Genocidio social

Genocidio social

Esta es Colombia, la que se acostumbró a las miles de muertes, la que se ha vuelto casi insensible, la que se ha resignado a este designio macabro...

Por: Rafael Gómez Gómez
enero 29, 2019
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Genocidio social
Foto: Las2orillas

Parece ser que en nuestro país del Sagrado Corazón estamos acostumbrados a clasificar a nuestros muertos en buenos y malos, y a casi que justificar la muerte de estos últimos cuando se les cuelga como un INRI un parte policial que dice: “Tenía antecedentes penales". Ahí termina todo para ellos y, lo que es peor ya, a nadie le importan, ni siquiera a sus parientes más cercanos.

Nos acostumbramos a la violencia y a la justificación que se da de su uso. "Se metió con gente dura" o "Era reclamante de tierras" dicen para pasar rápida y convenientemente la página.

Estas justificaciones parece que terminan siendo hoy patrón de conducta entre nuestros gobernantes, a pesar de ser muy cercanos a los procesos de reconciliación social como es el caso del presidente Santos, en cuyo gobierno de ocho años murieron aproximadamente seiscientos nueve líderes sociales, una cifra escandalosa en medio de un proceso de paz.

Es claro que al Nobel no lo ayudan las cifras, pero igual ocurre con el actual gobierno del presidente Duque, donde más de veinticinco líderes sociales han sido asesinados, siendo fuertemente criticado por no tomar las medidas necesarias para la protección de estas personas, ni rechazar contundentemente estos repudiables hechos.

El acto terrorista del ELN contra la Policía Nacional se convierte en otro episodio que, en vez de ser condenado y rechazado, busca ser justificado por algunos sectores que lo atribuyen a la política de paz del presidente Duque y a su negativa de dialogar con la guerrilla cavernaria del ELN.

Justifican también este execrable acto afirmando que la derecha extrema y los jinetes de la guerra están felices ante la “papaya” que dio esta guerrilla creando nuevos mártires para justificar el sonido de los nuevos tambores de guerra.

Esta es Colombia, la que se acostumbró a los miles de seres humanos asesinados en las últimas cuatro décadas, la que se ha vuelto casi insensible, la que casi se ha resignado a este designio macabro de ver correr sangre en nuestros campos y ciudades y a presenciar las discusiones estériles y anestesiantes de nuestra mediocre clase política que se ha acostumbrado a justificar todo.

Esto es lo que nos hace ser un país de indolentes, donde la justicia, justifica, los políticos justifican, los poderosos, ver caso Odebrecht, justifican, incluyendo muertes oportunas para sus fines, en fin, aquí todo se justifica porque el "todo vale" se entronizó en nuestra forma de vida, tan profundamente, que nuestra sociedad no se conmueve con la compra de votos y ya nos olvidamos de una senadora por allá en el Atlántico que montó una empresa dedicada a ese tenebroso comercio y por muchos actos de corrupción más que si seguimos enumerando no quedaría títere con cabeza, porque además, estamos a punto de llegar a un momento de estrés en el que nada raro sería que a esta madre patria le receten también cianuro, medicamento de moda para sacar de apuro a los poderosos.

Esta tragedia que cargan sobre sus hombros quienes sufrieron el asesinato de sus familias, que han soportado el desarraigo de sus tierras teniendo que vivir errantes en las ciudades, que esperando la oportunidad de encontrar justicia y volver a sus tierras son asesinados y amenazados, es de nunca acabar.

Para solo mostrar un ejemplo demos una mirada a lo que está pasando con los desplazados que regresaron a El Salado, donde nuevamente los pájaros de la muerte rondan como carroñeros para matar las nuevas ilusiones de los que creyeron que un mejor futuro era posible después de la tormenta.

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