La novela de Miguel Falquez-Certain (I)
Opinión

La novela de Miguel Falquez-Certain (I)

Noticias de la otra orilla

Por:
marzo 20, 2021
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A fuego lento (Fray Candil / Emilio Bobadilla); La desposada de una sombra (Abraham Zacarías López-Peña); Fruta tropical (Adolfo Zundheim); El desertor (Plinio Apuleyo Mendoza); El cadáver de papá (Jaime Manrique Ardila); En diciembre llegaban las brisas (Marvel Moreno); El pez en el espejo (Alberto Duque López); Los domingos de Charito (Julio Olaciregui); Memorias de mis putas tristes (G.García Márquez); La Reina (Plinio Garrido); La última batalla de Flores (Hipolito Palencia); Disfrázate como quieras (Ramón Illán Bacca); Esa gordita sí baila (Lya Sierra)… Todas esas novelas que acabo de relacionar, y quizá algunas más que tienen derecho a escaparse, escritas desde comienzos del siglo XX hasta los años recientes, puede decirse que son novelas que tienen en Barranquilla el espacio en el que ocurren sus historias y se mueven sus vivos y sus muertos. Con distintos alcances y con niveles de mayor o menor protagonismo esta ciudad del Caribe colombiano está presente enmarcando sucesos, personajes, mapeando memorias y marcando relatos con sus referentes: historia, gentes, río y carnaval.

Acaba de aparecer una nueva novela, esperada ya durante muchos años, que vuelve a poner a Barranquilla en la palestra literaria. Se trata de La fugacidad del instante, de un poeta, narrador y dramaturgo barranquillero residente en Nueva York desde hace más de cuatro décadas. Es una historia múltiple, llena de muchas cosas que parecieran no caber en sus casi 700 páginas por las que desfilan como en una “batalla de flores” cientos de personajes con sus nombres y apellidos completos, como si sus simples “gracias” fueran precisamente sus máscaras o disfraces, y como si se tratara de la prolija relación de una lista de invitados a un baile en el Country Club de la ciudad.

Una novela contemporánea a pesar de su aparente anacronismo

La fugacidad del instante es una novela contemporánea a pesar de su aparente anacronismo, narrada con un bien logrado control de los múltiples materiales que en ella se trafican. Hay en su desarrollo una suerte de atmósfera de desolada impostura, de ocultamiento primordial de lo que se siente, que envuelve y acompaña su accionar y su acontecer, así como también la sensible presencia de unos exquisitos ademanes proustianos que logran construir una memoria que nos devuelve una Barranquilla nostálgica y decadente, desnudada en sus vergüenzas de racismo, exclusión social, homofobia y falsas y pretenciosas prosapias familiares (o reales y legítimas) que unos nuevos tiempos y que una nueva generación se encarga de desbancar y poner de algún modo en su sitio.

No es entonces solamente la historia de un personaje-narrador, el joven Carlos Alberto Rivadeneira, y todas las peripecias de su aprendizaje desde los 7 años de edad hasta los 17; una década intensa en la que ocurre no sólo la experiencia en la que un muchacho barranquillero homosexual se hace hombre, sino el universo familiar, cultural, social y político en el cual giran éstos personajes recordando una historia que reactualiza una memoria familiar desde la llegada de sus antepasados familiares  a la ciudad a mediados el siglo XIX hasta los días en que el joven protagonista decide darle no sólo un vuelco a su propia vida, sino un nuevo sentido a una historia familiar.

Esta novela de Falquez-Certain se concibió y cocinó durante 40 años, pero su primer manuscrito completo se escribió desde el mes de enero de 2015 hasta el mes de septiembre del mismo año. Pero, como suele suceder con las novelas, La fugacidad del instante está antecedida y prefigurada también en 18 cuentos incluidos algunos en su colección de relatos titulada Triacas, publicada en Nueva York en 2010, publicados también en varias revistas literarias hispanoamericanas. Pero la historia fue también en su momento una novela corta que ganó un concurso en Barrancabermeja. Y podría decirse igualmente que es una voz que  se dice y se esconde en muchos de los poemas de la extensa obra poética del autor. En todo caso, son historias y ámbitos por las que este personaje trasiega, circula y deambula hasta encontrar, con los días y el trabajo de la escritura incesante, un nuevo lugar de transmutación poética en el lenguaje de la novela. Un lenguaje en el que el narrador encuentra el agua propicia para navegar a placer en el mar interior extenso y profundo de su ambicioso paginaje.

Falquez-Certain concibió y cocinó durante 40 años ´La fugacidad del instante´

La novela es la historia de un padre y un hijo, que a veces parecieran tener la misma edad, pero el narrador no quiere contentarse con contarnos solamente lo que le ocurre a él y a su familia, sino que abre al máximo el ojo de su cámara para involucrar a todos los que de algún modo tienen que ver con su vida: sus hermanos, sus familiares, sus amigos, los familiares y los amigos de éstos, los curas jesuitas del colegio San José, lo que ocurre en la Barranquilla y el Nueva York de los años 60 — que son los dos polos espaciales y temporales de las acciones de la novela —, y permeándolo todo como una agua poderosa que todo lo humedece y traspasa, el sexo y todas las peripecias de su aprendizaje, desde la más tierna infancia hasta la voracidad juvenil de quien lo asume como una instancia de libertad, de reafirmación y rebeldía.

Un libro exigente y poderoso que nos entrega la gran experiencia narrativa de un autor que ha llegado hasta aquí luego de un entrenamiento permanente en el poema, el cuento, la dramaturgia, el ensayo y la traducción.

 

 

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