El secreto del arte de tallar las esmeraldas que salen de las minas de Muzo

En una empresa donde todos visten de impecable blanco, unos 50 expertos talladores convierten las piedras que salen de las montañas en las más valiosas del mundo

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octubre 14, 2025
El secreto del arte de tallar las esmeraldas que salen de las minas de Muzo

En una gigante empresa puesta en la comercial Zona Franca de Bogotá, en Fontibón, funciona el taller donde las esmeraldas dejan de ser simples piedras verdes y se convierten en piezas buscadas en los mercados más exigentes del mundo. Se llama EDLA, Esmeraldas de los Andes, y allí el trabajo no se limita a cortar y pulir. Lo que hacen es transformar y embellecer.

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El proceso empieza con una decisión que parece sencilla, pero que en realidad concentra años de experiencia: cómo cortar la piedra. Es un trabajo sin afanes. A veces con la opinión de dos o tres personas basta, pero a veces se necesita la opinión de un comité, otras de un experto que se sienta solo frente a la lupa. Incluso han consultado conceptos internacionales antes de decidir qué forma darle a una gema. Esa primera decisión permite sacarles la máxima calidad a las piedras, lo que determina la diferencia entre excelente y extraordinaria y de ahí hacia adelante si la piedra, después de valoraciones expertas, hará parte de un set o de una pieza única que llegará a joyeros de New York o de Ginebra.

Una vez trazada la ruta, entran en acción los faceteadores. Son los encargados de dibujar las caras exactas de cada piedra, las facetas son las que le darán la personalidad a la esmeralda. Después llegan los brilladores, un equipo pequeño que trabaja con paciencia hasta lograr que la luz rebote en la superficie con la intensidad justa. A esa altura del proceso, cualquier error se paga caro: un trazo, una limada o un golpe mal calculado puede arruinar semanas de trabajo y miles de millones de pesos.

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En Esmeraldas de los Andes, una empresa liderada por Lucía Corredor, no se conforman con el brillo. Tras el tallado, cada esmeralda pasa por controles de calidad rigurosos que no se quedan en la simetría o las dimensiones. También se revisa la limpieza interna de la piedra. Allí entran personas como María Jacqueline Velasco, una mujer que lleva más de tres décadas dedicada a ese oficio silencioso: retirar inclusiones, restos de minerales y residuos microscópicos que quedaron atrapados en la piedra. Lo hace con la perfecta concentración de quien entiende que cada mínimo detalle puede marcar la diferencia entre una piedra valiosa y una inolvidable.

El proceso de limpiar una esmeralda nunca es igual. Hay piedras dóciles, que en unas cuantas horas muestran su brillo sin dar mucha pelea. Y hay otras que parecen guardar resistencia, que obligan a pasar días enteros con la mirada fija en el microscopio, hurgando en cada grieta hasta sacarles el último vestigio de impureza. Solo entonces se revela la piedra en su verdadera forma, con un fulgor tan preciso y un verde tan intenso que muchos podrían no pensar que es una piedra sacada de las entrañas de la tierra.

En el taller, sin embargo, nadie habla de milagros. Todo es método, disciplina y un sistema de controles que se repite una y otra vez. Cada piedra se clasifica, se pesa, se registra en un software que asigna un código único. Esa trazabilidad permite que un comprador en Hong Kong o en Nueva York sepa de qué frente de mina salió la gema, qué tratamientos recibió y en qué fecha se extrajo. Lo llaman el “certificado de origen y trazabilidad” y se ha convertido en una de las cartas de presentación más fuertes de la empresa en el mercado internacional.

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Ese certificado no es un papel cualquiera. Está avalado por Bureau Veritas y soportado en normas ISO, lo que le da a la marca un sello de confianza. En un negocio marcado durante años por la opacidad, EDLA decidió apostar por la transparencia. Cada piedra que sale de su taller puede ser rastreada desde que fue arrancada de la roca hasta que llega al joyero.

El precio de ese rigor es alto: en promedio, el 70 por ciento del material bruto se pierde en el proceso. Pero en la empresa lo tienen claro: prefieren sacrificar peso antes que comprometer la calidad del corte. La lógica es sencilla: quien compra una esmeralda de EDLA empresa que pertenece a la gigante compañía Muzo Colombia, no necesita retallarla ni ajustarla de nuevo. Llega lista para ser engastada.

Esa forma de trabajar ha hecho que la marca tenga reconocimiento internacional. No se trata solo de vender piedras, sino de imponer un estilo de talla que gusta en todo el mundo. En los mercados de lujo saben que una esmeralda salida de ese taller tiene detrás un proceso minucioso, casi obsesivo, que la hace distinta y que garantiza que cada piedra simboliza paz, esperanza y prosperidad para el occidente de Boyacá.

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Detrás de esa fama hay personas de carne y hueso, con sus propias historias, que son las que realmente mantienen en pie la rutina de cada día. Como la de Jacqueline, que empezó en este oficio siendo una adolescente. Su madre también trabajó limpiando esmeraldas en un pequeño taller del centro de Bogotá, y ella creció entre piedras, microscopios y líquidos de limpieza. Primero lo vio como un oficio familiar, luego como una pasión de la que nunca logró escapar. Abrió su propio taller, trabajó para exportadores, se especializó en procesos de embellecimiento. Hasta que un día decidió cerrar su negocio para unirse a EDLA. Lo hizo convencida de que allí había una apuesta diferente: llevar al mundo las esmeraldas más lindas del mundo como símbolo de esperanza, paz y prosperidad.

Ese equipo, formado por gente que viene de distintas experiencias, es la clave de la empresa. Cada uno aporta lo que sabe y, al mismo tiempo, se somete a los controles de calidad comunes. En ese equilibrio está la fuerza que les permite producir esmeraldas que no necesitan segundas oportunidades.

El resultado es una marca que hoy tiene compradores fieles en distintos continentes. No porque venda piedras más grandes, sino porque ofrece esmeraldas con una talla reconocida, uniforme, capaz de sostener la promesa de que cada piedra saldrá perfecta del taller.

En el mundo de la esmeralda, donde abunda la improvisación y la especulación, EDLA se ha ganado un lugar a pulso. Con disciplina, con procesos estrictos y con un equipo que entiende que su trabajo no es solo cortar y pulir, sino transformar. Esa es, al final, la diferencia que explica por qué su marca de talla se convirtió en sinónimo de calidad.

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