Opinión

El imperialismo, una realidad incontrovertible hoy

Hasta los escándalos de su política interna espantan por su hedor tras cada nueva revelación vergonzosa

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noviembre 19, 2025
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Recuerdo que tras la debacle de la URSS sobrevino la apabullante ola ideológica a favor del capitalismo, descrito como el modo de producción más avanzado y justo que había logrado alcanzar la humanidad. Había quedado demostrado que el lenguaje comunista y socialista carecía de fundamento y sentido, que la lucha por la superación del capitalismo había sido un absurdo, tanto como la inútil teoría de la lucha de clases.

Aquello significaba también el réquiem para las concepciones antiimperialistas. Eso de que la fase superior del capitalismo era el imperialismo quedaba mandado a recoger. Los hechos, los arrolladores acontecimientos ponían de presente que antes que demonios para la humanidad, los imperialistas eran una especie de ángeles portadores de la única verdad, el paso arrollador de la civilización que demostraba su superioridad irrebatible.

El pasado oprobioso de guerras y matanzas, de saqueos y sometimiento de pueblos, de brutal violencia contra los débiles y los derrotados se iluminaba de repente en su esclarecedor destino, momentos, pasos necesarios para que la humanidad diera el salto de la oscuridad a la luz, gracias a todo eso alcanzábamos el estado actual de felicidad. Nada podía reprocharse, salvo la obtusa terquedad de quienes condenaban a priori el glorioso resultado final.

La globalización neoliberal se abrió paso derribándolo todo, la soberanía de las naciones, los ridículos derechos reclamados por los trabajadores, las inapropiadas gestiones estatales por regular la vida económica. Todo en adelante sería una fiesta, un mercado universal cuyas reglas mágicas lo determinaban todo. Con una lógica imbatible, el más poderoso entre los países capitalistas más poderosos, podía, por esa misma condición, imponer su voluntad a todos.

La realidad, sin embargo, terminó por ser más constante que los bellos discursos. La modernización, la privatización, la desregulación, el libre comercio mundial y el catecismo neoliberal se convirtieron en la repugnante caricatura de cuanto anunciaban. Nunca antes como ahora el imperialismo ha demostrado sobradamente su carácter explotador, la violencia que lo alimenta y reproduce, la crueldad y la inhumanidad que lo inspiran.

Aquello del viejo y trasnochado imperialismo con que pretendieron burlarse de las posiciones críticas contra el sistema, se vuelve contra sus pregoneros como esos escorpiones furiosos que se pican a sí mismos. Los Estados Unidos, con Donald Trump en su dirección, no pueden caracterizar peor la falsedad del discurso que acompañó su devenir durante las tres décadas precedentes. Quiebre moral, crisis política, debacle económica, tragedia militar.

Son ellos quienes en últimas están en la guerra en Ucrania, obligando a la Unión Europea a poner la cara. Y a pagar de entrada los platos rotos. Pese a lo cual le imponen la obligación de comprarles centenares de miles de millones de euros en armas. Son ellos quienes apoyan militar y políticamente a Netanyahu y su genocidio en el Oriente Medio. Los mismos que atacaron a Irán en junio de este año, recibiendo una respuesta que aún los tiene pensando.

Los mismos que derrocaron recientemente a Bashar al Assad en Siria, para poner al frente de ese país a Mohamed al Jolani, reconocido jefe terrorista y líder de Al-Qaeda, por el que ofrecían 50 millones de dólares como recompensa, hoy su aliado y hombre bueno. Son los Estados Unidos, en boca de Trump, quienes acaban de amenazar con bombardear Nigeria para supuestamente eliminar los grupos fundamentalistas que han alimentado en el pasado.

Son ellos los que amenazan con anexar a Canadá para su territorio, quienes advierten que tomarán Groenlandia y harán suyo de nuevo el Canal de Panamá. Los mismos que gruñen amenazando e imponiendo sanciones económicas y aranceles a países que van desde China, Rusia e India hasta pequeñas islas del Pacífico. Los que descaradamente quieren imponer a jueces de otros países el sentido de sus fallos judiciales, los que sancionan a la Corte Penal Internacional.

Los que pretenden intimidar a México y Colombia con amenazas de acciones militares de sus tropas dentro de sus territorios

Los que como francotiradores dementes asesinan, sin fórmula de juicio, a quienes acusan de transportar drogas en el Caribe y el Pacífico. Los que infaman y persiguen sin prueba alguna a Petro. Los que pretenden intimidar a México y Colombia con amenazas de acciones militares de sus tropas dentro de sus territorios. Los que cercan a Venezuela y anuncian el derrocamiento de su gobierno, al que llaman ilegítimo porque no se arrodilla a su voluntad.

Los mismos que asfixian a Cuba y Nicaragua. Sí, el imperialismo no sólo existe, sino que ahonda su depravada lógica en una acción desesperada. Hasta los escándalos de su política interna espantan por su hedor tras cada nueva revelación vergonzosa. Epstein, Trump, Clinton, las niñas abusadas, la gente mezclada en todo eso. No puede evitarse la comparación con la decadencia que acompañó las costumbres de las élites durante la caída del imperio romano.

El imperialismo y cuanto nos advirtieron personajes como Lenin o el Che Guevara se muestra más que cierto. Y tiene peligrosos defensores aquí, cuidado.

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