El pasado viernes 12 de diciembre de 2025, el grupo criminal ELN anunció un paro armado nacional de 72 horas, del 14 al 17 de diciembre, como muestra de “rechazo a la intervención imperialista y a los dictados de la oligarquía vende patria”. Con esta acción, el grupo ilegal demostró que puede afectar la vida de los más pobres —los mismos que se transportan por vías deterioradas y ríos convertidos en autopistas improvisadas—, pero en nada inquietó al imperio norteamericano, que ni se inmuta.
¿De verdad cree el ELN que con sus hostilidades logrará el retiro de la flota estadounidense apostada en el Caribe sur? Una flota conformada por portaviones, destructores, buques anfibios, submarinos nucleares, aviones de combate y sistemas de guerra electrónica. ¿O acaso piensan que van a desvelar a Donald Trump? Con explosivos, destrucción de infraestructura, hostigamiento a la fuerza pública e incineración de vehículos, lo único que evidencian es su escasa mentalidad estratégica. Eso sí: tienen un gran poder para hacerse odiar por los colombianos.
En plena época navideña, cuando las familias esperan el reencuentro, aparecen estos forajidos con actos de terror. Si lo hubieran decretado el 28 de diciembre, quizá muchos lo habrían tomado como una inocentada. ¿A quién, con un mínimo de sensatez, se le ocurre imponer un paro armado “contra las pretensiones imperiales de Estados Unidos”, sabiendo que solo perjudican a los más pobres? Tal vez los integrantes del COCE creen que Trump se esconderá bajo la cama o que los oligarcas colombianos apagarán las luces de sus clubes por miedo a sus amenazas.
Los verdaderamente afectados fuimos los habitantes del Catatumbo, el Chocó, Arauca, el sur del Cesar y demás regiones donde el grupo criminal hace presencia. Esa Colombia profunda, la que dicen defender, es la que sufre en carne propia las decisiones absurdas de quienes pretenden perpetuar una guerra sin sentido. El paro armado del ELN parece haberse adelantado al Día de los Inocentes y, de paso, demuestra que los elenos tienen un retorcido sentido del humor.
Mientras tanto, Marco Rubio, Bernie Moreno y demás figuras del séquito de Trump seguramente ni se enteraron de la “amenaza” proveniente de los rincones más olvidados de Colombia.
Los únicos que padecimos las consecuencias fuimos los colombianos que viajamos en buses destartalados y embarcaciones fluviales improvisadas, interrumpidos durante tres días por la estupidez de un grupo ilegal. Quizás a los elenos se les dislocó el calendario mental y quisieron adelantarnos una inocentada. Una inocentada que cobró vidas inocentes y dejó graves afectaciones en varias regiones del país, pero que en nada tocó las pretensiones imperiales contra América Latina y el Caribe.
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