Otra vez el horror de don Pablo
Opinión

Otra vez el horror de don Pablo

Javier Bardem y Penélope Cruz en “Escobar la traición” son una fantasía que justifica ver de nuevo lo que conocemos con creces

Por:
septiembre 29, 2018
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Todos conocemos las historias de Pablo Escobar en carne propia. Ha sido y será un tema recurrente en la historia colombiana del siglo XX. La película Escobar, la traición estará en cartelera desde el 25 de octubre dirigida por el director español Fernando de León, un hombre a quien lo caracteriza una independencia ideológica dentro de la representación de la barbarie. Se basa en el libro de Virginia Vallejo para contar su historia en dónde, por su puesto, no hay una lectura completa de los hechos. Por ejemplo, como lo es la pasión por el poder del narco ni la relación que existe con Alberto Santofimio y la muerte de Luis Carlos Galán.

 

Se muestran episodios conocidos como su relación con el paramilitarismo, su injerencia en las campañas presidenciales, su complicidad con mandos norteamericanos en donde, por gracia del cielo y en una hazaña abismal, se atrevió a aterrizar un avión cargado de droga en una autopista de la Florida. Acá nadie es tan inocente y existen los socios colombianos, como los norteamericanos.

 


Los dos actores son una fantasía que justifica ver de nuevo lo que conocemos con creces. Javier Bardem supera cualquier tipificación del capo. El actor siempre comprometido con causas que superan al ser humano, nos muestra las facetas crónicas de un alma que asombra por su ambigua atracción. Práctico y desalmado que tiene en la cabeza las decisiones en el instinto. Habla en un inglés donde se corre el acento paisa. Interpreta crónicas y deformaciones de esa personalidad tosca, maneja con propiedad ese desinterés  por no cambiarle a su fisonomía torpe, la apariencia de un campesino con la camisa abierta. En los ojos transmite esa manera fría de tomar decisiones donde no importa el número de muertos o las consecuencias sociales. En el manejo de los gestos, la imparcialidad con la que toma decisiones y conoce los detalles de su negocio.

 

 

Es el mejor Pablo Escobar que hayamos visto. Y, por otro lado, está la familia, donde el hombre es otro, se habla de las consecuencias con respeto y el cariño lo encubre todo. Hasta el punto de verlo llorar cuando no lo dejan salir a comprarle un helado a su hijita mientras vive en la Catedral. O su propio suicidio mientras habla con ellos y sabe que van a encontrar las coordenadas del lugar donde se encuentra en Medellin. Y ni hablar de la escalada desproporcionada de su físico en donde cambia todo mientras siente que ha perdido el control y que tiene al FBI y a la CIA pisándole los pies.

 


La relación de la pareja es muy particular. Los encuentros son pasionales. Todo comienza, como lo dice el libro de Vallejo, mientras ella realiza un programa sobre la generosidad y la preocupación social de la condición de pobreza de Escobar mientras desde un basurero le muestra hechos de construcciones de vivienda construirle a los pobres en tanto que ella se da cuenta que ningún rico colombiano se ha conmovido o ha tratado de remediar esa condición de desigualdad en el país.

 


Penélope Cruz es ella. La mujer que sabe que la miran, la profesional que la reconocen por ser la presentadora de un noticiero, que sabe cómo manejar las audiencias hasta el punto de tener que leer en el aire la noticia de la muerte de Rodrigo Lara con la misma cara que del presidente Bush cuando, estando en un colegio, le comunican el asunto mortal a las Torres Gemelas. Es una cara de susto donde no ha pasado nada.

Fotos; Cortesía Cine Colombia

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