La tarea titánica de Francia Márquez: poner los afros en el centro

La tarea titánica de Francia Márquez: poner los afros en el centro

Tras el altruismo de los 'hombres de la patria' se manejó una doble moral que relegó a los negros a un lugar secundario, perpetuando desigualdad y la esclavitud

Por: Dr. PhD Arturo Rodríguez Bobb
septiembre 19, 2022
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La tarea titánica de Francia Márquez: poner los afros en el centro
Foto: Leonel Cordero

Contra todo y a prueba de todo, como claramente se ve, el funcionalismo de los patriotas está sorprendentemente ciego frente a sus propios refinamientos. Éste utiliza, modernizando el engaño, los momentos de verdad de la doctrina jurídica como un nuevo medio ideológico de unión-ficción contra la afrodescendencia.

La modernización de la mentira se basa en refinamientos esquizoides, se miente al decirse la verdad cruda de algo que no corresponde con la verdad. Se ejercita una unión-ficción de las conciencias hasta que parece normal que la manumisión, anteriormente una palabra de esperanza, se haya convertido en un muro de Ley-ideológico detrás del cual desaparecen perspectivas y esperanzas.

Solamente en la crítica de José Félix de Restrepo al régimen esclavista establecido en Colombia, se deja entrever la huella del posterior refinamiento engañoso. Si la manumisión significa realmente conciencia necesariamente correcta y, dicho sin ironía, no fue otra cosa que una mistificación correcta en las cabezas correctas de los honorables representantes del Congreso, entonces habría que preguntarse, sin embargo, cómo el crítico contra la esclavitud quiere salir del círculo vicioso de engaños. ¿Pasando él mismo al bando de los engañadores?

La razón crítica,se ve a sí misma como la única luz en la noche de los correctos-falsos refinamientos. Sin embargo, con ello exige de un pensamiento como el de José Félix de Restrepo, más de lo que él pueda dar. El desenmascaramiento de la esclavitud del negro y de la lógica que va implícita en este sistema, por muy fundamental que hubiese sido, no suministra una clave general a todas las preguntas que se hacia ese ser acerca de su propia libertad. Por eso, los críticos contra la manumisión de los esclavos, lo tenían muy fácil con los que estaban a favor en su punto débil: en el crudo nivel de sus conciencias.

Esto parece más sorprendente cuando se considera que fueron las ideas y las acciones de los patriotas las que pusieron en marcha la rebelión contra la administración imperial española. A éste respecto, Hernández de Alba (1956): dice: “(Esta) (...) actividad guerrera para afianzar la autonomía, lo fue también de gestiones alrededor del esclavismo (...). También lo hizo Antonio Nariño, no excitando a la delación y a la traición, en un decreto firmado (por allá) el 22 de septiembre de 1815 en el que ofrece la libertad a los esclavos si combaten contra los españoles, lo que era dar la libertad en beneficio de ella misma, y no ofrecerla, cual la ofrecían los realistas, para perpetuar la servidumbre (...)”.

Pero ya en 1794, Antonio Nariño había traducido la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, uno de los primeros manifiestos de la Revolución Francesa, y a partir de entonces se convirtió en agitador de las ideas subversivas que proclamaba la burguesía europea de la época. Compilada en sus Escritos Políticos, esta Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano contiene 17 artículos, a saber:

Artículo 1. Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales no pueden fundarse sino sobre la utilidad común”.

Artículo 2. El objeto de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son: la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión”.

Artículo 4. La libertad consiste en poder hacer todo lo que no dañe a otro; así, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene más límites que los que aseguran a los miembros de la sociedad el goce de estos mismos derechos. Estos límites no se pueden determinar sino por la ley”.

Artículo 5. La ley no puede prohibir sino las acciones dañosas a la sociedad. Todo lo que no es prohibido por la ley no puede ser impedido, y nadie puede ser obligado a hacer lo que ella no manda” (Nariño, 1982).

Pues bien, en este ofrecimiento de Nariño a las esclavas y los esclavos, se podrían diferenciar esencialmente tres aspectos: 1) el juego de las reglas, es decir, la doble moral: a la esclava y al esclavo les serán ofrecida la libertad, siempre y cuando sigan defendiendo los intereses de los blancos patriotas; 2) convertibilidad de ser y apariencia: con el contenido de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, Nariño es, y en la confrontación con el contenido de esta carta, con respecto a la libertad de la esclava y del esclavo, la superficialidad, ella, lo sobreabunda; y 3) reducción de la liberación de los esclavos a un motivo primigenio aprorístico concerniente al mundo de los blancos esclavistas: españoles peninsulares y españoles colombianos (llamados criollos).

En el primer aspecto, el descubrimiento del juego de las reglas, el procedimiento es sencillo, pues salta a la vista tras una profunda observación: Jesús de Nazaret dice: “Por sus frutos los conoceréis”. La conservación de la moral en el ser a lo largo de toda su vida es decisiva. La conciencia no hace otra cosa que espiar a los presuntos lobos en su subjetividad, en la que éstos, se mudan y ponen su piel de cordero. Sólo hay que esconderse y observar lo que pasa cuando los lobos están juntos.

Para esta manera de Antonio Nariño de ver la libertad de la esclava y del esclavo, de ése ser amordazado, la moral de doble fondo siguió siendo durante largo tiempo en la sociedad granadina, incluso, un hecho moral. Sólo una mente ilustrada engañosa, pudo llegar tan lejos como para encogerse de hombros, y admitir de una manera personalista, la libertad de los esclavos, como un hecho reservado a la interiorización del blanco criollo. De donde se podría deducir, que algunos ilustres patriotas reconocían el mundo moral como un compuesto de dos mundos.

Pues, tiene que haber efectivamente en la sociedad mujeres y hombres prácticos, los esclavos, que tienen que ser suficientemente fuertes como para rellenar la tropa libertaria en la praxis guerrera, mientras que los patriotas, incluso exponiendo también sus vidas, debieron haberlo hecho en la praxis política, y aunque los esclavos expusieron sus vidas, ¿qué importa? Es decir, la razón en los patriotas blancos, supo calcular con ambos mundos morales.

En el segundo aspecto: convertibilidad de ser y apariencia, Nariño separa convenientemente el interior de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano para, acto seguido, cuestionar exteriormente la libertad de la esclava y del esclavo, propiamente dicho. Así, Nariño arremete contra el centro de la moral cristiana, la ética de compasión y el amor al prójimo; es decir, contra «el Mismo». De nuevo, la razón en los patriotas blancos pretende así con su amor apriorístico a la patria, superar la necesidad inmediata de ése ser humano humillado, de un modo irrealista, incluso, permitiendo la presencia y posibilidad de ánimo de los negros y mulatos en general en la solución bélica.

Es decir, se le miente al negro con el exterior, con las intenciones que se están diciendo, pero el interior de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, no pueden ocultarse. En este sentido, el altruismo de Antonio Nariño traducido en ofrecimiento de la libertad a las esclavas y los esclavos, deja traslucir un egoísmo: el amor a la patria, que se fundamenta en el juego de amor propio por la buena vida y los buenos empleos que monopolizaban los españoles peninsulares, acantonados en la sociedad granadina, con la subvaloración de los españoles granadinos, hijos de españoles pero nacidos en suelo americano (es decir, Nariño, mismo era granadino español).

Así, se desnuda por completo la máscara que cubre la moralidad. Cuanto más vacía se presentaba esta máscara moral y altruista de los patriotas, alrededor de la libertad de las esclavas y los esclavos en la sociedad colombiana del siglo XIX, en la que cada vez más firmemente se imponía el amor propio de ellos, por la avidez de beneficio y de utilitarismo, los cuales no gozaban completamente, debido a las circunstancias anteriormente descritas, tanto menos necesitaban nuestros patriotas, emplear la razón crítica naturalista, de que cada uno es el prójimo «del Otro», de sí Mismo.

Desde luego, nadie pretende asegurar que una persona cualquiera, piensa en un principio y en último término en sí mismo. En efecto, todo intento de pensar primeramente en el Otro está condenado al fracaso, porque el pensar no puede abandonar su lugar en el Yo primero. En La Bagatela del 12 de septiembre de 1811, Antonio Nariño, dice: “Amar su Patria, es hacer todos sus esfuerzos para que sea respetada por defuera, y tranquila por dentro (...) la Patria tiene derechos imprescriptibles y sagrados sobre vuestros talentos, sobre vuestras virtudes, sobre vuestros sentimientos, y sobre vuestras acciones: que en cualquiera estado que os hallareis, no sereis sino soldados (...)”. Sobre esta base, el pensamiento crítico de Nariño pretende con su patriotismo, trascender el propio engaño.

Negar aquí el amor propio primario sería cambiar y falsear las relaciones: éste falseamiento de lo primigenio, esta tergiversación base, pudo ser el argumento principal por el cual Nariño anteponía la libertad de los esclavos al amor patrio (en realidad se trataba del amor por sí mismo), pero, observando bien las intenciones, ya ni a eso equivalía, sino, al campo egocéntrico, que Nariño hizo privativa de la patria con una agudeza de agitador acongojante. En consecuencia, la moral en los patriotas blancos pretende mantener por ante el resto de la población granadina desposeída socialmente, una apariencia patriótica frente a la administración española imperial, mientras que ellos mismos contaban hacía ya tiempo (para cuando la administración imperial fuera vencida) con unos intereses fundados alrededor de los privilegios económicos-sociales.

El tercer aspecto: la reducción de la liberación de los esclavos a un motivo secundario, concluye con la ambigüedad moralista de Nariño. Se comprende sin dificultad que, el proyecto de manumisión surgido de un clima “romántico” topa, por su parte, con motivos últimos que no tienen absolutamente nada de altruistas e idealistas o en último término de patrióticos. Sin embargo, la avidez de beneficios en los patriotas se oculta por el enmascaramiento de los servicios apriorísticos y desinteresados a la patria, se argumenta (así como lo hace Nariño) tras la máscara del carácter.

De tal manera que el patriota ilustrado como individuo pudo ser tan avaro o desinteresado como cualquiera. Conforme a la liberación de las esclavas y los esclavos, el sentimento moralista en los patriotas trasladó el inmoralismo que significó la esclavitud del negro, de manera refinada, a una situación de acusación política contra España.

Moral patriota, que describe con su acusación, constituciones de conciencia en las que la inmoralidad con respecto a la esclavitud de las personas de piel negra es irreflexiva. Sin embargo, el pensamiento patriota contó, demasiado ingenuamente, con la posibilidad de ordenar el poder político bajo conceptos morales. No obstante, le sigue estando abierta a la conciencia moral de los patriotas blancos, un gran escándalo, característico de la hipocresía seria: la esclavitud de la mujer negra, del hombre negro y de sus descendientes, los mulatos.

Referencia bibliográfica:

Rodríguez Bobb, A. (2004): At the other side of the Atlantic: ensayo sobre la esclavitud del negro: razón, violencia estructural y racismo institucional en el discurso de los intelectuales colombianos del siglo XVI al siglo XIX. Berlín: Wissenschaftlicher Verlag Berlin, 2004.

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