El italiano Franco Loja y su socio, el holandés Arjan Roskam, habían viajado a los lugares más remotos del mundo buscando las semillas de marihuana más poderosas. Internarse en lo más profundo de Marruecos, la India, Filipinas, el Cauca y la Sierra nevada de Santa Marta, se convirtió en la cotidianidad de este ex paracaidista del ejército italiano que había hecho una fortuna con Green House, el banco de semillas de cannabis que crearon en un sótano en Amsterdam en 1985 y que treinta años después controlaba el 25% de las semillas del planeta. Loja y Roskam han ganado 38 copas del Cannabis, algo así como el mundial para los cultivadores de marihuana.
Buscar la Landrance congoleña se había convertido en una obsesión Para Loja. Después de años de investigación, en julio del 2016, supieron el lugar donde podría estar: a tres días de viaje en lancha por el río Congo en una plantación muy cerca de Kingasi. Sería una travesía digna de Joseph Conrad. En tres troncos transformados en lanchas, de unos diez metros de largo, Loja y Roskam emprendieron la aventura. El sacrificio valdría la pena. La THC que contiene ese tipo de planta es superior a cualquiera hasta el momento conocida. No sólo le proporcionaría placer a los más de 200 millones de personas que fuman marihuana al día, sino que su tratamiento, en uno de los laboratorios que tiene Green House en Zurich, podría servir para curar la obesidad –a diferencia de la marihuana común y corriente ese tipo de cepa congoleña frena el hambre- y la diabetes.
Unas horas después de zarpar, cuando se hizo de noche, Loja y Roskam comprobaron que el viaje sería el más duro de sus vidas. Al bote llegaban nubes de insectos que los picaban hasta enloquecerlos. Loja en algún momento pensó en arrojarse al río para que el martirio cesara pero no era buena idea. El rio Congo estaba infestado de cocodrilos e hipopótamos. El peligro que un gigante de esos apareciera y volteara el bote, era constante. Al año los hipopótamos matan a más de 400 personas en el África, lo que los convierte en el animal más letal de la selva. Tres días después de soportar el martirio de viajar en un tronco al que todo el tiempo le entraba agua por la cantidad de rotos que tenía, llegaron al lugar en donde estaría la semilla de marihuana más potente del mundo. Al llegar cundió la desesperanza: el plantío había sido cortado. Los rumores de los congoleños se contradecían y Kingansi era un lugar muy grande.
El viaje se alargó más de lo debido. Fueron siete días en donde los víveres escasearon, el agua se convirtió en una nata espesa y maloliente, y en donde el vómito, la diarrea y los zancudos eran los acompañantes más fieles. Dejaron los botes en el río y en camionetas se internaron en lo más profundo de Kingansi. Los puentes para cruzar arroyos eran de madera podrida. Los conductores africanos todo el tiempo amenazaban con amotinarse y dejar al italiano y al holandés a merced de la selva. Cada poblado que iban era una continua desilusión. Cada vez que hablaban con un jefe de tribu debían desembolsar entre USD$1000 y 2000 como una ofrenda por entrar en su territorio.
Nueve días después descubrieron una plantación intacta de Landrance congoleña. Ningún occidental había llegado tan lejos. La cepa se había mantenido intacta durante 2000 años. Era el Tutankamón de la marihuana. Todo el sacrificio había valido la pena.
En el laboratorio de Zurich comprobaron que la Landrance Congoleña era la más potente de las cepas hasta ahora conocidas. Los cazadores de semillas de marihuana se harían aún más ricos. Franco Loja regresó al Congo, volvió a internarse en el río, atraído por las historias de cepas aún más potentes. La ambición lo mató. La malaria lo consumió. Su muerte, ocurrida en lo más profundo de la selva el 2 de enero de 2017, se vino a saber en estas tierras hace apenas una semana. Tenía 42 años