Tarazona se acercó al micrófono. Ante delegados de más de 190 países que escuchaban ideas de cambio y liderazgo, ella compartió no un discurso político, sino un testimonio de amor, pérdida y esperanza.
Una voz que conmovió al mundo
“Siempre serás el amor de mi vida”, escribió Tarazona al anunciar la muerte de Miguel. En ese momento de la cumbre, sus palabras resonaron con fuerza:
“Miguel soñaba con una Colombia más justa y transparente. Que hoy su nombre inspire a líderes de tantos países demuestra que su mensaje no murió con él, sino que florece en quienes creen en la decencia.”
Estas frases, simples en apariencia, contienen múltiples capas de significado: una mujer que vive el dolor de la pérdida, pero que encuentra en la memoria de su esposo un impulso para seguir adelante.
«Superhéroe, milagro, guía»: las emociones de sus hijastras
Las hijastras de Miguel, María y Emilia Acosta, también hablaron ante la cumbre, con un inglés impecable, y su intervención cristalizó el vínculo emocional entre la familia y el legado del político. Según lo reseñado:
“Tuvimos el privilegio de crecer rodeados de dos amores profundos: el amor de Miguel por nuestra familia y su amor por nuestro país, Colombia. Miguel fue un ser humano incomparable. Para nosotros, era como un superhéroe, dotado en la música, los deportes y el liderazgo. Conocía a Colombia íntimamente, sus dificultades y su brillantez, y siempre elegía ver su luz.”
“Fue un milagro coincidir con él en la vida… Fue un privilegio crecer con Miguel… Nos guió por principios y valores… Aún hoy, sigue siendo la luz que guía nuestro camino.”
Y en un mensaje previo compartido por María Claudia Tarazona, una de las niñas expresó:
“Migue: pasa el tiempo y cada día me haces más falta. La casa no es lo mismo sin ti… A pesar de todo, estás en todas partes y te siento más cerca que nunca… Eres una inspiración para mí y un modelo a seguir.”
Estas declaraciones colocan al hombre público no solo en el registro de la política, sino en el de lo íntimo. La palabra “superhéroe” no es retórica: señala la fusión del hombre común y la figura extraordinaria que se volvió para ellas.
Un premio nacido del dolor y de la esperanza
El Premio Miguel Uribe Turbay fue creado por One Young World como respuesta al asesinato de Miguel Uribe Turbay, quien había sido previamente reconocido por la organización como uno de los “diez políticos jóvenes más influyentes del mundo”.
Se entrega anualmente a un joven menor de 35 años que por su labor política, social o comunitaria defienda la democracia, la justicia y la transparencia. El galardón —una pieza simbólica elaborada por artistas británicos con materiales reciclados— representa la reconstrucción social mediante la ética. Incluye además una beca para participar en la
Una lección de ética y de vida
Más allá del reconocimiento individual, el Premio cumple una función pedagógica: enseñar que la verdadera autoridad proviene del ejemplo. Cada ganador asume el compromiso de guiar a jóvenes de su país, fortaleciendo una red global de liderazgo ético.
En tiempos donde la desconfianza hacia los gobernantes crece en todo el mundo, este galardón se convierte en una herramienta educativa para reivindicar los valores de la transparencia, la empatía y la honestidad.
Y mientras los jóvenes líderes del mundo miran al escenario, quizá vean también una madre que cuida, una viuda que promete, unas hijastras que nombran su ejemplo. Allí reside el verdadero homenaje.
La política como acto de amor
Cuando María Claudia Tarazona cerró su discurso, miles de jóvenes se pusieron de pie. No era solo un aplauso: era la confirmación de que el amor también puede mover la política. Las palabras de las hijastras, entrelazadas con la emoción de la madre, sumaron a esa ola de respeto y ternura que recorrió el auditorio.
El premio, nacido del dolor, se convirtió en una semilla de esperanza. Porque Miguel Uribe Turbay ya no está, pero su voz, la de la ética en la acción, seguirá sonando cada año, en cada joven que decida hacer del liderazgo una causa moral.
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