Opinión

Alternativas para reinventar las ciudades

Urge repensar las ciudades colombianas con un urbanismo sostenible e incluyente que dw prioridad a la convivencia, la equidad y la participación social y ciudadana.

Por:
octubre 24, 2025
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Las ciudades colombianas del siglo XXI enfrentan desafíos cada vez más complejos: pobreza, inequidad social, violencias, congestión, contaminación, desigualdad espacial, movilidad deficiente y déficit de espacios públicos de calidad. Frente a este panorama, se hace urgente pensar en alternativas urbanas que reinventen la manera en que pensamos, diseñamos y habitamos la ciudad. En un momento en el que se discuten nuevos Planes de Ordenamiento Territorial y se aproximan debates electorales de alcance nacional, vale la pena reflexionar sobre modelos contemporáneos de ciudad que permitan construir urbes más vivibles, justas y sostenibles.

Las violencias que tanto preocupan en nuestras ciudades no se resuelven únicamente con más tecnología o control policial. También requieren un nuevo urbanismo y una nueva comunalidad, capaces de promover la coexistencia y la convivencia pacífica. Esto implica sacar las armas - materiales y simbólicas - de nuestras dinámicas cotidianas y apostarle a un cambio cultural profundo, basado en el respeto, la inclusión y la superación de la cultura del descarte, el racismo, la lógica patriarcal y la aporofobia (odio al pobre).
Reinventar la ciudad, en este sentido, es también reconstruir el tejido social y fomentar una ciudadanía solidaria.

Afrontar la pobreza urbana no puede reducirse a políticas asistenciales de subsidio. Se requiere una estrategia de convergencia regional campo–ciudad que impulse nuevas economías locales, sostenibles y democráticas. Generar alternativas productivas incluyentes, fortalecer la seguridad alimentaria y garantizar el acceso equitativo a bienes esenciales como el agua, la vivienda, la educación y la salud son pasos fundamentales para combatir la inequidad estructural. Una ciudad verdaderamente justa no excluye a sus comunidades populares, sino que las integra en la creación de riqueza y bienestar colectivo.

Una de las propuestas más inspiradoras del urbanismo contemporáneo es la ciudad de los 15 minutos, donde todos los servicios esenciales - trabajo, educación, salud, comercio y recreación - están a pocos minutos de distancia, a pie o en bicicleta. Este modelo promueve una ciudad compacta, autónoma y con menor necesidad de desplazamientos largos, liberando tiempo, dinero y energía. Además, reduce la huella de carbono y mejora la calidad de vida. En el contexto colombiano, donde el transporte suele ser costoso y lento, este enfoque ofrece una oportunidad real para acercar la vida cotidiana a las personas.

Reinventar la movilidad implica desplazar el automóvil privado del centro del sistema y dar prioridad a medios sostenibles como caminar, pedalear o usar transporte público de calidad. Promover la movilidad activa no solo mejora la salud y el bienestar individual, sino que beneficia a la ciudad entera: menos contaminación, menos ruido, más espacio público y mayor seguridad vial. Infraestructuras ciclables, peatonalizaciones bien planificadas e interconexiones eficientes del transporte público son piezas esenciales de este nuevo modelo de ciudad.

El verde urbano - parques, jardines, corredores ecológicos - es una infraestructura vital. A esto se suman soluciones de adaptación al cambio climático: drenajes sostenibles, techos verdes, paneles solares y sistemas de filtración de aguas pluviales. Estas acciones hacen que la ciudad sea más habitable, saludable y resiliente frente a eventos extremos como lluvias intensas u olas de calor. En América Latina ya existen experiencias valiosas de respuestas urbanas al cambio climático, que integran planificación, justicia ambiental y participación ciudadana, pero tenemos que avanzar con mayor decisión.

Las alternativas urbanas no dependen solo del diseño físico, sino de procesos sociales y políticos participativos

La ciudadanía debe ser protagonista: definir, co-gestionar y vigilar el espacio público y los servicios urbanos. Una ciudad construida con sus habitantes, y no solo para ellos, fortalece el sentido de pertenencia y asegura que las transformaciones respondan a necesidades reales. La participación activa convierte a los ciudadanos en agentes de cambio y consolida la democracia urbana.

Es necesario recordar que el suelo urbano no es únicamente un soporte para edificaciones o vías: es un tejido social, ecológico y cultural. La densificación planificada, los usos mixtos, la rehabilitación de barrios deteriorados y la creación de microcentros urbanos permitirían revitalizar la economía local, reducir la segregación y mejorar la calidad de vida cercana. Repensar la zonificación y promover la mezcla de funciones contribuye a construir ciudades más dinámicas, inclusivas y menos dependientes del automóvil.

En Colombia, los retos urbanos - segregación, tráfico, déficit de espacio público -, siguen siendo enormes. Adoptar las alternativas mencionadas puede traducirse en mejoras tangibles en la vida cotidiana: menos tiempo perdido, más salud, más acceso a servicios y barrios más vivos. Pero seamos francos: revitalizar nuestras ciudades no depende únicamente de los gobiernos: cada ciudadano(a) puede participar: en consultas, veedurías, proyectos comunitarios o colaboratorios urbanos.

Las ciudades no son contenedores de edificios, sino organismos vivos que evolucionan y se adaptan, reinventarlas es una tarea compartida, hacerlas más amables, sostenibles y equitativas no es un lujo, sino una necesidad urgente. Pero ese cambio comienza con nosotros: Reinventar la ciudad empieza por reinventar la forma en que convivimos en ella.

 

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