El Espresso Martini nació en Londres cuando una modelo le pidió a un bartender un trago que la despertara y la animara al mismo tiempo. Así, entre café y vodka, nació una bebida elegante y oscura que se convirtió en un clásico de los bares del mundo.
Lea también: Los tres whiskies más emblemáticos del mundo que se beben en Colombia
Pero ahora, en Colombia, donde se cultiva el mejor café del mundo, ese cóctel suena distinto. Tiene otro acento, otro aroma, otro origen.
En Colombia el café llega a las tiendas desde las montañas y las manos que madrugan, del grano que se tuesta despacio hasta sacarle ese olor a tierra húmeda y cacao. Por eso, cuando los bartenders colombianos decidieron apropiarse del Espresso Martini, no lo hicieron copiando una receta, sino reinterpretando un ritual.
El punto de partida de aquel trago es el café. No cualquiera, sino uno intenso, recién hecho, con carácter. Un espresso que se prepara con granos del Quindío, del Huila o del Tolima, tostados hasta que el aroma llene la cocina. El truco está en usar café caliente, recién salido de la máquina, para que al mezclarse con el hielo y el vodka se forme una espuma natural, espesa y dorada.
En una coctelera se agrega una medida de espresso, dos de Vodka de buena marca como el Smirnoff, y un toque dulce: puede ser licor de café, sirope de panela o incluso un chorrito de melado hecho en casa. No hay fórmulas rígidas. Cada quien puede ajustar el sabor como si fuera una confesión personal: más fuerte, más suave, más dulce.
Luego viene el momento que todos esperan: agitar. No con timidez, sino con energía. Como si en ese gesto se mezclara el día con la noche. El sonido del hielo golpeando el metal es parte del ritual; el frío que atraviesa las manos también.
Cuando se sirve en la copa —sin hielo, solo el líquido y su espuma— ocurre la magia: el café, antes de la mañana, ahora pertenece a la noche. Tres granos flotando encima son el toque final. No tienen un sentido preciso, pero algunos dicen que representan salud, riqueza y felicidad.
El sabor es una sorpresa: empieza con el golpe del café, sigue con el calor del alcohol y termina en una textura cremosa que se queda un rato en la boca. Es un cóctel que no solo se bebe, se escucha y se huele. A café recién molido, a sobremesa, a ciudad. No hace falta ser bartender para hacerlo. Basta tener café bueno, un buen Smirnoff, algo dulce y ganas de experimentar. En una tarde fría, o en una noche larga, el Espresso Martini hecho en casa puede ser una excusa perfecta para celebrar lo nuestro.
Anuncios.
Anuncios.
