La ética médica en decadencia

La ética médica en decadencia

"La relación médico­ - paciente es elemento primordial en la práctica médica. Para que dicha relación tenga pleno éxito debe fundarse en un compromiso responsable, leal y auténtico"

Por: Jefferson Montaño Palacio
mayo 18, 2017
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La ética médica en decadencia

 

Doña María, una mujer noble, quien a sus 56 años de edad comenzó a presentar molestias o dolores bajitos en su abdomen, coloquialmente denominado así por las mujeres. A las 8:30 a.m. del día martes, doña María no aguantaba el dolor, razón por la cual se dirigió junto a sus acompañantes al Hospital San Juan de Dios, ubicado en el Centro de Cali. Esta decisión fue impulsada por las recomendaciones hechas por personas allegadas, quienes expresaron que esta institución formaba parte de la mejor red de salud de la ciudad. De hecho, este hospital fue catalogado como uno de los más importantes durante la gesta de la independencia, pues ahí se atendían a los heridos de las fuerzas patriotas, y también a los realistas, quienes al llegar a esta casona de servicio olvidaban sus rencores y sus bandos y en perfecta comunión participaban del proceso de curación.

No obstante, ganada la guerra de la independencia, los hermanos de San Juan de Dios continuaron al frente de esta institución. Ahí se había iniciado el Colegio Santa Librada, fundado por el General Francisco de Paula Santander. Este último se trasladó al sitio que ocupa en la actualidad. Según el Censo de 1825, la ciudad de Santiago de Cali contaba con seis mil quinientos (6.500) habitantes y seis (6) barrios entre ellos: San Pedro, Santa Rosa, San Antonio, La Merced, La Ermita y San Nicolás. Hoy, después de 264 años la realidad es otra.

Volvamos de nuevo con el caso de doña María. Aquí contaré cómo fue esta experiencia de más de 11.520 minutos para obtener una cita ante el actual Sistema de Atención en Salud Pública subsidiado en Colombia. Al ingresar, por la puerta de Urgencias de este hospital, fue como si llegáramos a uno de los pabellones de hacinamiento de las cárceles del Inpec. Es decir, un lugar a portas de desaparecer de la memoria de quienes han sido sus usuarios en esta región.

A diario llegan, a pie o llevados por el cartel de las ambulancias, en su mayoría personas de la tercera edad, mujeres en gestación y personas afiliadas a otras IPS y EPS, incluso habitantes de calle, jóvenes heridos pertenecientes a pandillas, reclusos con pronóstico avanzado o heridos por riñas, personas de escasos recursos de estratos 1, 2 y 3, y un sinnúmero de historias en salud. Además, seres humanos que ni siquiera cuentan con un sistema subsidiado en salud.

Todo esto conecta el abandono de la salud pública por parte del Gobierno nacional y departamental. Al igual que la errónea delegación de la prevención a las EPS, que convirtió el modelo de la salud en un sistema de enfermos, muchos mal atendidos en todo el territorio nacional. Esta responsabilidad también recae sobre la ética que deben asumir los médicos con sus pacientes.

El Dr. Sotelo le informa a Doña María que su dolor prolongado en el ovario es producto de un “tumor incierto o desconocido” y requiere de atención inmediata. Sin embargo, pasadas las 2:30 p.m., por fin fue atendida por una médico aprendiz, cuyo su nombre era Alejandra. Después de abordar a doña María, quién se encuentra afiliada a EMSSENAR EPS, es enviada a realizarse unos exámenes médicos con un especialista en Ginecología y Obstetricia. ¡Vaya noticia! Debe ir a que le autoricen estos exámenes a su EPS, que queda al sur de la ciudad. Luego de varias horas en este hospital y siendo las 11:00 p.m. de ese mismo día, doña María, bastante agobiada y con mucho dolor debe regresar de nuevo a su casa, debido a que el hospital no realiza estos exámenes, así que debe hacerlos en una entidad privada.

Tras varios días de gestión y larga espera en la radicación y autorización de dichos exámenes, doña María se dirige de nuevo junto a su hijo a la anhelada cita, encontrándose con otra noticia. Este examen que solicito el  médico aprendiz tiene un ERROR, razón por la cual hay que corregirlo. Ya entrados en gastos, el hijo de doña María se desplaza por tercera vez hasta el consultorio del hospital en búsqueda del Dr. Manuel Sotelo, jefe de Urgencias de este hospital, a quién enjuicia por la falta grave encontrada en dicha orden médica. El doctor reconoce el grave error cometido por la médico aprendiz, quien le formuló exámenes de mujer en embarazo, cuando no lo es, ni lo está.

Asimismo, el Dr. Sotelo se dirige en compañía del hijo de doña María al lugar donde se encuentra la médico aprendiz Alejandra, y le manifiesta en tono de molestia que no permitirá por ningún motivo que la ética médica siga en decadencia y que por tanto corrija el error en el dictamen realizado a la señora María. ¿Por qué esta médico en proceso de formación optó por copiar y pegar formulas médicas?, ¿se habrá hecho la pregunta de que la vida de un ser humano está en sus manos?, ¿las facultades de salud en el país se están llenando de sparkies?

Efectivamente había un grave error, los exámenes enviados a doña María eran los mismos que les habían enviado a más de veinte (20) mujeres gestantes ese mismo día, debido a que no se había tomado el tiempo necesario, ni la pericia en diagnosticar seriamente a doña María como paciente de cita prioritaria. La relación médico­ - paciente es elemento primordial en la práctica médica. Para que dicha relación tenga pleno éxito debe fundarse en un compromiso responsable, leal y auténtico, el cual impone la más estricta reserva profesional. Conforme con la tradición secular, el médico está obligado a trasmitir conocimientos al tiempo que ejerce la profesión, con miras a preservar la salud de las personas y de la comunidad en general.

Esta declaración de principios constituye el fundamento esencial para el desarrollo de las normas sobre ética médica. La medicina es una profesión que tiene como fin cuidar de la salud del hombre y propender por la prevención de las enfermedades, el perfeccionamiento de la especie humana y el mejoramiento de los patrones de vida de la colectividad, sin distinción de nacionalidad, ni de orden económico,­ social, racial, político o religioso.

El respeto por la vida y los fueros de la persona humana constituyen su esencia espiritual. Por consiguiente, el ejercicio de la medicina tiene implicaciones humanísticas que le son inherentes. El hombre es unidad psíquica, sometido a variadas influencias eternas. En consecuencia, el método debe considerar y estudiar al paciente, como persona que es, no relacionarlo con su entorno, debe ir con el fin de diagnosticar la enfermedad y sus características individuales y  ambientales, adoptando las medidas, curativas y  de rehabilitación correspondientes como lo manifiesta la Organización Mundial de la Salud (OMS). Asimismo, procederá a través  de la práctica cotidiana de su profesión a mejor la calidad de vida del ser humano.

Por lo tanto, se tiene que defender el aseguramiento público, como lo concibe la ley 100, con la participación del sector privado, pero de una manera radicalmente distinta. La esencia del mal sistema de la salud actual está en el contrato establecido por el Estado y el sector privado. En el acuerdo actual, el primero pone los recursos y no modula el sistema, no lo regula y no lo controla, lo que ha llevado al segundo a manejar esos recursos públicos a su leal saber y antojo, con lamentables consecuencias que todos conocemos y sufrimos en el hoy.

Por otro lado, al carecer de sistemas propios de información y difusión, el Estado ha quedado en manos de lo que el sector privado le quiera informar. Es decir, llevarnos a que “la ética médica en decadencia: nos lleve a perder la vida misma”.

En la época de la operación de la ley 100 en salud, le cayó la plaga del populismo: desde el 2002, el régimen subsidiado se amplió rápidamente, bajo la premisa loable de universalizar la salud, pero nadie sumó ni midió sus repercusiones financieras en el hoy.

En ese momento, ya era evidente que las premisas sobre las cuales se construyó el sistema de salud en 1993 no se cumplieron: ni la economía creció en estos años al 5 por ciento, sino al 3,3 por ciento, y el trabajo formal que sostendría el régimen subsidiado se vino a pique con una informalidad laboral superior al 50 por ciento. Según informe de medición del Ministerio de Salud años posteriores.

También, a la ley 100 le cayó el clientelismo, cuando miembros del Congreso de la República en complicidad con el Ministro de salud del momento se adueñaron de las instituciones de salud, públicas y privadas; empezaron a legislar a favor del sector privado y no en beneficio de la salud de los colombianos.

Además, el anterior gobierno disminuyó los ingresos del régimen subsidiado y mantuvo sus gastos. Hospitales públicos, que atienden pobres, quedaron desfinanciados. El mercado no reguló el sistema de la salud, y la terquedad de los autores de la ley 100 permitió que surgieran estos oligopolios. Es decir, un mercado pequeño de vendedores o prestadores de servicio en salud. Este aseguramiento e integraciones verticales entre aseguradoras y prestadoras del servicio, quienes en la actualidad siguen siendo absolutamente perversas.

Finalmente, esto seguirá ocurriendo hasta que cada uno se permita desaparecer o todo lo contrario, seguir contribuyendo de forma desmedida todo tipo de complicidad sobre el precario sistema de salud que nos han sometido. También, las facultades de salud están en el deber ser de continuar formando íntegramente a los nuevos graduandos médicos y especialistas que le entregan al país anualmente, reconociendo el legado que en su momento les dejo “Hipócrates” el padre de la medicina.

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