La decadencia de una vocación Por: Duver Alexander Pérez
“La mejor profesión del mundo”, así calificaba al periodismo el premio Nobel colombiano – Gabriel García Márquez – actividad a la cual le dedicó muchos años de su vida, pero este calificativo lo realizó cuando ser periodista no era una profesión, era una vocación, lo lanzó cuando hallar una noticia se convertía en toda una hazaña heroica, cuando el periodismo incomodaba a la clase dirigente de nuestro país, cuando éste se consideraba el CUARTO PODER.
Hoy el ser periodista se ha convertido en sinónimo de comerciante de noticias, los practicantes de dicha vocación han olvidado su papel en la sociedad, ya no son notarios de la realidad, son creadores de esta. La verdad ya no rige su oficio, el afán de la inmediatez los ha llevado a realizar investigaciones someras, superficiales y carentes del contraste de fuentes.
La independencia es solo un recuerdo vago que se pregonó en la universidad, esa misma independencia que proclama el código de ética de Bogotá, sólo existe en el papel. Hoy, los grandes emporios económicos han optado por hacerse dueños de los grandes medios de comunicación, acción que obliga a los segundos a parcializarse. Cómo dijo Javier Darío Restrepo ganador del Premio Gabriel García Márquez a la excelencia periodística 2014: “Quien está en el poder tiene demasiados motivos para mentir y muy pocos alicientes para decir la verdad” y los periodistas han pasado a ser un apéndice más de los sectores económicos del país, porque a quienes deberían “incomodar” son los mismos quienes les dan el sustento.
Los políticos colombianos se jactan antes sus medios de la libertad de prensa que se goza en nuestro país, pero ¡qué va! En Colombia no existe la censura, en los medios nacionales reside algo peor, mora la autocensura y el periodista que se sale de esa línea termina haciendo parte de la tasa de desempleados o en el mejor de los casos acaba creando un medio alternativo en el cual puede expresarse libremente, pero no le brinda siquiera una solvencia económica que le permita sobrevivir de manera digna.
Algo triste de la profesión, es que cuenta con pocos personajes que sobresalen o sobresalieron por enfrentarse a su casa editorial, poderes económicos o políticos y por defender y aplicar la libertad de prensa terminaron pagando con sus vidas tal hazaña. En los libros de historia aparecen nombres como el de Guillermo Cano, Héctor Abad Gómez y Jaime Garzón o el de Alberto Aguirre quien terminó con un final un poco menos cruel que sus colegas, la parca llegó a visitarlo en el exilio.
Las academias que se encuentran formando los futuros periodistas, deberían hallar una manera para que sus aprendices a la hora de salir al campo laboral y enfrentarse al mismo continúen con ese “enamoramiento” para con la profesión y de éste modo puedan devolverle la dignidad que hacía decir a Gabriel García que el periodismo es “la mejor profesión del mundo”.
