No hay paloma que traiga el olivo

No hay paloma que traiga el olivo

Se preguntarán, ¿qué tiene que ver los símbolos con la paz? Pues estamos frente a un proceso de paz donde estos han fallado: la paloma blanca con el olivo no nos dice nada

Por: Andrés Del Castillo
septiembre 05, 2017
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No hay paloma que traiga el olivo

El 27 de junio de 2017, un funcionario de la ONU cerró el último de los 44 contenedores que guarda las más de 8200 armas de las FARC-EP, después de un hermético proceso de dejación de armas ante el país. Frente a este magno hecho, el fin de la guerra en Colombia se materializó, aún más cuando el pasado 15 de agosto fue extraído el último contenedor. Además, la extracción de armamento de las caletas continuará hasta el 15 se septiembre.

Sin embargo, la apatía embarga a los colombianos. Puede leer: ¿Por qué no hay euforia en Colombia con la entrega de armas de las FARC?

Detractores del proceso dicen que 7000 armas no son suficientes y que las FARC no entregaron todo el arsenal que poseen, ni la lista de sus bienes refleja todo lo que tienen. Por su parte, el presidente Juan Manuel Santos declaró que en los últimos años se han incautado más de 50 mil armas.

Independientemente del debate político, hay otro debate ausente, y es el de los símbolos, aquellas representaciones que han acompañado al ser humano desde que este entendió que una cosa significa algo para alguien.

Los símbolos crean caminos para comprender el mundo exterior y abstraerlo al mundo interior a través de vehículos (iconos) a los que les atribuimos significados que molturan lo vivido.

Se preguntarán, ¿qué tiene que ver los símbolos con la paz? Pues estamos frente a un proceso de paz donde estos han fallado: la paloma blanca con el olivo no nos dice nada. No le hemos dotado de sentido ni sabemos qué significa ese olivo para nosotros como colombianos.

El ramo de olivo remonta a los griegos para representar la victoria de los dioses. En Roma, con su poeta Virgilio le dio el sentido cliché de “paloma de la paz”.

También encontramos la alegoría cristiana del fin del diluvio en el libro de Génesis, donde una paloma blanca con un ramito de olivo en el pico vuelve al arca de Noé para anunciar que el diluvio ha acabado.

Pero en Colombia no habemus paloma que venga con un ramito de olivo en el pico para decirle al pueblo que la guerra ha terminado. Frente a la lejana promesa del fin del diluvio de 50 años, cuando ya creemos que va a escampar, vuelve y arremete el aguacero y la paloma sobrevuela por encima de nosotros.

Eso nos vuelve apáticos frente a un proceso que se roba aplausos fuera de las fronteras nacionales. Acá he de admirar la diplomacia con la que el Gobierno ha sabido manejar y servirse de su servicio de relaciones exteriores para oxigenar un proceso interno convaleciente.

Por ejemplo, en 2016, Santos fue el único mandatario invitado por la reina Isabel II a una visita, ganó el premio Nobel de la Paz, visitó Irlanda del Norte y a los protagonistas de proceso de paz de dicho país, el Consejo de Seguridad de la Onu aprobó la misión de verificación y extendió el mandato, etc.

El gran símbolo de unidad para Colombia puede ser la visita el próximo miércoles 14 de septiembre del papa Francisco I. Ya en su visita en la Habana en septiembre de 2015, intentaron acorralar para que visitara la sede de la negociación, pero este se les voló literalmente y partió a Nueva York a la Asamblea General de la ONU, y en su lugar el Gobierno no trajo al papa sino a Pepe (Mujica), que también habla como gaucho, y es uno de los líderes morales de la América Dividida, pero tiene la estampa de exguerrillo y eso no ayuda con la unidad.

Pero, en una paz sin líder necesitamos al “elegido”, la vedette, y no se necesita ser un experto en polenología, estudio de los conflictos armados, o en la irenología, estudio de la paz, para entender lo que está pasando. La polarización es un síntoma del posconflicto y eso también influencia el desacuerdo de quien debe ser la vedette. Y de aquí hasta marzo 2018 deberemos escoger un congreso y un presidente.

Recuerdan Neo en la película Matrix, o Harry Potter, o Jane en los Juegos del Hambre. El arte de la guerra se basa en símbolos. En el hacer creer que algo pasa, o agrandar su efecto, en tener símbolos que unen a través de discursos, etc.

La visita del sagrado pontífice agitara el panorama político colombiano. A nivel mundial la extrema derecha toma fuerza, así como los mal llamados outsiders políticos. Y también los caribonitos: Canadá con Justin Trudeau y Francia con Emmanuel Macron.

Sergio Fajardo se perfila como el Macron colombiano y depende de la fórmula vicepresidencial, este podría perfilarse como el candidato outsider. Y que decir de Humberto de la Calle, el Bernie Sanders colombiano, que conoce los acuerdos y es especialista en resolución de conflictos, aspectos que más necesitamos en este país.

La vedette de la reconciliación es necesaria y en Colombia la guerra y el tiempo las mató: Gabriel García Márquez y Jaime Garzón.

Quisiera que aquel mural que se encuentra el grafiti de Jaime Garzón pintado saliera del muro y personificara la paloma con el ramito de "olivo", en nuestro caso una ramita de "guasca", pues a paz sin paloma que traiga un olivo es un país sin bandera.

¿Será que el miércoles 6 de septiembre, cuando el papa Francisco bese el piso de Colombia, creeremos que él es la gran paloma?

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