"El gemido engaña, la humedad no”

"El gemido engaña, la humedad no”

Esto se leía en una imagen que publiqué en mis redes sociales y los comentarios por interno no se hicieron esperar

Por: Jahel Andrea Díaz B
febrero 17, 2019
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.

Es relevante que se hayan hecho por interno porque hace parte del morbo, del tabú, de eso que no queremos que nadie sepa, pero que deseamos.

Mi publicación fue intencional, pero mi óptica fue distinta a los diversos comentarios que suscitó e hicieron llevar mi cuestionamiento a un lugar más profundo.

Y resulta que cuando leí esta imagen, lo primero que pensé fue en la sexualidad de las mujeres, esa que se nos ha negado, esa que es un tabú, esa de la que no se puede hablar. Y sí, a las mujeres se nos ha mutilado nuestra sexualidad, y se nos restringió el placer.

Hablar de sexo demasiado nos descalifica y generalmente estamos escondiendo lo que pensamos, lo que sentimos porque la imagen a dar siempre es de inocencia.

Pero pensamos en sexo, varias veces al día, aunque muchas veces lo neguemos. Perdemos valor por el número de hombres con los que hayamos tenido sexo, pero a mí lo que me cuestiona realmente es cuántos de esos en realidad nos han dado un orgasmo, seguramente pocos.

Nos enseñaron a ser complacientes y eso también lo llevamos a la cama, fingimos orgasmos por no hacer sentir mal a nuestro compañero, en lugar de hablar sobre cómo nos gustaría que lo hiciera. ¿Tomar la iniciativa? Noooo, jamás. Eso no lo hace una buena chica, algunos dirán que sí les gusta esto, que las mujeres tomen la iniciativa, pero al final del día concluirán que sería una chica para llevar a la cama, pero nunca para presentar en su casa.

Y bueno al parecer nuestro valor se encuentra en nuestra vagina y de ser así, deberían ustedes hacerla feliz.

En lugar de esto, el placer y el ejercicio libre de la sexualidad se ha otorgado a los hombres, con estereotipos como las hormonas, y adjudicándoles de manera innata su condición de seres sexuales. Se les percibe como activos, él te besa, él te come. ¿Y nosotras qué? Nosotras también los besamos y nos los comemos.

La religión y la educación patriarcal nos ha puesto en este lugar como sujetos pasivos, conocer demasiado pronto la biblia, creyendo que todo esto es pecado, educándonos sexualmente con películas porno que generalmente nos muestran dominación y un ideario del sexo alejado de la realidad, con horas de placer infinito.

Nos debatimos entre una sociedad que nos exige ser sexy y femenina, ser inocente, pero a la vez una gata salvaje en la cama. Sin embargo, el cuestionamiento final es ¿para satisfacer a quién?

El ejercicio de la sexualidad femenina debe ser vivido desde el placer y la igualdad. Cortar de raíz con la prohibición del placer para las mujeres, esa satisfacción por la que muchos hombres ni siquiera se preguntan y en la que nosotras hemos sido tan condescendientes.

La vivencia liberadora de nuestra sexualidad, esa que no está aprobada y valorada solo en función de un hombre. Esa placentera, propia y compartida. Aquella que nos permite hablar de sexo, sentirnos cómodas con nuestros cuerpos y tener muchos orgasmos.

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