Las paradisiacas aguas termales cerca de Bogotá, perfectas para recibir al Año Nuevo

Guasca recibe al viajero entre montañas, campanas y termales ferruginosos. Un refugio natural donde tradición, descanso y sostenibilidad se encuentran

Por: Jorge Eric Palacino Zamora
diciembre 29, 2025
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Las paradisiacas aguas termales cerca de Bogotá, perfectas para recibir al Año Nuevo

Enmarcada entre montañas de intenso verdor se alza la imponente iglesia colonial que a las siete de la mañana suena sus campanas de sonido añejo. Los sonidos de vacas y alboroto en la plaza de mercado son de viejo cuño y nos transportan a la vida bucólica de esta comarca privilegiada. Campesinos que vienen de las labores de ordeño se calientan con un tinto; las llamas danzan en los fogones y el sol se abre paso entre la neblina para saludar a los visitantes que buscan unos días de descanso para finalizar el año.

Desde los que llegan en "flota" en busca de un pasadía, pasando por los ecoturistas que toman rumbo hacia las cumbres musgosas de la Reserva Monquetiva, hasta los turistas cinco estrellas que arriban en camionetas a los novedosos glampings con vista de 360 grados: todos coinciden en las bondades de estas tierras de Guasca, bendecidas por el Dios de los cristianos y las deidades muiscas.

Los vientos llegan cargados de olores orgánicos y, a la distancia, entre los cerros de ángulos filosos, llega el rumor de las aguas ferruginosas. En el casco urbano de Guasca presumen que son únicas en el país. Un rápido repaso a las guías turísticas de la zona les da la razón a los lugareños.

—No se vayan a ir sin pasar por los termales de Guasca —dice doña Mariela Pérez, una dama de unos setenta años que nos saluda en la plaza principal. Lleva en su morral un traje de baño y se dirige al territorio de las aguas sanadoras.

Decidimos seguirla bajo un cielo cerúleo. La señora camina con la experticia de haber recorrido la mayoría de los caminos y carreteables rurales de La Calera, Sopó, Guatavita, Guasca y Junín, según comenta mientras nos ofrece agua de su cantimplora. La canícula proyecta nuestras sombras en el sendero.

Tras media hora de caminata —que nos hubiera tomado cinco minutos en auto desde el parque de Guasca— se ofrece la postal impensable de un lago de aguas terracota. El sitio, a diferencia de otros lugares termales, no huele a azufre y no se ven fumarolas de vapor.

Los termales tienen el aspecto de una taza gigante de jalea, pero al ingresar entre sus tibias aguas, la sensación es la de estar en un pozo que por años fue privilegio y premio para caciques muiscas. En este paraíso ecológico, el personal siempre recuerda la importancia de mantener el mayor respeto, dado el enfoque de ecosostenibilidad que se debe observar al disfrutar de un sitio ubicado cerca de zonas de reserva natural.

Así, sin abandonar el gorro de baño, salimos de la pileta mayor con trazas de lodo en los pies para acceder a la zona de las piscinas romanas. Allí la experiencia consiste en pasar de las aguas calientes del "pozo magma" a las aguas heladas del "pozo páramo". Doña Mariela sabe de memoria el tiempo que se debe permanecer en una y otra pileta —sin superar los cinco minutos— pasando siempre bajo los chorros. El rumor de las aguas que caen sobre los bañistas es la música perfecta de este refugio donde la armonía con el entorno natural es la regla de oro.

Cae la tarde y, aunque se intenta buscar la salida ante la inminente lluvia, las aguas invitan una y otra vez; tienen un magnetismo especial que lleva al bañista a retornar a su tibieza.

"Las aguas termales ferruginosas, ricas en hierro, son excelentes para combatir la anemia, revitalizar el cuerpo, mejorar la debilidad, activar la producción de glóbulos rojos y favorecer la regeneración de la sangre; son muy buenas para convalecencias, trastornos del desarrollo y estados de astenia y palidez", explica —como si recitara un texto histórico— doña Mariela. Ella, que reserva cada mes los 40 mil pesos que cuesta el acceso al lugar, agrega que también benefician la piel, el hígado y el metabolismo, además de aliviar dolores musculares y el estrés gracias a su combinación de calor y minerales.

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