El metro elevado a precio del subterráneo

El metro elevado a precio del subterráneo

"En otras palabras, de realizarse la obra, los bogotanos pagaremos lo mismo por un metro de menor calidad (elevado) durante los próximos 30 años"

Por: Maritza Serrano
febrero 27, 2017
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El metro elevado a precio del subterráneo
Foto: Archivo semana.com

Para Enrique Peñalosa no fue suficiente haber tirado al traste el proyecto de metro subterráneo que recibió de la administración anterior -cuyos estudios de detalle costaron alrededor de $136 mil millones pagados con recursos de los bogotanos- sino que ahora resulta que el metro elevado –al que supuestamente debe apostarle la ciudad porque le saldría más económico- cuesta casi lo mismo que el subterráneo: $13.2 billones. Esa es la cifra que vale la primera línea, según informó la misma Alcaldía esta semana. En otras palabras, de realizarse la obra, los bogotanos pagaremos lo mismo por un metro de menor calidad (elevado) durante los próximos 30 años.

Es inadmisible que la ciudad tenga casi que mendigar por un transporte público digno para sus más de ocho millones de usuarios, pese a que los ciudadanos pagan los impuestos completicos y a tiempo. Bogotá aporta cerca del 30% del PIB nacional, ya que es la capital de la República.

No conforme con eso, esta misma semana, la arrogancia del Alcalde Peñalosa lo lleva erráticamente a tratar a los ciudadanos que no estamos de acuerdo con su propuesta improvisada de metro elevado, como ignorantes y ratas. Estas fueron sus declaraciones en Uniminuto Radio: "A los ciudadanos les parece muy sexy el metro subterráneo porque no lo han usado. Pero cuando ya tienen que meterse bajo tierra como una rata todos los días, en unos túneles que huelen a orines con mucha frecuencia…".

Error Alcalde: aunque usted no lo crea, cada vez más colombianos tienen la posibilidad de salir del país, subirse a un metro subterráneo y experimentar la diferencia que ese sistema de transporte masivo significa para su calidad de vida. Una posibilidad de la que su política nos está privando por segunda vez. La primera fue en su primer gobierno (1998-2000), cuando usted cambió de un plumazo como ahora, el proyecto metro por el de Transmilenio que hoy padecemos. Por eso indigna que le quiera meter “gato por liebre” otra vez a Bogotá con nuestros impuestos.

Su discurso, además exacerba diferencias sociales por su tono clasista, al sugerir que los bogotanos no tenemos ni idea de lo que estamos hablando porque no nos hemos subido jamás a un metro subterráneo, muy seguramente porque somos pobres, situación en la que usted nunca ha estado. Basta con que mire las redes sociales para que entienda que no es así. Lo peor, es que nos menosprecia al compararnos con ratas. Y después se pregunta por qué será que lo quieren revocar.

Pero no es solo el alcalde Peñalosa quien ha privado a Bogotá del metro que se merece. Es también el presidente Juan Manuel Santos quien, incluso se tomó una foto el 24 de mayo de 2015 con el entonces alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, sosteniendo un cheque simbólico para expresar su supuesto compromiso con el proyecto. Sin embargo, el documento Conpes que se requería de su gobierno nunca llegó lo que impidió abrir la licitación para iniciarlo. De haber cumplido su promesa, simplemente hoy no estaríamos en esta discusión.

La deuda también la tiene Simón Gaviria, actual Director de Planeación Nacional, quien en ese entonces explicó en una entrevista en la W Radio, las bondades del metro subterráneo comparado con el elevado. No obstante, después y sin ningún pudor, defiende lo contrario. Esas tres ventajas son:

  1. El metro subterráneo transporta mayor cantidad de pasajeros que un metro elevado.
  2. No genera contaminación por ruido en los barrios por donde va su trazado porque discurre por debajo de la ciudad.
  3. Implica menor compra de terrenos que el elevado, en una ciudad consolidada como Bogotá.

En pleno siglo XXI, resulta poco menos que insólito, que Bogotá siga discutiendo la pertinencia de un metro, cuando el primero que se construyó en el mundo fue el de Londres, en el siglo XIX (1890) y en América Latina, el de Buenos Aires, en el siglo XX (1913). Ambos, subterráneos.

Es más: en casos como los metros de San Petersburgo y Moscú, construidos a mediados del siglo pasado y cuyas primeras líneas fueron inauguradas en 1935, el primero, y en 1955, el segundo, se demuestra que un metro además de ser un medio masivo de transporte puede ser también un exitoso sitio turístico. Sus estaciones más antiguas parecen verdaderos museos con exuberantes lámparas colgantes, esculturas de bronce y pinturas alusivas a la vida cotidiana de los trabajadores y a los líderes del comunismo, sistema durante el cual fueron construidos. Muy lejos del olor a orines que mencionó Peñalosa. Hoy, hay metro en 160 ciudades de 55 países del mundo, entre ellas Medellín.

Bogotá no aparece en esa lista pero, en cambio, sí encabeza el ranking de ciudades más congestionadas de América Latina, según el estudio Global Traffic Scorecard (Tabla de resultados de tráfico global). Esto, en la práctica, significa que una usuaria que se desplaza desde Soacha hasta el centro de Bogotá, tarda hasta cuatro horas diarias en llegar a su sitio de trabajo según una crónica realizada esta semana por una periodista de La W radio.

No aspiro a tener un metro ostentoso como los de Rusia pero tengo claro que la ciudad requiere mucho más que un metro barato que pueda inaugurar Peñalosa. Bogotá se merece un metro a su altura, a su dimensión de capital de la República, del tamaño de su aporte a las finanzas de la Nación y sobre todo: un metro que realmente mejore la calidad de vida de los bogotanos que le cumplen a su ciudad.

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