El lanzamiento del movimiento Defensores de la patria y el anuncio de las más de 3 millones que el precandidato presidencial Abelardo de la Espriella tiene recogidas, fue un espectáculo al estilo Movistar Arena de Bogotá. Quince mil asistentes y una presentadora picante como Eva Rey para combinar en la tarima personajes variopintos pero con un común denominador: comulgar con las posiciones de derecha de De la Espriella. Políticos y dirigentes combinados con personajes de la farándula como Marbelle que se mezcló con su soltura de siempre con el público.
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Ya no era solo la cantante que muy joven conquistó a Colombia con su Collar de perlas, sino —sin ser política— una voz potenciada en su cuenta de X comprometida con las ideas de Álvaro Uribe y con el más exitoso de sus pupilos entre los que se han lanzado a la competencia presidencial: Abelardo de la Espriella, el precandidato más radical de la derecha.
No es la primera vez que Marbelle se compromete con causas políticas. Se inició como plato fuerte en la tarima el 7 de enero de 1999 cuando el presidente Andrés Pastrana esperó a Tirofijo que no llegó y dejó la silla vacía, para echar a andar el llamado proceso de paz con las Farc en San Vicente del Caguán. Tenía 19 años y fue esa la ocasión para conocer a quien se convertiría posteriormente su esposo: el coronel Royne Chávez, jefe de seguridad del presidente Andrés Pastrana. Conoció también y se relacionó con comandantes de las Farc como Romaña, cuyo nombre de pila era Henry Castellanos Garzón. Con su boina Vinotinto, reconocido por sus temibles pescas milagrosas en la vía al Llano Romaña se robó las cámaras igual que el Mono Jojoy. Marbelle, con simpatía Inter locutó con todos.

En ese entonces, la cantante era apenas “la reina de la tecnocarrilera”, una muchacha aún humilde de Buenaventura que estaba logrando un éxito arrollador con su primer álbum y que vivía los días más luminosos de su carrera.
El jefe de seguridad de Pastrana, la puerta de entrada al mundo del poder
Marbelle y Roine Chávez comenzaron un romance que no tardó en escalar. Aunque la mamá de la artista se opuso desde el inicio, porque él era casado y 20 años mayor, la cantante, rebelde y enamorada, dejó todo por él y por lo que aquella figura de autoridad representaba. Dos años más tarde, en 2001, la pomposa boda fue televisada en directo y bendecida por la élite. Los padrinos fueron el propio presidente Pastrana y su esposa Nohra Puyana. Entre los invitados estaban ministros, altos mandos del DAS y empresarios: el poder del momento. Vestida por Alfredo Barraza, la joven artista parecía vivir un cuento de hadas: una cantante popular que se casaba en la cima de su fama con uno de los hombres más cercanos al presidente de la República.
Por primera vez, Marbelle empezó a frecuentar los salones de la Casa de Nariño, las recepciones oficiales, las cenas diplomáticas. A través del coronel Chávez conoció la otra cara del país: la de los hombres de uniforme y las decisiones políticas. Pero aquella historia que empezó entre reflectores y cámaras terminó entre sombras. Chávez fue condenado a tres años por enriquecimiento ilícito, y la relación se volvió un campo de batalla doméstico. Los celos, el autoritarismo y la violencia la dejaron arruinada y sola. Con una hija pequeña y un esposo preso condenado por enriquecimiento ilícito que le enviaba amenazas desde la cárcel, buscó refugio en casa de su amiga, la también cantante Yolanda Rayo.
Tenía 25 años, deudas y una carrera rota. Estuvo a punto de dejar la música hasta que RCN, el canal de los Ardilla Lulle, la llamó en 2005 para ser jurado de El Factor X. Ese programa la rescató. Su voz volvió a escucharse, su nombre reapareció en televisión y, poco a poco, reconstruyó su imagen pública. Un par de años más tarde, la historia de su vida, con elementos propios de una novela, el mismo canal la convertiría en una producción que batió récords de rating. Parecía que la cantante había logrado dejar su mala racha y había retomado el control de su historia.
El péndulo se movió hacia la derecha
Pero Marbelle nunca volvió a ser la misma. La cercanía con el poder la marcó, la volvió arrogante y directa. Con los años su discurso se fue alineando con una idea muy clara del país. En redes sociales se convirtió en una voz frontal de la derecha, una figura que no teme decir lo que piensa, sin importar las consecuencias. Desde que arrancó la campaña presidencial de 2022, sus publicaciones contra Gustavo Petro y su entorno la convirtieron en una de las figuras más polémicas de la cultura popular colombiana.
Su agresividad contra Francia Márquez la llevó a retractarse
Su enfrentamiento con la vicepresidenta Francia Márquez fue uno de los episodios más comentados. Tuvo que retractarse públicamente tras una conciliación en la Fiscalía, reconociendo que sus palabras habían sido racistas.

Pero ni las disculpas ni las críticas la silenciaron. Su cuenta sigue siendo un espacio donde aplaude a Álvaro Uribe, defiende las ideas más conservadoras y lanza ataques contra figuras de izquierda. David Racero y María José Pizarro han Sido blanco de sus afilados dardos.
Marbelle nunca se ha definido como figura política, pero su presencia en actos como el de De la Espriella muestra que se mueve cómoda entre los símbolos y discursos de la derecha radical. Su activismo digital, en el que hay más rabia que ideología, más emoción que cálculo, le ha dado un lugar entre los influenciadores políticos más comentados, aunque ella insista en que solo dice lo que siente.
La explosiva rabia acumulada durante años
Marbelle carga con una historia dura. Desde niña conoció el abuso, la pobreza, el desarraigo. En la adolescencia, la fama la lanzó a un mundo de excesos y manipulaciones. Luego vino el poder, la decepción, la violencia. Y después, la resurrección mediática. Cada etapa la dejó con una piel más gruesa, con menos paciencia para los matices y una necesidad particular de marcar distancia frente a todo lo que huela a izquierda o cambio.
Marbelle, la misma que alguna vez cerró el acto de las Farc en el Caguán, hoy cierra filas en el extremo opuesto del espectro político. Lo hace con la misma fuerza con la que cantaba. No hay metáforas ni sutilezas: su discurso es directo, emocional, a veces grosero. Pero funciona. La sigue una multitud que la aplaude no solo por su voz sino por su valentía al decir lo que muchos piensan y pocos se atreven a publicar.
En un país donde los artistas suelen cuidar su imagen, ella decidió no hacerlo. Renunció al silencio diplomático y se volvió parte del ruido político. Tal vez sin planearlo, Marbelle se transformó en un personaje político más: una figura que no ocupa cargos, pero que opina, influye y que mueve emociones. Desde los escenarios o las redes, su voz sigue retumbando y hoy, aunque no canta tanto como quisiera se pone de tendencia con sus convicciones radicales que no le gusta callar.
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