Para hablar con fundamentos: política exterior colombiana hacia Palestina

Para hablar con fundamentos: política exterior colombiana hacia Palestina

El reconocimiento estatal no solo es lo correcto, sino que es fiel a nuestra tradición diplomática. De hecho, la decisión confirma un patrón de más de siete décadas

Por: Alexander Montero
agosto 17, 2018
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Para hablar con fundamentos: política exterior colombiana hacia Palestina
Foto: Julián Ortega Martínez / equinoXio (CC BY 2.0)

Mucho se ha dicho en estos días sobre la política exterior colombiana hacia Palestina, pero en la mayoría de los casos sin conocimiento ni fundamento, tal vez porque el Medio Oriente no ha sido hasta ahora un área de interés académico para nuestra sociedad. Por lo tanto, los análisis sustentados y de fondo son infortunadamente pocos, mientras que simultáneamente aparecen expertos de última hora con grandes imprecisiones.

No hay nada más errado que afirmar que la decisión de reconocer a Palestina como Estado va en contravía de la tradición diplomática colombiana. No hay nada más falso que ello. Por el contrario, Colombia tenía una tradición de balance entre Israel y Palestina y se había alejado sustancialmente de ella en los últimos ocho años. Por lo tanto, esta decisión del reconocimiento justamente regresa al país a una tradición de más de siete décadas.

Pero empecemos por el inicio para explicar lo anterior. La posición colombiana hacia el tema había sido de una clara y esmerada neutralidad desde 1947 hasta el año 2010. Esto quiere decir que si bien tenía excelentes relaciones con Israel, fundamentalmente representadas en inversión y cooperación en temas de seguridad, ingeniería de recursos hídricos y educativa, entre otros, por el lado palestino, siempre hubo un respaldo de Bogotá en organismos multilaterales como la ONU y los NoAL e incluso Colombia fue uno de los países pioneros —al menos en Latinoamérica— en albergar una representación diplomática palestina.

Al profundizar en el tema, el panorama resulta incluso aún más claro. Desde 1947 cuando en las Naciones Unidas se adoptó la Resolución 181 (o la Resolución que partió Palestina en dos para crear el Estado de Israel), Colombia se abstuvo de votarla por argumentos que favorecían a Palestina, donde el expresidente López Pumarejo —representante colombiano en la ONU para ese momento— afirmó: “Una decisión buena no es una decisión apresurada”, tal y como reposa en el archivo de la Cancillería.

Esta negativa colombiana de votar favorablemente a las pretensiones israelíes inauguró lo que se llamó “Doctrina López”, la cual no es otra cosa que la tendencia de Colombia a mantener balanceadas las cosas hacia Israel y hacia Palestina. Doctrina que inicialmente quebró la administración Santos pero que se retoma con el actual reconocimiento.

A partir del inicio de la “Doctrina López”, Colombia ha participado en buena parte de las 240 Resoluciones de la Asamblea General (y en algunas de las 89 Resoluciones del Consejo de Seguridad) que se han adoptado entre 1947-2017 y la tendencia a votar a favor de los intereses palestinos ha estado presente casi siempre. Tan solo el gobierno del presidente Santos había revertido esta tendencia reemplazándola por abstenciones en resoluciones clave para los intereses palestinos.

Si el comportamiento de Colombia en la ONU sobre temas palestinos se tradujera en porcentajes, una indagación juiciosa sobre estas resoluciones arroja que los gobiernos Betancourt, Barco, Gaviria, Samper y Pastrana votaron el 100% de las ocasiones a favor de Palestina, el gobierno Uribe lo hizo en un 91% y el gobierno Santos descolgó este porcentaje a poco más del 50%.

En esas antiguas votaciones es posible recordar a embajadores colombianos ante la ONU como el padre del alcalde Enrique Peñalosa o el padre del actual senador Luis Fernando Velasco, quienes en su momento hicieron sendos discursos a favor del tema palestino, de apoyo directo a Arafat, a la OLP y sin duda alguna, a la creación de un Estado Palestino.

Afirmaciones como “El pueblo palestino tiene derecho a su propia patria y a vivir en paz” las han dicho en su momento presidentes como Barco, Gaviria o Samper. Incluso durante la administración Uribe las relaciones con Palestina marcharon por un excelente camino.

Las buenas relaciones de Colombia con Palestina, no solo estuvieron en la ONU, sino que en 1996 se tomó la decisión de abrir una Misión Especial inicialmente (conforme el espíritu de los Acuerdos de Oslo), mientras se avanzaba hacia una Embajada definitiva. Ya que Oslo fracasó, la Misión Especial fue ajustada con el tiempo a una Misión Diplomática. No obstante, en estos 22 años ha habido sugerencias de cooperación entre Bogotá y Ramallah, en asuntos policiales, de antinarcóticos, de cooperación Sur-Sur, en temas educativos y hasta en temas agrícolas, verificable todo en los archivos de la Cancillería.

Fue justo durante los ocho años del gobierno Santos que la pendulación colombiana hacia Israel rompió la Doctrina López y la tendencia de neutralidad. Esta pendulación —más allá del cambio en las votaciones en la ONU— implicó respaldos irrestrictos a Israel y discursos personalistas sobre el conflicto.

En resumen, la desbalanceada política exterior colombiana hacia Israel exclusiva del periodo Santos fue una anomalía en comparación con la tradición diplomática del país de más de 70 años. Por eso, la reciente decisión de reconocimiento Estatal de Palestina regresa a Colombia a su tradicional orientación de equilibrio.

Afirmar lo contrario implica ver las relaciones entre Colombia y Palestina de una manera miope, superficial y reducida a tan solo ocho años.

El hecho de concluir que el reconocimiento estatal de Palestina no solo es lo correcto, sino que es lo más fiel a la tradición de la política exterior colombiana, permite también disipar la discusión y desvirtuar la preocupación maniquea sobre posibles consecuencias que no llegarán y solo existen en el discurso de quienes les molesta subjetiva y visceralmente este acto soberano del país.

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