"Siempre me sentí agredida"

"Siempre me sentí agredida"

Debemos protegernos, denunciar, no quedarnos calladas y tomar ciertas precauciones para no ser víctimas

Por: Blanca Toro
febrero 01, 2018
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En latinoamérica, creo que la mayoría de las mujeres hemos sido víctimas en algún momento de acoso o abuso. Mirando en retrospectiva, también tengo mi propia historia, que había quedado guardada en un resquicio de la memoria. No había mayor felicidad que ir a "matinal", la función de cine para niños los domingos. Los tres hermanos mayores, muy compuestos llegamos, nos sentamos y al poco tiempo se apagaron las luces.

No tengo ni idea de la película que se proyectaba, solo recuerdo que alguien se sentó a mi lado y aprovechando la oscuridad comenzó a tocarme la mano, luego la pierna y yo, una niña de nueve años, traté de alejarme lo más que pude recostándome contra la silla donde estaba mi hermano, porque él se sentaba en medio de las dos hermanas para cuidarlas. No dije ni una palabra, solo me aferré fuerte a su brazo, estaba muy asustada.

El hombre se paró y salió. Nunca vi su rostro. Hoy, sé con certeza, que fue abuso sexual, no hubo consentimiento, ni violencia, pero fue una forma de contacto físico no permitido y yo era una menor de edad. Este hecho afectó algo muy interno en mí, en forma positiva, la confianza. Aprendí a cuidarme de los extraños y eso considero que fue lo bueno de esta temprana lección en mi vida.

A los doce años, un empleado de mi padre me pidió “un besito”, “solo uno”, aprovechándose seguramente de la relación laboral que existía. Esta vez no me quedé callada, fue despedido de inmediato. Eso era acoso y abuso, con todas las letras, porque el hombre tomó ventaja de su posición para lograr un propósito.

Siempre me incomodaron los piropos, no me gustaba la forma como me miraban para decirlos: “tienes mas ojos que una piña”, “uy, qué guitarra”, “mamita, si así como camina cocina”, “adiós mi muñeca”, frases que nos acostumbramos a escuchar en la calle. Siempre me sentí agredida, nunca lo tomé como un halago, cuando iba por el andén veía un hombre y con solo mirarle a los ojos intuía que iba a decir algo y volteaba mi cabeza, con mucha rabia por el insufrible acoso callejero.

Tiempo después, en mis veinte, un día entrando al edificio donde trabajaba, había un hombre con un abrigo negro, largo, recostado en la pared, cuando pasé por delante de él para ingresar hizo “pish, pish” para llamar mi atención y se abrió la prenda para mostrarme su masculinidad. Este delito de exhibicionismo, es acoso sexual y provino de un enfermo que debió quedar muy aburrido porque lo ignoré por completo, pero me mortificó por muchos días.

Debemos protegernos, denunciar, no quedarnos calladas y tomar ciertas precauciones para no ser víctimas. Y para concluir, no estoy de acuerdo con las francesas, pero el coqueteo, la seducción, las frases galantes, deben ser recíprocas, si solo proviene de uno, sea hombre o mujer, sin consentimiento, es algo que no debe tolerarse, porque es acoso mondo y lirondo.

 

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