¿Colegios exigentes vs "Familias permisivas"?

¿Colegios exigentes vs "Familias permisivas"?

Los padres deben apoyar a las instituciones educativas.

Por: Eduardo Menco González.
marzo 11, 2015
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¿Colegios exigentes vs

¿Colegios exigentes Vs “Familias permisivas”?

Como si no fuera suficiente con las debilidades de nuestro sistema educativo, aparece de manera oficial un nuevo problema que cada día toma más fuerza, convirtiéndose en una gran preocupación para las instituciones educativas tanto públicas como privadas. Se hace más frecuente escuchar comentarios relacionados con la poca (y a veces nula) participación de los padres, madres o acudientes en los procesos de acompañamiento formativo y educativo de estudiantes, quienes a diario viven una disyuntiva nada despreciable: por un lado responder a los niveles de exigencia que les impone el plantel educativo al que están matriculados; y por otro, la ausencia de parámetros de comportamiento: ausencia justificada en un supuesto cambio de época que exige unas nuevas y abiertas relaciones donde la autoridad quizás adquiere una valoración más bien relativa en los hogares.

Los colegios manifiestan internamente no encontrar el apoyo necesario en los padres que desde el momento en que matriculan a sus hijos se comprometen a estar con ellos de manera permanente durante toda su experiencia educativa; de hecho algunas instituciones en su misión y políticas insisten que en sus planteles no se matriculan solo “dicentes” sino familias enteras que deberían estar dispuestas a brindar todo el soporte suficiente para hacer del formando una persona de bien desde todo punto de vista; sin embargo, la realidad, según algunas instituciones, es otra en virtud de lo que se evidencia diariamente en los ambientes escolares.

No es extraño escuchar a docentes quejarse de esta situación; para muchos maestros, especialmente los llamados directores de grupo, algunos padres y madres representan muy poca autoridad, incluso a veces da la impresión de cierto grado de manipulación e irrespeto permanente por parte de niños y jóvenes que se muestran resistentes a la norma, renuentes a la disciplina y poco amigos de un manual de convivencia que poco representa para ellos. Según esos maestros, educar en estas circunstancias es muy difícil cuando no imposible. El ideal de la coeducación o de la educación compartida se desvirtúa de forma real y sistemática, y es precisamente aquí cuando educadores insisten que la tarea de educar no solo debe ser responsabilidad del colegio. Quizás por ello desde hace algún tiempo se viene insistiendo en que es importante tener suficientemente claro que la escuela jamás podrá reemplazar el hogar, y a éste, a su vez, le corresponde una tarea que jamás podrá realizar la escuela.

De hecho una de las expresiones consecuentes de la problemática tiene que ver con la forma cómo algunos padres de familia se refieren a las instituciones educativas: algunos manifiestan que los colegios donde tienen a sus hijos “no se cansan de tanta citación, como si ellos no tuvieran nada que hacer”; otros, además, expresan tajantemente no sentirse a gusto con el colegio donde sus hijos estudian y que “los tienen allí por una tradición familiar”; se escucha también comentarios en relación al fastidio que produce el nivel de exigencia de esos colegios, cuyos “rectores y maestros no hacen más que molestar a sus hijos con una cantidad de normas que no sirven de nada”; y qué decir de aquellos padres que son citados con el fin de resolver alguna dificultad que tuvo su hijo (a) y sin conocimiento exacto del asunto llega insultando al maestro y defendiendo a su acudido basándose solo en la versión que éste le ha dado, versión que muchas veces está sesgada y amañada para el interés particular del estudiante.

En este panorama, algunas instituciones educativas han querido comprender que la labor de educar se complejiza más, y argumentando que la vocación de formar debe estar por encima de cualquier obstáculo han asumido como un reto más esta realidad, en especial las instituciones certificadas, pues finalmente lo que importa es que el cliente esté satisfecho. En este sentido, a los maestros les corresponde “hacer las veces de padres y madres” en el proceso de formación integral de muchos niños y jóvenes que ven en la escuela un espacio de múltiples bondades para el desarrollo de sus competencias.

No obstante, otras instituciones se resisten a asumir esta situación como “un modus vivendi” dentro de su quehacer pedagógico y educativo; éstas precisamente hacen permanentemente llamados de atención para que los acudientes de los estudiantes comprendan que la educación es un tema sobre el cual la corresponsabilidad tiene un valor mayor. Por eso lo mínimo que se espera es el apoyo total de una parte y otra para que el estudiante sea de verdad en centro de un proceso que requiere la intervención de todos asumiendo que cada parte le corresponde una tarea particular: a los padres formar y a la escuela educar.

Finalmente, la discusión aún no está a la orden del día; muchas instituciones educativas esperan el pronunciamiento del Ministerio de Educación al respecto, pero éste aún ni siquiera ha considerado el asunto como un problema. También hay que reconocer a quienes admiten que la reflexión se debe realizar a la inversa, es decir hacer el análisis sobre cuál es el concepto de norma, autoridad y disciplina que manejan los establecimientos educativos, pues para muchos (padres sobre todo) se ha quedado en un tema anacrónico y desfasado de la nueva realidad que vive el mundo de hoy. En este sentido, afirman que mientras el mundo evoluciona vertiginosamente, estas instituciones educativas se recrudecen en sus políticas y maneras de orientar la formación sin tener presente los nuevos cambios y las novedosas transformaciones paradigmáticas del contexto actual.

En todo caso, mientras unos responsabilizan a los nuevos parámetros de crianza como un obstáculo para la educación escolar, y otros a las instituciones educativas por “no abrir sus puertas a los nuevos cambios”, los niños y jóvenes (miles y miles) esperan que la educación que se les brinde sea la mejor de todas, con el fin de convertirse no solo en el futuro sino también en el presente de una sociedad que reclama hombres y mujeres de bien.

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