Ciudad al fondo de Monique Facuseh
Opinión

Ciudad al fondo de Monique Facuseh

Noticias de la otra orilla: Monique Facuseh

Por:
septiembre 11, 2021
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Lola, la gata que ordena y desordena mis lecturas cada vez que se sube o se baja de mis estantes de la biblioteca y tira mis libros por el piso, me hizo reencontrar hace unos días con el primer poemario de esta extraordinaria poeta samaria cuyo libro Ciudad al fondo tuve la oportunidad de presentar hace muchos años en Barranquilla.

Cuando lo levanté del piso el libro tenía entre sus páginas todavía las tres cuartillas dobladas con mi nota de presentación de entonces y volví a leerlo nuevamente.

Hace algunos meses en un reencuentro virtual con Monique le había contado de esa presentación y de ese texto, que ya ella había olvidado, y quedamos en que se lo buscaría y se lo enviaría para tenerlo en su archivo.

Pero esta copia mecanografiada, con ajustes y correcciones hechas a lápiz, me devuelve no solo el libro y su experiencia sino un momento de la vida que esta nueva lectura subvierte en el recuerdo.

 

La nota dice así textualmente:

 

“Solo hasta en días pasados cuando recibí el envió de Monique con su libro pude definir mi confundida noción de la poesía que escribía esta hermosa mujer. El conocimiento fragmentario de sus textos no me había permitido acercarme a esto que ya hoy puedo defender como la asunción de una estética, como el ejercicio respetuoso de la invención y del tratamiento cuidadoso de las palabras, puestas estas al servicio de imágenes y visiones que hacen parte ya de una porción universal de su existencia. Poesía sin más vueltas, y de la que yo me reclamo usuario sin mayores pretensiones ni contraprestación.

Yo, a pesar de toda la consideración que me merecen las palabras del escritor Rómulo Bustos, poeta él mismo de admirable pluma y afilado bisturí, difiero en mucho de su apreciación cuando en palabras previas al poemario dice que "el verbo aquí no crea, pera tampoco descree...". Definitivamente ni lo uno lo otro. En estos poemas de la Facuseh habita la creación pura, en el centro, en la periferia y en el subfondo, coma dijera Leo le Gris, y por supuesto que tampoco descree, al contrario reafirma lo que siempre han significado los símbolos sagrados, y desacralizados, de la memoria, la nostalgia, las agresiones del tiempo y de la soledad, el sobrevuelo omnipresente de la muerte, y el amor, que está allá legitimando todo, al fondo de la ciudad y del libro.

Y para que lo que digo no quede en simple apreciación gratuita me dispongo a entresacar algunas cosas, un poco más por provocar su lectura, que por afán de desconfiada comprobación, porque seguro estoy que esto no se hace necesario. Si un poeta dice que se convierte ‘en los sueños sin memoria o en aquellos peregrinos que se plantan al costado como un pedazo perdido’; o algo como esto otro que estremece realmente por la fuerza de su intención poética, la calidad evocadora y la inteligente lógica de sus imágenes cuando dice: ‘yo que antaño fuera surtidor de ocasiones me encuentro tallando un álamo con la paciencia del tiempo’. Y agrega enseguida: ‘Ah de la infancia, rostro perdido en aquel árbol de naranjos. Si te trajera coma se evocan los recuerdos desplazaría el vacío con solo mirarlo’. O qué tal esta nueva forma de nombrar la experiencia con esa suave forma de filosofar el mismo lenguaje con el que nos entendemos todos los hijos de vecinos.  Me refiero a esta frase contundente: ‘Dura sombra delineada es el silencio, o esta maravillosa hipótesis que arriesga lo siguiente: ‘Si no doliera tanto, la ventana sería un ojo corredizo por el patio de la aurora’. Y estas desconsoladas preguntas con las cuales yo doy también por terminada esta corta declaración de amor por este libro, dejándolas flotar para que ustedes encuentren las respuestas. ¿‘A dónde conduce el arco iris? ¿Qué de la noche cuando no hay estrellas? ¡Y estos ojos, estas rejas que se estrellan contra la vida misma!’

Si un poeta, en definitiva, porque puede, se atreve a decir cosas como esas, que yo tomo casi desprevenidamente y a vuelo de páginas, entonces estaremos en presencia de una voz que podrá siempre hacer con las palabras una arquitectura inteligente del deseo y del ser, entendidos estos como lo enseña Octavio Paz: el uno como fundamento del otro.

Yo, particularmente, no soy amigo de apostar por la suerte de nadie. Dejo mi intuición para invertirla en mis propios actos de creación. Hoy hago una excepción como la hice hace doce años, cuando descubrí por accidente los poemas de Tallulah Flores. Adelante, poeta, al fondo está la vida.”

 

 

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