El 4 de marzo, si hizo eco de la propuesta de José Félix Lafaurie al Presidente Gustavo Petro, de “crear” frentes de seguridad por diversos medios de comunicación. Y hay que decir que para nadie es una sorpresa, la difícil situación de seguridad que se vive, no solo en Colombia, sino en la mayoría de países Latinoamericanos. Las bandas de crimen organizado han generado un nivel de caos y zozobra que visto desde el exterior dejan la imagen de una sociedad en extremo peligro.
Pero aquí debemos detenernos y analizar de fondo, como la migración hace un efecto de espejo de lo que pasa actualmente en nuestros países, ante estas realidades de la seguridad en los territorios.
Es con ejemplos que demostramos como, literalmente extrapolamos las realidades de nuestros países a la vida diaria en la migración. Para muestra un botón de algunas experiencias en un territorio, para mi caso, la Comunidad Valenciana.
De “víctima” a victimario
El pasado 4 de octubre del año 2023, yo personalmente fui víctima de una agresión física, por parte de un connacional en el exterior. Independientemente de las causas de esta agresión, que no fueron más que las de quedarse sin argumentos sólidos ante una posición clara y contundente frente a una responsabilidad de trabajo hecho en común y con igualdad de compromisos, se demostró que extrapolamos las violencias de nuestro país en cada proceso migratorio.
No pasaría nada, en realidad, si este ciudadano de origen colombiano fuera un ciudadano del común, de a pie, un trabajador, un migrante normal. Pero este “gran ciudadano” (al final les diré el porqué), es en realidad reconocido ante las instituciones colombianas y españolas como una supuesta víctima del conflicto armado colombiano. Es actualmente presidente y representante legal de una asociación de víctimas en la ciudad de Castellón de la Plana y uno de los líderes visibles de una iglesia evangélica que tiene su proceso de gestión y operación en este territorio. Imagínense ustedes el lujo de ejemplo que da a la congregación de la que hace parte.
Un homicidio por una discusión de su pareja
El pasado martes 27 de febrero en la ciudad de Alzira en Valencia (España), un connacional de 37 años agredió de un golpe a un español de 62 años, en condición de diversidad funcional. Los hechos se provocaron, porque la pareja del ciudadano colombiano quería dejar su carro en un parqueadero exclusivo para personas con movilidad reducida sin tener derecho a usarlo. La mujer salió discutiendo en el vecino del sector que sí tenía autorización y reconocimiento de su movilidad reducida para utilizar este aparcamiento.
El connacional esperó una hora a que saliera el dueño del carro y le dio un golpe en la cara a este adulto en condición de discapacidad que tomaba medicación anticoagulante dada su patología médica. Este ciudadano español falleció a las horas producto de las secuelas que le dejó el mal golpe propinado y la situación médica que sufría.
La vendetta desde Barranquilla
Con estos ejemplos, demostramos que desafortunadamente como colectivo colombiano somos producto de una sociedad extremadamente violenta, agresiva y hostil. Si, y hay que aceptarlo para dar el paso con el único objetivo de buscar una mejor sociedad, una Paz total que es objetivo de el actual mandatario de los colombianos.
La propuesta Lafaurie no tiene ninguna presentación para aquel que conozca la historia reciente de nuestro país. Colombia aún vive en una cooptación de entidades del estado a sueldo de organizaciones criminales que solo buscan su lucro personal. No nos es bastante suficiente con todas las cargas probatorias en todos los casos de este tipo desde el extinto DAS, la Fiscalía General de la nación y más recientemente los temas del Puerto de Buenaventura que son un mal ejemplo de un contubernio criminal en una ciudad que debería ser, como toda ciudad portuaria, un eje de desarrollo y bienestar para sus ciudadanos.
No puede ser viable la articulación de estos frentes de seguridad que antes fueron los gérmenes del paramilitarismo en Colombia. Todo debe ser pasado por la Institucionalidad, la más fuerte presencia de policía y ejército en los territorios y una Fiscalía comprometida con la lucha al crimen organizado.
Y todo esto pasa por la elección de la nueva fiscal, un compromiso de los actores de la guerra y una oposición coherente y no rastrera como está perfilada hoy en día.
Como ciudadano colombiano en el exterior solo veo a una oposición sin argumentos, que no tiene ideas para mejorar las condiciones de vida de nuestros ciudadanos, como el supuesto líder social cristiano que me agredió, sin argumentos, sin peso y con mentiras.
Veo un sinnúmero de sinrazones para atacar las acciones de un presidente que quiere cambiar al país, darle un nuevo paradigma, una nueva forma de ver las cosas, después de 200 años de malas administraciones, corrupción sistemática del estado y agresiones sin motivación coherente, como las que le ocurrieron al ciudadano colombiano agresor, que ahora espera un juicio por homicidio involuntario en Alzira, Comunidad Valenciana.
Y termino viendo, como decía Luis Carlos Galán en uno de sus grandes debates: “A Colombia llegó el poder oscuro y criminal del narcotráfico”. Un poder oscuro y criminal que se globaliza como se globaliza la economía, la migración y la pérdida total de esta conflagración infame que se vive desde los años setenta. Aún no se ha acabado esta violencia que, con sus Señores de la Guerra, solo se convierte en un negocio que lleva sus vendettas a cualquier rincón del planeta, como le pasó al último miembro del Clan Vega Daza aquí, en Valencia capital.
La ñapa
El agresor de mi experiencia, ese “gran ciudadano” recibió en el mes de diciembre por parte de la embajada de Colombia en España un reconocimiento por su “trabajo y trayectoria por la paz en el exterior”. Es de risa, ¿no?
