Estas músicas que van con uno (2)
Opinión

Estas músicas que van con uno (2)

Noticias de la otra orilla

Por:
diciembre 05, 2015
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Para seguir con nuestro tema, lo que ha pasado en música en departamentos como Atlántico, por ejemplo, al igual que en otros aspectos vitales de su desarrollo social y cultural, es que la macrocefalia que le representa Barranquilla se apropia, absorbe,  diluye y hace invisible importantes méritos municipales que en materia musical, para el caso, pasan a ser un dato más, si es que se registra, anónimo en la mayoría de las veces, en el contexto previsible de la tremolina carnavalera en la que se han fundido, confundido y difundido, también, claro, temas memorables y anónimos, voces, intérpretes, grupos típicos, nuevas orquestas, etc., que muchas veces sucumben y declinan su identidad en la tentación barranquillera. Al punto de que podemos decir que la historia de la música del Departamento del Atlántico mirada en el contexto de la región Caribe,  y teniendo a Barranquilla a distancia y con cautela, está apenas para ser asumido en un recorrido investigativo de campo que nos permita registrar grabaciones antiguas, si ello fuera posible, hurgar en la memoria de los que aún recuerdan, para inventariar nombres, títulos, formatos y procesos y empezar así a hacerle justicia a una cantera de referentes que hoy aparecen tocados de forma tangencial y asistemática, si es que ello ocurre.

Alfredo Gómez Zurek

Alfredo Gómez Zurek

Alfredo Gómez Zurek, en un extraordinario y poco conocido texto sobre la música en Barranquilla dice que la más remota referencia histórica de la música en la ciudad se remonta al año 1823 y está atribuida al viajero inglés Charles Stuart Cochrane, quien en su diario no hace demasiadas diferencias entre Barranquilla y Soledad, en el sentido de que ambas no eran más que dos pequeñas aldeas con la diferencia de que la primera era sólo un poco más fresca que la otra. Y dice así la cita: “Hoy 26 de marzo es feriado… En la tarde hubo procesión… todo lo presidía el cura, llevando la Sagrada Forma y lo seguía una partida de músicos que tocaban violines y flautas, y cuya música acompañaba numerosos niños cantores”.

Wirt Robinson

Wirt Robinson

Otra referencia parecida la encontramos en el diario de otro viajero, esta vez norteamericano, el Infante de Marina y ornitólogo norteamericano Wirt Robinson quien en un capítulo de su libro El Trópico a vuelo de pájaro (A flyngtrip to the tropic) que recoge su paso por Barranquilla en 1892 comenta lo siguiente: "El martes 21 de junio de 1892 nos despertamos antes del amanecer con el sonido de una música. Era una banda militar que a pesar de escoger una hora bien inusual para unas prácticas, debo admitir que era una música excelente".

Las dos referencias anteriores distan una de otra 69 años en el tiempo, pero nos permite imaginar que  en todo ese agitado fin de siglo en Barranquilla tanto las compañías de óperas y zarzuelas como las bandas militares de rigor representan modelos de imitación para el resto de las provincias de este territorio, como lo representaron de manera análoga, desde luego para sus entornos correspondientes, los casos de Mompox, Cartagena y Santa Marta.

Pero viniendo la primera referencia de un súbdito inglés que ese día, aparte de una “ridícula comparsa”, solo encuentra destacable el ensamble de violines, flautas y voces infantiles que la acompaña, y en el caso del joven militar norteamericano que es capaz de reconocer la calidad de una banda militar, y que es  además un científico amante sensible de las aves y del dibujo, nos permite suponer que en ese momento contamos, ya por estos lares, con ejemplos bandísticos capaces de hacerse reconocer como aptos para hacer buena música, así como por el lado religioso destacarse con formatos de clara inspiración europea como el que junta violines, flautas y voces de niños.

Ambas referencias nos sirven para corroborar algo que está presente en cualquier historia de nuestra música: por una parte, la influencia de la iglesia, especialmente de manos de curas y monjas muchas veces adelantados en estudios musicales;  y la importancia de las bandas militares en el desarrollo de nuestras músicas, ya que solían manejar el repertorio oficial e institucional así como los motivos populares representativos que solían interpretar en desfiles y retretas. Estas bandas militares fueron importantes igual para ayudar a la consolidación del jazz de New Orleáns, por ejemplo, así como para, en lo que a nosotros respecta, ser útil referente de nuestras originales pelayeras, cuyos miembros estaban en muchos casos compuestos por militares activos o retirados hasta constituirse en una escuela para el desarrollo de nuestra música. Y en un tercer lugar, la influencia de las grandes espectáculos musicales de élite que llegaban a Barranquilla desde 1820, y que sin duda representaban para quienes estaban más expuestos a esta influencia el estímulo de acercarse a la música para aprender a tocar algún instrumento o desarrollar la afición por el canto.

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