La Tauromaquia: placer de sádicos

La Tauromaquia: placer de sádicos

Y es que el sadismo y la muerte forma parte de ese ritual, tal y como lo demuestra nuestra historia y la historia de la España colonizadora que nos herencia espectáculos provocadores como estos.

Por: Carol Báez
enero 27, 2017
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La Tauromaquia: placer de sádicos

Recién iniciada la conquista, los españoles trajeron a América la fiesta brava; a sólo 17 años de la llegada de Colón, se dieron corridas. Pensando que las emociones podrían ser más variadas si se sacrificaban indios, se les dio a éstos la oportunidad de que ayudaran poniéndoles a tomar parte en las fiestas. Así, por muchas referencias, se sabe que el indígena se aficionó mucho; siguiendo el concepto romano de pan y circo, los hispanos, le entretuvieron con tabaco, licor y toros”.[1]

Las opiniones “consignas” de la última semana en el país; solo llevan a un tema principal: la reapertura de la plaza de toros La Santamaría con una temporada casi que imperdible para los amantes de este espectáculo.

He tratado de no caer en esas pataletas juveniles ni animalistas, y mucho menos en grandes exámenes históricos minuciosos pertinentes a mi profesión, por no ser víctima del modismo amarillista de la semana. Pero no lo he logrado. Tampoco he hecho gran esfuerzo.

Sin haber leído el Cossío, sé muy bien que las corridas de toros representan para sus aficionados un arte estilístico, histórico y ritual en donde todos conocen el final y celebran al  vencedor y al vencido muerto, porque la muerte también es una fiesta; como el triunfo del sadismo sobre la bravura de un espécimen de respeto.

Y es que el sadismo y la muerte forma parte de ese ritual, tal y como lo demuestra nuestra historia y la historia de la España colonizadora que nos herencia espectáculos provocadores como estos.

Se trata de un contendor legendario y endiosado desde antes de cristo y sacrificado para bendición de la tierra, los hombres y el mundo en general. (Si, lo sé, nos encantan los seres salvadores) y el torero representa la valentía del hombre, la supremacía de un ser sobre otro que no da más opción que matar para sobrevivir, aun cuando el contendor no lo haya elegido así. Simboliza la pertenencia, la propiedad y la metáfora del poder. Muy propio de nuestros dirigentes.

La Historia nos ha demostrado lo polémicas que suelen ser las corridas de toros, desde prohibiciones de la iglesia[2] hasta la excomunión de sus aficionados católicos, o como no, la cruzada contra el afeitado (costumbre de afeitar los toros que destruye la fiereza de los animales mediante un proceso fraudulento, cruel y burdo que no sólo mutila sus defensas naturales sino que lo derrumba psicológicamente, hasta anular la fiereza natural que es característica del toro de lidia) y ha sido polémico precisamente por sus múltiples componentes de agresividad y crueldad, que agradan o perturban a cierto grupo de personas.

Las corridas de toros iniciaron desde la antigüedad en el viejo continente, Conrad (1957) aunque tiene diversas versiones mitológicas e históricas que las colocan a más de 50.000 años de origen;[3] y varios siglos más tarde, en la expansión colonialista española del siglo XVIII, se propagaron a varios países del mundo, entre ellos Colombia.

Solo por nombrar algunas ciudades colombianas donde las corridas de toros poseen gran popularidad tenemos a Santiago de Cali, Manizales, plaza inaugurada en 1897 como un espacio circense para la fiesta taurina, Popayán y por supuesto Bogotá, origen de la disputa semanal.

La violencia ejercida en el espectáculo, refleja la historia política y social de Colombia. Un país que disfruta de la muerte y hace de ella una fiesta, un circo, un deporte, una danza, o pregúntenles a los dueños históricos del país, señores de grandes tierras, títulos e infamias que siempre han ejercido y controlado el poder. De ahí surge el enfrentamiento, la violencia (casi siempre elitista) del torero y de los espectadores, que encuentran oposición frente a un grupo de personas, organizadas o no, que reivindican sus derechos y los de los demás, en este caso se hacen llamar “animalistas” (aunque pululan oportunistas mediáticos)

Defender los derechos SI, pero selectivamente.

El movimiento de defensa de los animales, también conocido como movimiento de liberación animal, es un fenómeno social ambientalista que coge auge a partir de los años setenta, está conformado por organizaciones, grupos, académicos y personas independientes que se oponen al maltrato animal, teniendo en cuenta que los animales carecen de la capacidad para reivindicar sus derechos. Su misión es proteger a los animales y el objetivo último es erradicar el especismo antropocéntrico, es decir, la “discriminación basada en la pertenecía a una especie” (Horta, 2007, pág. 15).

La filosofía budista de hace más de 25 siglos propone “la doctrina de la no violencia sobre todos los seres vivos” por tanto el toro es sagrado (hindúes), otra influencia moderna de respeto hacia los animales se sustrae de Gandhi quien contagió a varios con el método de la “no violencia”, con la cual liberó a India de la colonización inglesa. Una frase famosa de él es: “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que ellos tratan a sus animales”[4] (Pero si las fuerzas paraestatales colombianas jugaron fútbol con la cabeza de un negro, que podemos esperar para un toro así sea de casta).

Desde el psicoanálisis el ser humano lidia con impulsos animalescos, sexuales y agresivos, que se juegan en el inconsciente, están reprimidos y censurados por la conciencia porque son inaceptables culturalmente (Freud), pero lidiar con un raudal de fervientes amantes de la sangre en la arena, no es consecuente con una ciudad que por cinco años había abandonado la crueldad animal por espectáculos gratuitos, en donde la violencia no tenía arte ni parte; es todo un reto.

Una ciudad que se pensaba “avanzada” en términos de la promulgación de los derechos fundamentales y de quienes no pueden reclamarlo, se siente ofendida, degrada y humillada por las políticas y presiones económicas que caracterizan dicha “fiesta” ya que toreros, ganaderos, subalternos y hoteleros son algunos de los beneficiarios del mundo de los toros de lidia, que genera 1.200 empleos directos y 15.000 indirectos por temporada.[5] Sin contar con la brutalidad policial siempre presente en las manifestaciones por la vida y los derechos. Imagino a un Peñalosa (tramposo de por sí - solo en este país usted falsifica un documento público y no pasa nada-claro si se tiene una cuenta jugosa, el circo abierto y el cemento dispuesto) sonriente, ni siquiera del espectáculo sino de los favores que recibirá por la reapertura de La Santamaría, imagino un Lafaurie alimentando extensos terrenos (robados) con grandes especímenes que esperan la muerte lenta y estrambótica frente a un centenar de ensombrerados, peli planchadas y atuendos de más de salario mínimo gritando “ole”, mientras los canales privados hacen cobertura total del mismo y muestran a los toreros posar, mientras en 5 minutos desinforman la noticia política alrededor del tema de la paz.

Cualquiera de las posturas que usted tome, se abriga en la mal usada “libre opinión”, pero si decide ir a la plaza, vestirse blanco, tomarse fotos en ella, salir a mirar mal a los manifestantes y aceptar la desmedida violencia del ESMAD, sepa porque lo hace, de donde le surge el placer y por lo menos sépase una historia alrededor del origen y procedencia de este espectáculo taurino en el mundo, o por lo menos de su pueblo natal. En cambio si usted se va ir a manifestar en contra de la reapertura de La Santamaría o cualquier otra plaza del país, también sepa por qué lo hace, que lo motiva, y piense antes de decir “Arte no es cultura, es tortura” al momento de ir a un restaurante y pedir un filete, porque la industria cárnica comete torturas desmedidas y crueles similares para producir la cantidad necesaria de las jugosas punta de anca que consumimos, y además causa más contaminación que cualquier automóvil, sin contar que en este país el ganado tienen más tierras que un colombiano promedio [6]¿No me cree? Solo hay que leer, y saber tomar posturas coherentes. Yo soy de las que siempre salgo a manifestarme, marcho, grito, propongo, peleo y considero que se puede trabajar por un mundo justo, a lo mejor usted también y más que yo y mi ego, ponga las consideraciones necesarias para disfrutar las corridas o para tratar de ilegalizarlas. En el país del divino niño todos podemos opinar (?) la libertad y la democracia se calca del norte.

Con este remedo de mapa, qué pesará más: ¿Mi escándalo humanitario, las contiendas electorales venideras, la sangre de un animal que tiene por mala suerte ser de casta, que termina con una oreja en la mano de un español busca fortuna, una plaza histórica monumental hecha para matar a lo romano, y un montón de defensores de los derechos de los animales?

Por mi parte no pienso ir a La Santamaría ni a ninguna plaza de toros, bastante muerte he visto en treinta años como para disfrutar la crueldad de ‘otros’ sobre un animal indefenso, ¿o debería decir; la crueldad sobre un indefenso en manos de un animal?

Para mí y muchos otros sin nada que perder, la tauromaquia sí es un arte, pero es el del sadismo. Punto.

Queda en sus manos y su rabia escoger el camino que más les limpie la conciencia y su bienestar, o su estado en Facebook, o su gusto porque no. Mientras eso pasa; ¿cuándo es que dejaremos de ser espectadores de sangre y convertiremos la fiesta de la muerte en una fiesta de la paz? Ahí sí y solo sí, la manifestación deberá ser contundente y sin modismos y con un alto contenido de clase.

“Las corridas de toros son un vicio de nuestra sangre envenenada desde antiguo” Jacinto Martínez Benavente. Dramaturgo.

[1] En línea: [http://www.banrepcultural.org/node/32539]

[2] Legislación visigoda, a través del denominado “Fuero Juzgo” (en su libro VIII, Tit. IV, Ley 16) en el que se ordenaba que: “...todo labrador o vaquero que fuera propietario de toros o vacas bravas deberá matarlos para preservar a los vecinos de cualquier daño advirtiendo a los que desoyesen el mandato que serán acusados por la ley de homicidas ante el tribunal del rey.”

[3] En línea: [http://www.cafyd.com/HistDeporte/htm/pdf/6-0.pdf]

[4] https://repository.icesi.edu.co/biblioteca_digital/bitstream/10906/78590/1/TG01062.pdf

[5] En línea: [http://www.portafolio.co/economia/finanzas/industria-taurina-motor-colombia-107622]

[6][6] En línea: [http://www.portafolio.co/economia/finanzas/52-tierra-colombia-le-pertenece-poblacion-146162]

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