A los que se arriesgan
Opinión

A los que se arriesgan

Por:
julio 11, 2014
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Afuera del terminal de transportes de Cali, cerca a la fuente, sobre la Avenida 3 Norte con Calle 25, se revelan diferentes formas de ganarse la vida. Enceguece el sol reflejándose en toda clase de chécheres como gafas, juguetes y frutas humedecidas cada cierto tiempo con el agua de un atomizador.

Cada vendedor ambulante tiene su ubicación privada, designada por él mismo dentro del espacio público,  en el mismo que libran una lucha diaria entre el estigma y la supervivencia  aquellos que no son agradables a la vista de la mayoría de la gente.

Se trata de unos cuantos hombres delgados, de todos los colores y alturas, que arriesgan sus vidas deteniendo el tráfico salvaje por su propia cuenta para que otras personas puedan pasar.

No es la primera vez que se ve una situación como esta. Ante una ciudad que colapsa en ausencia de espacio suficiente para peatones y ciclistas por la intervención dominante del MIO, y ante el evidente desempleo e informalidad, aquellos de quienes menos esperaríamos colaboración por nuestros propios prejuicios, son quienes nos han dado la mano.

De igual manera, por el edificio Torre de Cali, muchos de estos hombres que han improvisando el rol de un guarda de tránsito, socorren con la circulación del tráfico.

Resulta contradictorio que para pasar de una acera que está a menos de diez metros del terminal, haya que esperar por lo menos tres minutos. El round point de la fuente tiene un semáforo solo desde un sentido, lo que impide la circulación normal de las personas, generando estancamiento en poco tiempo y el aumento brutal del ruido. Si comparamos este déficit de semáforos con el round point de Versalles en el municipio de Palmira; este tiene ocho semáforos, lo que supera siete veces el control de tráfico para facilitar la circulación en las vías. Volviendo a la situación del terminal de Cali, todo coincide para que sea un caldo de cultivo del estrés y, en consecuencia, la intolerancia o la apatía: aceras deformes, falta de vías de acceso a discapacitados, ausencia de semáforos, etc.

Antes, cuando estaba a punto de pasar de andén a andén, y veía que uno de esos hombres con ojos desorbitados y acelerado en su hablar —vaya uno a saber si por el consumo de droga—, nos ofrecía a las personas detener autos y buses solo con su mano, exponiendo su cuerpo y su vida en ello al pararse en la mitad de la calle solo para pedir dinero a cambio; yo pasaba corriendo y no le daba una sola moneda. No lo miraba, me sentía ansioso y estresado. Salía corriendo, huyendo.

Un día de este año, quise pensar detenidamente en la situación y llegué a una conclusión que comparto para que la reflexionen conmigo: aquellas personas que exponen sus vidas ante la mirada inerte de los carros que van a toda prisa por el terminal, lo hacen con la intención de obtener dinero para alimentarse, y me imagino que también para drogarse. En todo caso, recordé que jamás había visto a alguno de ellos drogándose o robando. Y ante la mirada cómplice y estigmatizadora de la mayoría de la sociedad que los juzga por no tener trabajo o por su forma de vestir o hablar, pero que tampoco les da garantías para acceder a estos —lo cual no implica que todos no hayan tenido las posibilidades de mejor calidad de vida y las hayan rechazado—; concluí que debía basar mi pensar en los hechos y no en los prejuicios. Era evidente verlos “trabajando” exponiéndose entre las vías, donde su suerte se juega en segundos y el resultado puede ser cualquiera menos bueno; mientras quienes estamos detrás de ellos tomamos un poco más de tiempo para pensar y vivir.

Uno de estos días que decidí empezar a darles dinero, fue bajo el nuevo pensamiento: si les doy algo,  reconozco su forma de rebuscarse la vida aunque sea a costa de ella misma. Por ahora es lo menos que puedo hacer; creo que así, sentirán menos el rechazo y la presión de no obtener ni una moneda, incluso en ese tipo de actividades, que los pueda provocar finalmente a cometer algunos de los tabúes que todos tememos: el robo y el asesinato.

Es más difícil ganarse la vida trabajando que robando, y de alguna manera, ellos lo están haciendo.

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