Cada diciembre, cuando en Colombia comienzan a sonar los villancicos y las novenas empiezan a rezarse, muchas familias saben que hay algo que no puede faltar en sus mesas: el Vino Cariñoso.
Este vino afrutado, dulce y accesible se ha convertido en un testigo silencioso de cenas familiares, brindis con amigos y regalos que llegan en las tradicionales anchetas navideñas. Más que un producto, es parte de la memoria emocional de la Navidad colombiana.
¿Cómo nació el Vino Cariñoso?
A finales de los años 70, la empresa española Bodegas Palacio 1894, con 126 años de tradición vitivinícola, decidió expandir sus operaciones en Latinoamérica. Fue así como, en 1962, se fundó Bacarles de Colombia Ltda., la planta que más tarde se convertiría en Enalia, ubicada en la ciudad de Cali. Con el Valle del Cauca como 'fortín', se comenzó a producir el vino Sansón, adaptando recetas europeas al paladar colombiano.
Dieciséis años después, en 1978, surgió el Vino Cariñoso, como una joya que hoy simboliza la Navidad en el país. Con una mezcla de frutas y un perfil dulce, bajo en alcohol y fácil de beber, se presentó como un producto cercano, pensado para todos los consumidores.
Sin grandes campañas de marketing ni ambiciones de convertirse en ícono, Cariñoso se ganó rápidamente un lugar en las celebraciones colombianas. Lo que comenzó como una alternativa económica y accesible, pronto se volvió el vino más regalado y esperado durante las fiestas de fin de año.
La importancia de Cariñoso para Enalia
Con el tiempo, la compañía consolidó su portafolio y transformó la forma de hacer vino en Colombia. En 1998, Bacarles pasó a llamarse Enalia, y desde entonces ha diversificado su oferta con vinos compuestos, espumosos, cócteles y vinos de mesa.
Pero el Cariñoso nunca perdió su protagonismo: según Juan Darío Velásquez, gerente general de Enalia SAS, el comportamiento comercial del vino es marcadamente estacional. Durante diciembre, se vende entre 60% y 70% de las unidades anuales del producto, lo que representa un crecimiento de 150% frente al resto del año. En cifras, solo en ese mes pueden comercializarse alrededor de 1,5 millones de botellas.
Además, el Cariñoso concentra entre 30% y 35% de las ventas totales de Enalia, consolidándolo como su marca más representativa. En el segmento de vinos de frutas, la compañía mantiene una participación cercana a 40% a lo largo del año, con un liderazgo aún más visible durante la temporada navideña. Cada botella verde con la manzana roja en el centro se ha convertido en sinónimo de tradición, unión y recuerdos compartidos.
Cambio de manos pero no de sabor
En 2021, un cambio significativo llegó a la estructura de la empresa. Entrecanales Domecq e hijos adquirió la mayoría de las acciones de Bodegas Palacio 1894, tomando control de Enalia y sus marcas. Esta transición no alteró la esencia del Cariñoso, pero permitió fortalecer la estrategia comercial y de expansión internacional, respetando la tradición colombiana y la conexión emocional con los consumidores.
Hoy, el vino Cariñoso acompaña mesas llenas de buñuelos, natilla y hallacas (gracias al impacto de la cultura venezolana que ha crecido en los últimos años), y se convierte en protagonista de regalos que se colocan en las anchetas.
Los niños lo ven en la mesa de sus abuelos, los jóvenes lo incluyen en las cenas con amigos, y los adultos recuerdan las primeras Navidades en las que brindaron con él. La compañía incluso ha logrado exportarlo a mercados como el de Panamá y Venezuela, y este año debutaron en Estados Unidos, con un primer envío a Nueva York que incluyó 1.000 cajas de Cariñoso, Sansón y Tinto de Verano.
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