Isla Gigi: el paraíso oculto en Islas del Rosario que los “Mellizos” pudieron esconder por más de 20 años

En el primer gobierno de Uribe la isla había Sido incautada por Fiscalía pero por falsedad en la documentación la SAE no había podido tomar posesión de ella

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octubre 06, 2025
Isla Gigi: el paraíso oculto en Islas del Rosario que los “Mellizos” pudieron esconder por más de 20 años

Cuando los policías empezaron a romper las paredes en dos apartamentos del norte de Bogotá no se imaginaban que se encontrarían con la más grande montaña de dinero que hasta el momento le hubieran incautado en un solo operativo a un narco. En esa noche de octubre de 2001 la Policía Nacional mostró ante las cámaras decenas de cajas repletas de billetes de 100 dólares. Eran 35 millones. El general Luis Ernesto Gilibert, entonces director de la Policía, contó que la operación de inteligencia para llegar a la millonaria incautación tardó un año. Fue un operativo en el que participaron la DEA, la Fiscalía y la Procuraduría. Fue en ese momento la mayor incautación de dinero en efectivo en la historia del mundo.

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Ese hallazgo marcó el inicio de la caída de Víctor Manuel y Miguel Ángel Mejía Múnera, más conocidos como Los Mellizos. Dos hombres que, desde el Valle del Cauca, construyeron un emporio criminal que combinaba narcotráfico y paramilitarismo. La incautación reveló cómo funcionaban sus operaciones: usaban lujosos apartamentos en Bogotá como ‘bancos privados’ para esconder las millonarias ganancias que les dejaba la venta de cocaína. El golpe fue tan grande que la embajadora de Estados Unidos en ese momento, Ann Patterson, lo calificó como un ejemplo claro de la eficacia de la cooperación entre ambos países.

Tras ese episodio, el nombre de los hermanos dejó de estar en las sombras. Los Mellizos comenzaron a figurar como protagonistas en la lista de los capos más buscados. Estados Unidos pidió su extradición y la Policía colombiana reforzó la persecución en su contra. Pero los hermanos no solo eran narcotraficantes: también habían encontrado en el paramilitarismo un vehículo para expandir su poder. Se hicieron comandantes del Bloque Vencedores de Arauca de las Autodefensas Unidas de Colombia, con el que intentaron desmovilizarse en 2006, aunque detrás de esa fachada seguían moviendo toneladas de droga.

La suerte se selló entre 2008 y 2009. En abril de 2008, en un operativo en el Bajo Cauca antioqueño, la Policía dio de baja a Víctor Manuel, conocido con los alias de “Pablo Arauca” y “Chespirito”. Días después, Miguel Ángel fue capturado mientras se escondía en la caleta de una tractomula en el Tolima. Un año más tarde, fue extraditado a Estados Unidos por delitos de narcotráfico.

Los Mellizos habían quedado fuera del mapa criminal. Pero su legado seguía intacto en bienes que, de manera directa o a través de testaferros, continuaban en funcionamiento. Entre ellos, una joya en el Caribe colombiano: la Isla Gigi.

El refugio caribeño de los Mellizos

Ubicada en las Islas del Rosario, frente a Cartagena, la Isla Gigi parecía un pedazo de paraíso privado. Con playas exclusivas y un hotel fachada, pero lujoso, en el que se cobraba en promedio tres millones de pesos por persona por noche, fue durante años un centro de turismo de lujo. Lo que pocos sabían era que detrás de ese negocio se escondía el rastro de los Mejía Múnera.

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La isla había pasado a manos del Estado en 2005, en el primer gobierno de Álvaro Uribe, pero tras un proceso de extinción de dominio. Sin embargo, un ‘error’ en el registro la dejó camuflada bajo otro nombre: Isla Kalúa. Esa equivocación permitió que el lugar siguiera en manos de ocupantes, de quienes dicen, vinculados a los Mellizos, quienes lo usufructuaron como si nada hubiera pasado. La explotación ilegal se mantuvo gracias a los mismos administradores de hace 20 años, que nunca dejaron el lugar y lo ofrecían como destino turístico exclusivo.

Fue apenas este 2025 cuando la Sociedad de Activos Especiales (SAE), hoy en cabeza de Amelia Pérez, corrigió ese vacío y anunció la recuperación de la isla. La diligencia incluyó visitas técnicas, la caracterización del inmueble y la salida voluntaria de los ocupantes.

La Isla Gigi no solo representa un valor turístico invaluable en el Caribe, sino también un recordatorio de cómo el narcotráfico usó la geografía estratégica de las islas para sus negocios. Las Islas del Rosario, con decenas de cayos y ensenadas, se convirtieron desde los años ochenta en puntos ideales para ocultar lanchas rápidas, abastecer embarcaciones y despachar cargamentos hacia Centroamérica y, de allí, a Estados Unidos. El aislamiento, combinado con el lujo del turismo, ofrecía el camuflaje perfecto para lavar dinero.

La recuperación de Gigi, entonces, no es solo un golpe administrativo. Es también la revelación de un pasado en el que la belleza natural del Caribe sirvió como refugio del crimen. Hoy, la isla pasa al inventario del Fondo para la Rehabilitación, Inversión Social y Lucha contra el Crimen Organizado (FRISCO) y queda bajo la administración de la SAE, que promete darle un nuevo rumbo.

La historia de la Isla Gigi condensa varias de las paradojas del país: un paraíso natural convertido en guarida de narcos, un bien incautado que permaneció oculto por décadas por un error burocrático y un Estado que, 20 años después, logra recuperarlo. Detrás está la sombra de los Mellizos, cuya caída comenzó con millones de dólares apilados en cajas de cartón y terminó con uno muerto y el otro extraditado.

Hoy, lo que alguna vez fue símbolo de poder mafioso, regresa a las manos del Estado. El reto es que este pedazo de Caribe deje de ser recuerdo de la ilegalidad y se convierta en una oportunidad para las comunidades y para la memoria de un país que todavía sigue recuperando las huellas de su pasado criminal.

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