He notado que muchos cristianos que conozco y otros cristianos que colman las redes sociales, han sido muy enfáticos en que su votación para el plebiscito será un rotundo NO a los acuerdos de La Habana. Por eso me pregunté: ¿Qué pensaría Jesús? bastaría con observar las películas típicas de Semana Santa para desconfiar del tipo de cristianismo que los promotores del NO profesan, que es más bien un cristianismo tradicional donde se hace más énfasis en la oración y en los sacramentos, que en realidad poner en práctica las enseñanzas de Jesucristo. Pero para que este artículo de opinión sea más convincente, decidí abordar directamente la Biblia para que mis ideas no se basaran únicamente en la representación de Jesús en películas.
Una de las razones más comentadas por parte de algunos cristianos es que se le darán muchos beneficios a los guerrilleros desmovilizados, mientras que la mayoría de los colombianos trabajadores, que jamás han cometido un delito, nunca podrían tener acceso a tales beneficios. Me dirigí al Santo Evangelio Según San Lucas, Capítulo 15 donde está escrito lo siguiente: “Se acercaba a Jesús a todos los publicanos para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban:Este a los pecadores recibe y con ellos come” (v.1-2). Efectivamente Jesús se sentaba con los pecadores, hablaba y comía con ellos. Pero además señalaba que no sólo hay que perdonarlos, sino que hay que acogerlos y recompensarlos pues decía Jesús: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (v.7).
Más adelante Jesucristo contaba la historia del hijo pródigo en donde un padre, a petición de su hijo menor, entregó los bienes que le correspondían a este último, pero el hijo se alejó y los desperdició “viviendo perdidamente” (v.13). El hijo menor, empobrecido y habiendo pasado por grandes dificultades volvió a donde su padre el cual lo recibió y sin importar lo que había pasado “se echó sobre su cuello y le besó” (v. 20) pero además llamó a sus siervos y ordenó: “sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta” (v. 22-23).
Frente a la forma en que actuó el padre, el hijo mayor, que nunca se había alejado de él y que siempre le había obedecido, enojado reprochó su actitud. Sin embargo el padre le respondió: “Hijo tu siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto y ha revivido; se había perdido y es hallado” (v. 31-32).
Las Farc decidieron dejar las armas y entrar a la vida política. Más allá de los errores y delitos que hayan cometido, optaron por algo que en 50 años no habían contemplado: participar legalmente en la vida política del país (se habían perdido y son hallados). Pero además, los hombres y mujeres en armas de las Farc, jóvenes y en su mayoría campesinos pobres, se reinsertarán en la vida civil, y lo que debemos esperar es que nunca vuelvan a cometer un delito, por lo cual requieren un apoyo económico como el que se les va a dar (algo que no es nuevo, pues los programas de reinserción vienen desde el gobierno de Álvaro Uribe).
Un trabajador que gana un salario mínimo o un colombiano desempleado, inevitablemente se siente como el hermano mayor de la historia: frustrado porque a pesar de actuar acorde a las leyes no recibe tal apoyo del Estado. Pero tenemos que estar a la altura y como hermanos mayores, recibirlos y regocijarnos porque ahora están con nosotros y porque no volverán a usar sus armas en contra de otros colombianos. Debemos pensar además, que estas medidas pueden ser benéficas a mediano y largo plazo, pues con menos gasto de guerra, podrá haber más inversión en programas productivos que podrían mejorar las condiciones de todos.
Por último, más allá de aceptar los beneficios que recibirán nuestros hermanos, como lo hizo el hermano mayor, está la capacidad de perdonar como lo hizo su padre. Perdonar a los que nos ofendieron, pero no sólo a las Farc (aunque solo se hable de ellas) sino también a todos los actores del conflicto como el ejército, la policía, paramilitares, políticos y empresarios que son tan responsables como las Farc por tantos años de guerra y victimización de la población civil. ¿Quiénes somos nosotros para juzgarlos y pedir venganza? ¿Quién está libre de pecado?
Si Jesucristo, ese que se sentaba a dialogar con los pecadores y los perdonaba, estuviera acá, sin duda, pero sin ninguna duda, votaría por el SÍ. ¡Pongamos en práctica el perdón de Cristo!